El fosfuro de aluminio es un compuesto que se utiliza para matar los insectos (sobre todo gorgojos y palomillas) y las ratas que puedan acceder a un almacén de cosecha.
Efectivamente, al contacto con el aire, las pastillas o la pasta (ésas son sus dos presentaciones más habituales) reaccionan con la humedad del ambiente y se dispersa por el aire.
El gran peligro es que la fosfina se utiliza precisamente porque tiene un poder alto de penetración, debido a la alta velocidad y alta presión de vapor de la molécula.
El otro elemento peligroso es que la fosfina es inodora. Pero en la reacción del fosfuro de aluminio también se liberan amonio y dióxido de carbono, el primero de los cuales sí produce un olor fuerte que les sirve de aviso a los agricultores.
Aunque también puede absorberse por la piel (por efecto de la hidrólisis), el 90% de la fosfina que llega al cuerpo lo hace mediante las vías aéreas. Si la cantidad es poca los síntomas son fatiga, náusea, opresión en el pecho, zumbidos en el oído y palidez en la cara.
Pero si las cantidades son considerables, produce fuertes náuseas, disnea, cianosis, anoxia, pérdida de conciencia, y finalmente la muerte por colapso del sistema nervioso.