A unas cuantas calles, hacia la 300s, los campos amarilleaban y en aquél o en el siguiente bloque las trilladoras se movían lentas, dejando una estela de espigas tamizadas: la cosecha del trigo en las extensas planicies del Yaqui había comenzado. Nosotros mirábamos arrobados el renovado milagro de la recolección ese brillante medio día del pasado 27 de abril, mientras nos dirigíamos al Auditorio de la Universidad Tecnológica del Sur de Sonora, ubicada en las afueras de Cajeme, sobre la Norman Borlaug, para acompañar a nuestro querido amigo y compañero de letras Juan Manz, quien cosechaba también, ese mismo día, los primeros frutos del reconocimiento solidario a sus tres décadas de tenaz y paciente trabajo.
Y fue la Agrupación para las Bellas Artes (APALBA) la que decidió, primeramente, homenajear a este escritor y poeta cajemense, instituyendo, a partir de este su XVI Aniversario de existencia, el Festival Cultural “Juan Manz” y entregar dentro de los mismos festejos la primera medalla al mérito cultural que, en esta ocasión, por consenso de las principales instituciones culturales de Sonora le fue conferida al poeta Marco Antonio Campos.
Luego de recibir la medalla “Juan Manz”, el poeta Marco Antonio Campos con voz queda y pausada dijo al auditorio que lo siguió atento: “ Primero que nada deseo agradecer a los organizadores, a APALBA, al ITSON, UTS, ITESCA, ISC, Ayuntamiento de Cajeme y al CONACULTA, que hayan creído que yo podía merecer la primera medalla Juan Manz Alaniz, la cual se otorgará anualmente a partir de ahora.
Me conmueve, primero, porque detrás de esto, muy profundamente, se hallan dos personas que quiero y admiro: Irma Arana y Juan Manz.
A Irma la conocí en la sala Manuel M. Ponce de Bellas Artes en Ciudad de México en la presentación de mi primera poesía reunida y me insistió mucho que debía venir a leer a esta ciudad.
De eso habrán pasado once años y todas las veces que he vuelto ha sido por su iniciativa o por la de Juan Manz. Gracias a Irma y a Juan, Cajeme se ha vuelto para mi una ciudad entrañable. De una cosa estoy seguro: sin Irma Arana la promoción de las artes en Cajeme, sería mucho menos de lo que es, y Juan Manz ha sido su gran compañero en una aventura noble, que trae hondas satisfacciones, pero también amarguras y desencantos. …
“Aquel 1998, por invitación de Irma, vine y di un par de lecturas. Si a Irma le debo las primeras invitaciones, a Juan le debo, como guía y como amigo, conocer paisajes, pueblos y pequeñas ciudades de los alrededores. No sólo eso; Juan Manz es quizás el poeta, al menos que yo he conocido, que mejor conoce las cosas del campo y las tradiciones yaquis…
“Entre barrocos y clásicos y románticos, Juan ha estado mucho más cerca, está mucho más cerca, por fortuna, de los que siguieron y persiguieron los románticos europeos y americanos del siglo XIX. Gracias Juan. No sabes cómo me enorgullece tener esta medalla que desde hoy tiene tú nombre”.
Cuando tocó el turno al poeta del Valle del Yaqui, Juan Manz, éste se dirigió a los asistentes con estas sentidas palabras: “ Tres largas décadas han transcurrido desde que, en 1979, de pronto me vi ante las dos encrucijadas más importantes de mi vida: el desposorio con María Arcelia, mi mujer y compañera, y la disyuntiva de sellar, o no, mi compromiso con la literatura, digamos que, primordialmente con la poesía.
A esa considerable distancia que hoy, necesariamente me separa de esa época de juventud, no sé cuál de los dos Sí, enfáticos y afirmativos pronuncie primero. Sólo sé que, en esta hora, días más, días menos, se cumplen treinta años, repito, de ambos acontecimientos”…
Y parafraseando el “Juramento Yaqui” agregó: “ Y aquí estamos aún, aquí permanecemos, en el puesto mismo que se nos hubo designado desde entonces, armados de una ardiente paciencia, para el cumplimiento de aquellos lejanos compromisos adquiridos …
“Y han sido varios los espacios y lugares en donde nos hemos apostado para el cumplimiento cabal de lo que escogimos como nuestro otro deber: en el curso, en el taller, en la lectura…
Y después de un sentido poema: “Pero se me olvidaba que he venido a este recinto, más que nada, a agradecer este honor que hoy se me concede: el de ser, en vida, profeta de mi tierra, para la defensa de nuestra nación escritural, de nuestra raza lírica, de nuestra religión de letras… en lo próspero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad… ¡Muchas gracias!”
Si bien el poeta y escritor Marco Antonio Campos fue ovacionado y reconocido por su dicción, su calculada modestia y su distinguido aire de viajero incansable, no lo fue menos el poeta nuestro, Juan Manz, profetizado y enhaltecido en su tierra, la tierra de sus parientes, amigos y ancestros, la bendita y generosa tierra del Yaqui que lo ha visto crecer y desarrollarse en la –a veces incomprensible-- república de las letras.
Esa luminosa mañana era la de él, la de Juan Manz, mostrándose en su efigie cincelada sobre la medalla que llevaba su nombre, instituida para el reconocimiento futuro de sus iguales. Manz Alaníz, el ejemplar ciudadano, el trabajador del campo y el poeta nacido entre los feraces terrones de los campos del Yaqui donde el humus y las semillas, como letras y palabras, siempre han prosperado hasta el momento de la trilla.
Así la obra de Juan Manz, en treinta años, creció y se multiplicó desde esos campos hasta otras lejanas fronteras de nuestro país y del extranjero; y a quienes hemos sido sus amigos y compañeros en la literatura --tanto de Cajeme como de Hermosillo—nos hemos sentido felices de que a este poeta sus propios vecinos lo reconozcan y lo admiren.
Avalan la obra de Juan Manz más de media docena de títulos que han ido creciendo como las espigas de sus campos, desde aquél comentado y difundido “Oro Verde”, pasando por “Tres veces espejo” hasta seguir Repasando el Círculo. Además de una incansable labor de promotoría cultural que, como dijo el poeta Marco Antonio Campos, sin esa labor Cajeme no fuera lo que hoy es.
Afuera, más allá de los límites de la UTS una trilladora remontaba perpendicular la planicie amarilla y ondulante, la cosecha de este año, generosa y bendita levantaba su vuelo para llegar a nuestras manos. Así la cosecha de Juan Manz, aquella cortada por sus manos en los campos de la palabra viva y de la entrega, comenzaba a regalarse entre nosotros.
José Terán
Escritor
letrasytintas.blogspot.com.