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La percepción de Tanikawa

Cristina Rascón Castro
Sábado 27 de Junio de 2009
 

La escritora cajemense Cristina Rascón Castro presentó en Tokio la edición en español del libro Sekenshirazu (Sin conocer el mundo) del poeta Shuntaro Tanikawa, libro que ella tradujo a nuestro idioma.

Publicamos aquí las palabras de Cristina que nos invitan a conocer a este autor oriental y nos acercan al complicado trabajo de la traducción profesional.


La pregunta que con frecuencia se me plantea es por qué Tanikawa. Todo empezó el día en que hojeé su libro Minimal en una librería de Osaka, Kinnokunnya. Era diciembre de 2001. Ese día había presentado el nivel 2 del examen de proficiencia del japonés, requisito para solicitar admisión a la maestría.

Había dormido poco y durante los últimos tres meses había estado encerrada, casi sin hablar con nadie ni hacer otra cosa que estudiar gramática, onomatopeyas, ideogramas y vocabulario. Estaba como en trance, agotada, pero no pude evitar la tentación de entrar a la librería que estaba de paso en la estación de metro de regreso a casa. Fue una sorpresa entrar y entender los títulos y las clasificaciones.

Hacía cinco años que había iniciado el estudio del japonés pero ese fue el primer día en que sentí que verdaderamente podía leer en japonés algo más que el libro de texto. El mundo cambió. Mi cabeza flotaba, pero yo entendía todo. Tomé un libro de Tanikawa al azar, Minimal, edición bilingüe.

Yo no tenía idea de quién era Tanikawa, si era reconocido o no, si se había ganado premios. Abrí el libro y ante mi sorpresa pude entender los poemas. Había palabras que tenía que buscar en el diccionario electrónico pero aún así, el tema, el ritmo y el efecto del poema me eran claros y directos. Sus ideas, aunque expuestas de forma sencilla, eran perturbadoras y filosóficas. Me emocionó profundamente su honestidad, su capacidad de ver dentro de sí mismo con transparencia.

Al leer la versión en inglés me cuestioné el por qué de las decisiones del traductor y empecé a imaginar las versiones en español. En ese momento se me quitó el miedo a leer poesía directa y únicamente en japonés así que tomé otros libros de Tanikawa que ya no eran bilingües, y también de otros autores. Seguía imaginando las posibles versiones en español, no dejaba de imaginarlas… Sentía que tenía que escribirlas, como cuando se me ocurre un cuento o un poema propio, ese tipo de prisa, de gusto y de angustia. No pasó más de un mes para rodearme de varios de sus libros y experimentar la traducción de otras de sus formas poéticas, de otros tonos y formas de lenguaje.

Quedé fascinada por su búsqueda. En esa pulsión creo que el traductor puede dedicar día y noche a la re-creación: en la coincidencia de la búsqueda, poética y temática. En ambas me siento profundamente identificada con Tanikawa: a través del no-yo busca conectarse al mundo, entenderlo aunque sea un segundo, para después volver a asombrarse. Por supuesto, ya no me importó si pasaba o no el examen de proficiencia, si sería admitida a o no a la maestría. Estudiar japonés se había materializado en la posibilidad de un diálogo directo con la poesía japonesa.

 

A la pregunta de por qué Sekenshirazu y no otro libro, también el azar tiene su injerencia. En primer lugar, la traducción de este libro es parte de un proyecto más amplio, que inicié en el año 2004: una compilación de la obra de Tanikawa seleccionando lo más representativo de su obra, al español.

A la fecha he traducido poemas de unos diez libros del autor y aunque hay varias editoriales interesadas no se ha definido con cuál se habrá de publicar. En total, en dicha antología, me gustaría incluir poemas de por lo menos 30 de sus libros.

En segundo lugar, al solicitar apoyo del Fondo Nacional para la Literatura y las Artes en Mexico en 2004, el editor Bernardo Ruiz me sugirió girar el proyecto a un solo libro por ser más fácil el trámite de derechos. Dudé entre seleccionar el primer libro publicado por Tanikawa, Dos mil millones de años luz de soledad, o Sekenshirazu.

Me incliné por el segundo cuando me di cuenta de que el primero aún viajaba en mis cajas enviadas desde Japón por barco dos meses atrás. Sekenshirazu era uno de tres libros de Tanikawa conmigo en Sonora y sin duda los temas de este libro eran los más universales, no encasillables a una cultura exótica, sino a un tipo de encuentro contemporáneo, donde las referencias a Occidente y los cuestionamientos serían de fácil apropiación por parte del lector hispano. 

 

La traducción como proceso creativo

José Saramago dice que escribir es traducir, mientras que la novelista canadiense Nicole Brossard dice que traducir es escribir… En otras palabras, existe una línea difusa entre quien escribe y quien traduce.

Lo importante es que Shuntaro Tanikawa sabe traducir, y muy claramente, su mononoaware, término acuñado en la época Edo para nombrar la capacidad de sorpresa, de percepción y de empatía por parte de un artista en el fluir del tiempo y de las cosas.

Lo interesante del proceso de traducción fue reconstruir en español, muy claramente, los sentimientos que muy claramente eran definidos en japonés. Esto sin caer en los extremos de la literalidad ni del reemplazo de frases o imágenes.

En mi caso, traté de desaparecer y funcionar como medio de expresión de Tanikawa en español. Traté, siguiendo el estilo de un haikuísta, referir lo que contemplaba y tenía un efecto en mí, excluyendo entrometer mi propio lirismo, es decir, intenté – y sigo intentando- descubrir el estilo literario del maestro Tanikawa en español, sin imponer mi propio estilo de escritura.

De igual forma, evité interpretar o responder las interrogantes que se plantean en los poemas de este libro, y, a la vez, minimizar el énfasis en diferencias culturales, utilizando el mínimo de notas de traducción, que a mi juicio rompen el proceso de lectura, el ritmo y el efecto del poema en quien lo lee.


Además de las ya conocidas dificultades en cuestiones de género y número, las expresiones idiomáticas, las frases largas en español derivadas de la contracción visual del japonés, y las afirmaciones con terminaciones abiertas en las frases japonesas, un resquicio que me parece de los más interesantes de trasladar al español es el aspecto visual de la lengua japonesa.

Es verdad que la poesía es, antes que otra cosa, oralidad y ritmo. Pero qué distinto es escribir, por ejemplo, la palabra hito en romanji, en hiragana, en katakana o en kanji. Cambia el significado, cambia la postura e incluso el tono de voz de quien enuncia la palabra. En el caso de la palabra “Hito” (que quiere decir persona, hombre o ser humano), dentro de mi traducción del poema Kobamu del libro Minimal, utilicé “El Hombre”, con mayúscula, denotando así lo ajeno que se siente el autor a ese ente llamado Hombre, ya que si fue escrito en katakana hay un sentimiento de extranjerismo hacia el término.

Recordemos que en  katakana se escriben las palabras que provienen del extranjero, de un mundo otro. En el caso del libro Sekenshirazu, un ejemplo parecido es el uso de la palabra Hacha en el poema que lleva su nombre. El autor usa katakana y no kanji, ajenizándose a esa palabra. Lo que hice para darle una visualidad diferente fue manejarla en letra cursiva para que el lector hispano también sintiera cierta extrañeza al leer la palabra Hacha. Con la palabra radio o mermelada no apliqué el uso de cursivas pues son palabras de naturaleza extranjera, es normal y usual escribirlas en katakana.

En los casos de Hito y Masakari la opción del katakana es una decisión poética, y por tanto como traductora tenía que encontrar la manera de trasladar la postura del autor en cuanto a dichas palabras sin usar notas explicativas.

 

Con respecto a los juegos creativos, el primero está en la traducción del título. A diferencia de la publicación original, donde el título y el segundo poema se llaman igual, preferí bifurcar dos posibilidades de significación. En el título del libro expongo el sentido más amplio de la expresión Sekenshirazu: sin conocer el mundo, haciendo referencia a la traducción literal de los dos elementos que conforman la expresión. Seken es mundo.

Pero en japonés tiene también las acepciones de sociedad, vida, gente y comunidad. Seken, por tanto, no sólo es el mundo en su concepto geográfico sino también la vida que sucede en ese mundo: la cotidianeidad, los temas evocados para romper el hielo, los eventos familiares o de la empresea donde se trabaja, es decir, todo lo externo al individuo, a sus emociones y a sus secretos.

En español, la palabra mundo también hace referencia al sentido geográfico pero, además, puede también significar gente, comunidad, sociedad y vida, como en las expresiones “todo el mundo lo sabe”, “el mundo no es color de rosa”, “es una persona de mundo”, o “está en su mundo”, entre otras. Dichas frases coinciden con las expresiones japonesas de sekenbanashi (“hablar del mundo”), sekenwaamakunai (“el mundo no es de sabor dulce”), entre otras. Para el título del segundo poema utilicé la acepción “ingenuo”. Quien no conoce cómo funciona el mundo, puede cometer errores, herir a otros o hacer un mal papel. En ese sentido es utilizada la frase como si fuera un adjetivo calificativo.

Otras alternativas podrían ser bobo, inocente, ignorante o inexperto, pero la palabra ingenuo me pareció más amplia, ya que abarca el resto de las opciones. A lo largo del libro, dicha ingenuidad se ramifica en desconocimiento, sorpresa y extrañamiento del mundo que nos rodea. Pero, el efecto que el libro tuvo en mí como lectora, es que el verdadero mundo desconocido está dentro de uno mismo. Eso me dejó, como dice el autor, paralizada, rodeada de fantasmas escaneados, memorizados, cuestionados y trasladados.

Espero que el lector hispano tenga su propia experiencia de lectura y de encuentro con estas interrogantes de Tanikawa, que visualice sus propias preguntas y espectros en su mundo de afuera y en su mundo de adentro, donde quiera que se encuentre y cualquiera que sea su contexto cultural.

Este ha sido mi proceso y aprendizaje creativo al traducir al maestro Tanikawa. Ha sido un honor y le agradezco la oportunidad.

 

Me gustaría, de parte de México, darle la bienvenida con un poema del reconocido poeta azteca del siglo XV, Nezahualcóyotl, recordando que en México, además del español, hay sesenta lenguas y cosmogonías indígenas con muchas coincidencias con el japonés. Por ejemplo, en náhuatl y en otros idiomas indígenas, la palabra corazón hace referencia a la mente y a los sentimientos, al alma o espíritu de la persona.

De igual forma, así como en Japón antiguo la palabra uta podía significar canción o poema, en la poesía azteca las palabras canto, poesía y flor eran intercambiables, describiéndose un poema como un canto florido. Dice Nezahualcóyotl, cuyo segundo nombre era Yoyontzin:


“Busco presuroso

mi canto verdadero,

y así también busco

a ti, amigo nuestro.

Existe la reunión:

es ejemplo de amistad.

 

Por un instante me alegro,

por un breve lapso vive feliz

mi corazón en la tierra.

En tanto yo exista, yo, Yoyontzin,

anhelo las flores.

 

Como si fuera de oro,

como un collar fino,

como ancho plumaje de quetzal,

así aprecio

tu canto verdadero:

con él yo me alegro”

 

Gracias.


Cristina Rascón Castro

25 de Junio de 2009.

Embajada de México en Tokio, Japón.

 

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