“I have seen the future brother, it is murder…”
Leonard Cohen
¿Qué es el tiempo? Lo medimos, lo contamos, arreglamos nuestras vidas en torno suyo. Decimos tenerlo o no tenerlo; decimos que el tiempo es dinero; que el tiempo es oro; decimos que el tiempo cura las heridas; que vendrán tiempos mejores. Sentimos que pasa o no. Queremos huir de él, pero nos tiene atrapados. Es inexorable, como Dios. Nos deja su marca, en el cuerpo, en la memoria. Mata la memoria, cura las heridas (algunas, al menos) ¿Tal vez el tiempo es Dios? Cronos, devorando a sus hijos, castrando a su padre con la hoz, para ser él y sólo él, el amo y señor del universo.
El tiempo es una cosa extraña. Cuando eres joven no tienes más que tiempo. Gastas un par de años aquí, otro par de años allá….no pasa nada. Pero, de repente, llega un día en que te encuentras viejo, cansado, falto de aliento y cada vez más cerca de la muerte… Es entonces y sólo entonces que, si aún te queda algo de cordura y de sensatez, te cuestionas respecto del verdadero sentido de la vida.
Pero, ¿qué es la vida? Te preguntas. Y respondes: “La vida es un desierto, plagado de cadáveres de mujeres mutiladas, clamando justicia a un dios ciego y sordo…..” No. Corriges: “La vida es un avión a punto de estrellarse en medio de un desierto remoto plagado de cadáveres de mujeres mutiladas que, en un acto supremo de compasión, juntarán sus miembros dispersos para acoger, amorosas, a los pasajeros….”
No, Tampoco. La vida es el producto de un incesto. De dos hijas que embriagaron a su padre, se acostaron con él y ambas quedaron preñadas, de hijos varones, por supuesto. Mujeres no. Hubiera sido una tragedia de proporciones épicas. Los primogénitos “deben” ser varones, Eso sí es una bendición de Dios. Eso dice la Biblia. Sí, por eso, si mueren descuartizadas una cuantas mujeres, ¿a quién le importa? Malo fuera que fuesen hombres, entonces sí, ¡Qué tragedia!
No. La vida es un lapso de tiempo encapsulado en la mente de un dramaturgo, angustiado, confundido, avergonzado ante al imposibilidad de mostrar a través de su arte la dimensión de una tragedia que sobrepasa el entendimiento humano. Y, en su desesperación, acude a dios en busca de ayuda, y éste aparece, encarnado en los fantasmas de sus actores, quienes, compasivos unos y rencorosos otros, le ayudarán (o al menos lo intentarán) a poner en escena (si eso fuese posible) una tragicomedia del absurdo que tiene, como telón de fondo, otra tragedia, esa sí, real, descarnada, cruel, y, lo que es peor, casi olvidada.
Y ¿cómo no se va a olvidar, si estamos inmersos en una masa homogénea de mierda que nos embarran a la cara todos los días por televisión, por radio, por Internet? ¿Cómo no se va a olvidar que en México hay crímenes imperdonables, gente muriendo de hambre, niños violados por sacerdotes, mujeres golpeadas, maltratadas, campesinos desaparecidos o encarcelados injustamente, mientras que empresarios pederastas andan libres y continúan haciendo sus fechorías? ¿Cómo no se va a olvidar si decimos ser libres para decidir lo que consumimos y consumimos sólo la basura que nos anuncian y nos venden? ¿Cómo no se va a olvidar la ola de violencia en la que estamos inmersos si vivimos embrutecidos y enajenados con nuestros aparatos electrónicos, videojuegos, celulares y con nuestras cajas de hierro con llantas?
Pues para eso, justamente, para que no se olvide, para rendir homenaje, aunque sea el más modesto, a través del arte, a todos aquellos que mueren a diario en el anonimato y que nadie recuerda, salvo sus familias, la recién creada Compañía Municipal de Teatro, bajo la dirección del joven dramaturgo Rafael Martínez , quien también escribió el guión y es parte del elenco, pone en escena “Para matar…el tiempo”, una obra en la cual convergen estilos distintos que van desde el monólogo hasta la discusión pasando por el diálogo entre los 4 actores (o los fantasmas de éstos), quienes, en su afán por ayudar a su “creador” a dar forma a su trabajo, lo interpelan, lo cuestionan, lo juzgan, pero también acuden a él en busca de consejo para interpretar su papel y para aportar ideas.
“Para matar… el tiempo” es una obra que nos recuerda que el escenario es un micro universo en donde cada día actores y director, libran batallas campales y enfrentan su destino (personificado omniscientemente en el libreto) en su afán por devolvernos a nosotros, espectadores, la vida misma, pero dotada de sentido, de valor. Que eso es justamente lo que hace el arte. La recreación de la vida, con todos sus contrastes, a través de una obra de arte, en este caso de una obra de teatro, cumple la función de llenar el vacío espiritual e intelectual en que nos ha sumergido la “cultura” masiva del espectáculo. Una obra de teatro difícil, abstracta, ágil, que apela a nuestra inteligencia y a nuestra capacidad de concentración en una trama que parece no existir y frente a un escenario austero, casi vacío, sin utilería, sin apenas mobiliario, casi yermo, como el desierto en que fueron abandonados los cientos de cuerpos de las muertas de Juárez y que nadie parece ya recordar. Como el desierto del corazón de las madres huérfanas de hijas, solas, abandonadas y olvidadas.
Pocas veces habremos de tener el privilegio de presenciar una puesta en escena como esta, que nos hace reflexionar, tomar una postura ante un acto de barbarie, pero también asumir nuestra parte de responsabilidad ante él. Así que, para todos aquellos que se dicen “cejemenses de corazón”, ahora es momento de demostrarlo, apoyando al talento local y, de paso, cultivando el espíritu (que tanta falta nos hace) ¡No se lo pierdan!
“Para matar… el tiempo”, escrita y dirigida por Rafael Martínez Guerrero, con las actuaciones de Mary Santacruz, Armando García, Alejandra Sepúlveda, Marián Amavizca, Yaret Calleros y el mismo autor.
Teatro de la Casa de la Cultura, frente a la laguna, junto al deportivo. Funciones: sábados 5 y 7 p.m.
Teresa Padrón Benavides
Teresa_padron@hotmail.com