“Y ahora una cancioncita…”, así, con la sencillez y el desenfado que lo caracterizan, Fernando Delgadillo lleva el ritmo de su concierto y cautiva a los casi dos mil cajemenses aglutinados en la plaza central de la ciudad, frente a Palacio Municipal.
La mayoría son jóvenes, pero también hay gente madura, señoras y señores que complementan el romanticismo de los boleros con los temas de la trova, o para ser más precisos, con la canción informal, como la llama el propio Delgadillo.
Cuando aparece en el escenario, su saludo es de una timidez ya conocida:
“Hola, soy Fernando Delgadillo y les voy a cantar algunas canciones”. Eso es todo y comienza la charla musical, explicando el porqué de “Visiones”, la primera canción del programa.
“Uno mira y otra lo mira a uno, a veces uno quiere transmitir o captar algo en la mirada pero cuando lo intentas no hallas lo que buscas…”, un preámbulo suficiente para que los jóvenes expresen a gritos la alegría de tenerlo aquí, por primera vez entre ellos.
Es evidente el perfil del público. Seguidores de la trova que disfrutan a intérpretes como Delgadillo a través de los CDs piratas, las rolas bajadas del internet y las experiencias sentimentales que no alcanzan a cubrir los ritmos en boga de la industria musical.
Esta es otra música, algo más personal, y así lo manifiestan los gritos adolescentes que piden temas desconocidos en la radio y en la tele, pero muy escuchados por las chicas que se sentaron en el pavimento, frente al escenario para estar más cerca de Delgadillo, y entre ellas el joven padre de familia con su bebé en la carreola, la mujer a un lado y la atención fija en cada uno de las canciones que arriba canta el trovador.
Delgadillo no abandona su sencillez en ningún momento, habla mucho, a veces demasiado, pero esto es parte del estilo y de la ambientación que celebran los fans.
Acude a la ironía y a la burla de sí mismo, engola la voz para decir “frases de profundo contenido”, y hay que ver su trayectoria para entender que no se trata de una modestia hipócrita, a la Cabrundo Fecal o como se llamen los trovadores sudamericanos que gustan de exhibirse sabios y modestos.
Con “Balada Marinera”, “Entre pairos y derivas” se mantiene el júbilo de la concurrencia que no deja de pedir sus favoritas. El trovador aclara: Esto es en dos partes, en la primera van las escogidas por él; en la segunda atiende las peticiones.
Termina así la primera parte del mejor modo, diciendo el poema “Sol de Monterrey” de Alfonso Reyes, preámbulo para su conocidísima “Se llamaba Julieta”.
Temas que ya forman parte del nuevo cancionero romántico de México, aunque Delgadillo no pertenezca a la industria cultural que todo lo acapara y reduce una bella tradición mexicana a los nefastos modelos de RBDs y Video Rolas.
Antes de subir al escenario nos platicaba de cuando estuvo a punto de firmar para la Sony.
“Buen billete, sin duda, pero querían que les vendiera todo mi material y ellos administrarlo”.
Reconoce: “A mí me interesaba un contrato pero para que me proyectaran al extranjero, sin embargo ellos querían manejarme sólo en México durante varios años, y como no tenía chiste eso pues dije no”.
Ese fue el contacto con “los que comercian con la música sencilla y reciclada”, como dice uno de los temas que interpreta en el escenario, ya en la segunda parte cuando la gente pide y él responde.
“Luna en lunes”, “Carta a Francia”, “Hoy hace un buen día” para celebrar el Bicentenario, “Olvidar”, “Ni” (un tema a la Cuco Sánchez) y otros para complacer a la gentil concurrencia.
La función no estaría completa sin dos himnos: “Luna en lunes” y “Hoy ten miedo de mí”, que corean muchachas y muchachos.
El programa llega a su fin entre gritos que reclaman una más.
Pero curiosamente cuando Delgadillo anuncia y entona la última, se levanta y agradece, camina lento en el escenario esperando que suba el volumen de “otra, otra, otra” para regresar, sin embargo esto no sucede, la gente empieza a retirarse, como si se hubiera resignado a que de verdad era la última.
Con aire sorprendido Delgadillo baja del escenario y atiende a los caza autógrafos y a quienes quieren una foto con él.
Atrás de él alguien comenta la actitud del público que se fue sin insistir en la “otra, otra, otra”, y añade: “Así es la gente de Cajeme, muy fría”.
Quién sabe qué significa eso, porque al final la gente se retira satisfecha, feliz con la demostración del trovador y con el agradable clima de esta noche que anticipa al otoño.