A él, por su larga trayectoria como periodista y por su brillante trabajo como Cronista de la Ciudad.
A ella, por su incansable trabajo a favor del crecimiento cultural de Cajeme y su apoyo incondicional a creadores, personas y grupos artistícos de nuestro Municipio.
Ella y él, Irma Arana Rodríguez de Monge y José Escobar Zavala, recibieron un merecido homenaje organizado por el Museo Sonora en la Revolución y al que asistió gente de diversos sectores de Cajeme.
El evento fue coordinado por el director del Museo, José Luis Islas, y contó con el apoyo de mucha gente que reconoce y admira la labor desempeñada por las dos figuras homenajeadas.
José Escobar Zavala continúa hoy una larga trayectoria como periodista que debutó siendo un jovencita, a principios de la década 1950 -. Desde entonces ha laborado en todos los periódicos importantes de la región, desde El Heraldo del Yaqui a el Diario del Yaqui, donde fue director, hasta El Imparcial y Tribuna.
Su trabajo no sólo es constancia sino también calidad en un oficio donde se cuelan muchos improvisados.
Hoy tenemos una memoria histórica como cajemenses gracias a los cronistas como Pepe Escobar, el hijo de aquel insólito pitcher que en los años treinta y cuarenta lanzaba juegos con ambos brazos, primero con el derecho y luego el izquierdo, o viceversa.
Pepe, el autor de las Glosas de Cajeme que leemos todos los días.
Irma Arana es una impertinente, una mujer latosa -como la calficó un político regional,-, pero esto en su caso no son defectos sino las cualidades que le han permitido arrancar de los gobernantes el apoyo para sostener una significativa obra cultural.
Con su impertinencia abrió escenarios y públicos para artistas locales, los ha promovido como nadie en la Ciudad de México y otras ciudades del país, ha conseguido becas para jóvenes y ha sostenido la única revista cultural del sur de Sonora con más de 15 años de publicación permanente.
Para entender cómo se las arregla Irma, basta recordar una anédcota. Ocurrió hace tres sexenios, cuando ella buscaba afanosamente que la escuchara un gobernador cuyas inciales son Manilo Fabio Beltrones.
Éste, rodeado por una camarilla de ayudantes y colaboradores, parecía ignorar a la señora que insistía en acercársele. No volteaba a verla hasta que ella se abrió paso entre la camarilla y bruscamente lo jaló del brazo. Los hombres que lo acompañaban se quedaron petrificados, casi les da un soponcio al ver a la atrevida mujer que realizaba ese irrespetuoso acto en contra del Señor Gobernador. ¿Quién era ella para jalar el casi sagrado brazo de nuestro mandatario?
Pero de ese detalle surgió un acercamiento entre el político y la promotora cultural, una relación afectuosa que hoy prolonga la amistad que alguna vez tuvieron Beltrones y el papá de Irma, don Bernabé.
Así son Irma y Pepe.