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Gabo: 30 años después del Nobel

por Salud Hernández Mora | Bogotá
Jueves 25 de Octubre de 2012
 

Pablo Neruda llamó a Cien años de soledad «el Quijote de nuestro tiempo». Y un centenar de destacados intelectuales de todo el planeta incluyeron la obra entre las 20 más importantes de la Historia. Esas dos credenciales bastarían para convertir a Gabriel García Márquez en figura esencial de la Literatura universal, sin necesidad de haber ganado el Premio Nobel.

Nacido hace 85 años en Aracataca, un pueblito tórrido y pobre del norte de Colombia, García Márquez no sólo escribió una novela magistral, sino que creó un estilo propio capaz de describir, con un prodigioso dominio del lenguaje, los mundos disparatados, coloridos y mágicos de su tierra costeña. Escritor prolífico, viajero y excelente anfitrión, su prolongada ausencia de los escenarios públicos, el encierro en su hogar y diversos comentarios de algunos amigos y conocidos, han alimentado en los últimos meses las especulaciones sobre su estado de salud. Podría rondarle el Alzheimer u otro mal, puesto que, dicen, ya no puede escribir y su memoria agoniza.

La noticia saltó el 6 de julio de 2012, cuando la agencia AFP anunciaba: «Gabriel García Márquez padece demencia senil». El hermano del Nobel, Jaime García Márquez, puntualizó en esas fechas que Gabo se encuentra bien en «lo físico y lo motriz. Lo que él tiene son algunos conflictos de la memoria». No ha habido confirmación oficial, pero el periodista y escritor Plinio Apuleyo Mendoza ha asegurado que su viejo amigo ya «no reconoce a gente que no veía hace tiempo», según han publicado diarios colombianos como El Universal, El Tiempo y El Espectador, que también se hicieron eco de que Jaime Abello, director de la Fundación Nuevo Periodismo [fundada por Gabriel García Márquez], lo negaba, asegurando que no hay diagnóstico médico sobre ello.
 
Por fortuna para Gabo —consciente de la trascendencia de su obra y a quien gusta rodearse de influyentes personajes políticos, empresariales e intelectuales—, además de los incontables reconocimientos literarios, le han llovido en vida toda suerte de homenajes. Quizá recuerde el que le brindaron en Cartagena de Indias los asistentes al IV Congreso Internacional de la Lengua, con motivo de su 80 cumpleaños y el 40 aniversario de su celebérrima obra. «Ni en el más delirante de mis sueños, en los días en que escribía Cien años de soledad, llegué a imaginar que podría asistir a este acto para sustentar la edición de un millón de ejemplares. Pensar que un millón de personas pudieran leer algo escrito en la soledad de mi cuarto, con 28 letras del alfabeto y dos dedos como todo arsenal, parecería a todas luces una locura», leyó entonces en su discurso, en referencia a la edición especial de la novela que apareció en esa fecha. Entre la audiencia que le veneró esa noche se encontraban los Reyes de España, varios mandatarios, reputados escritores, algunos multimillonarios cercanos y los académicos de toda Hispanoamérica.
 
Casado con Mercedes Barcha, su amor quinceañero y el sólido pilar sobre el que cimentó su éxito y su felicidad, Gabo es padre de dos hijos. El mayor, el cineasta Rodrigo García Barcha, ha rodado varias películas en Estados Unidos, y Gonzalo es diseñador gráfico.

A principios de los 60 fijó su residencia en Ciudad de México, la urbe donde podía compartir sus días con autores de la talla del mexicano Carlos Fuentes o el colombiano Álvaro Mutis, su amigo del alma. Se estableció más tarde en Barcelona y desde allí pasó temporadas en La Habana, México DF, Bogotá y Cartagena de Indias. Pero en 1981 debió abandonar Colombia y exiliarse en México, acusado de izquierdista. Desde entonces pisó su país en muy contadas ocasiones, si bien a principios de este siglo adquirió, junto a periodistas colombianos, la revista Cambio, donde regresó de manera fugaz a su primer oficio. Escribió los perfiles de Bill Clinton y Hugo Chávez, dos dirigentes que aprecia. La aventura no duró mucho y la publicación la compró Planeta para cerrarla más tarde por crecientes pérdidas.
 
En el año 2002, García Márquez publica sus memorias bajo el título Vivir para contarla, y dos años más tarde la que sería su última novela de ficción, Memoria de mis putas tristes. Es incierto el futuro de una historia de amor que llevaba años preparando, En agosto nos vemos. En 2008 un periodista colombiano aseguró que estaba a punto de salir del horno, pero hasta ahora sólo conocemos los dos capítulos que Cambio adelantó aquel mismo año.
 
Desde estas páginas conmemoramos el trigésimo aniversario del Premio Nobel de Literatura que la Academia sueca anunció el 21 de octubre de 1982, y que el colombiano recibió mes y medio más tarde vestido de un clásico liquiliqui de lino blanco. Con ese gesto, más que romper la etiqueta de una ceremonia solemne y fría, quiso dejar su impronta de autor latinoamericano.

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