¿Madonna o Sor Juana Inés de la Cruz? ¿La Banda el Limón o Beethoven? ¿La revista Letras Libres o Tv Novelas? ¿La poesía de Octavio Paz o la de Bukowski? Establecer cuál o quién es mejor es una tarea hoy muy controvertible. Desde que los medios masivos comenzaron a acaparar el espacio cultural y sobre todo, con la llegada de esa Torre de Babel llamado internet, la barrera entre la llamada “alta cultura” y la “baja cultura” se ha derrumbado.
Ahora que estamos ante una democratización de los medios masivos, ha ocasionado poner en aprietos a la llamada alta cultura. Como “alta cultura” me refiero a la que se fundamenta en lo refinado, en lo ortodoxo, en donde académicos y expertos clasifican que es arte autentico y que no lo es. Pero debido al arribo de los medios masivos, y a que literalmente todo el mundo tiene acceso a cantidades enormes de información, lo culto y lo popular se confunden en un collage que ocasiona la desaparición de la jerarquía cultural desapareciera.
Sin embargo todavía persiste la resistencia a una visión dicotómica hacía la cultura, es decir de la visión del llamado “Apocalíptico” que subvalora la visión del “Integrado”. Los dos conceptos vienen del famoso escritor Umberto Eco, que en su célebre libro “Apocalípticos e integrados” conceptualizó a los “Apocalípticos” como a las personas que velaban por una cultura de elite y veía la anti-cultura proveniente de los medios masivos, es decir, productos culturales que provienen de la televisión, del libro best-seller, de los periódicos, de la radio, del top ten, medios que el “Integrado” recibe con júbilo.
Incluso, a principios del año hubo un debate sobre la cultura de masas entre el premio nobel Mario Vargas Llosa y el famoso filosofo francés Gilles Lipovetsky con motivo del último libro de Vargas Llosa, La civilización del espectáculo, en donde se propone una desgracia ante la caída de la “alta cultura” debido a la desaparición de élite cultural, provocando una desorientación en el público, que ya no sabe distinguir entre lo trascendente y lo efímero. En cambio Lipovetsky -siempre con reservas- ve aspectos positivos de los productos culturales provenientes de las masas.
Ejemplifico la problemática con Madonna y Sor Juana Inés de la Cruz. Hago esta extraña –o controvertible- comparación porque una representa a la cultura elevada y la otra representa la cultura de masas –ustedes sabrán quien representa qué-. Creo que ambas son importantes en la cultura, debido a que en sus respectivas épocas ambas dedicaron parte de su obra en tirar tabúes sexuales hacía el género femenino en un entorno conservador. Las dos son artistas, de cierta manera, portavoces del feminismo, son símbolos culturales de lo femenino, así sin jerarquías.
Igual pensaría de que no hay diferencia de calidad literaria entre la poesía de Octavio Páz y la de Charles Bukowski. Sé que son diametralmente opuestos en sus estilos pero eso no significa que uno sea mejor que el otro. Estamos en un tiempo en que ya no se puede comparar a uno con el otro bajo argumentos de que Piedra de sol es superior a Poema navideño para un hombre encarcelado. Teniendo en cuenta que uno es la cumbre de la poesía universal, con un inmenso bagaje intelectual y por otro lado, el poema de Bukowski es un vulgar y escueto poema hecho por un poeta que nunca le importó estar en los círculos literarios.
Ante la caída de la cultura de élite se disolvió ese distanciamiento vertical entre lo “culto” y lo “popular”, y ahora se disuelve lo que podría catalogarse como poesía de “bajo gusto” por estar fuera de los cánones de belleza. El meollo del asunto no consiste en clasificar si uno es superior al otro. Ambos poemas son buenos, claro, cada uno a su particular estilo.
El problema de hoy no es saber distinguir entre la alta y baja cultura sino diferenciar qué sirve y qué es basura en los productos culturales de hoy en día, sin importar que una obra plástica provenga de una prestigiosa galería o si es un graffiti en un muro del centro de la ciudad; o que si una película como el Club de la pelea es una obra de arte o es una vulgar sátira comercial hollywoodense.
Metafóricamente hablando hay que poner a la par el diseño de la famosa botella del Absolut vodka con la escultura El Pensante de Rodin, ¿o no es la botella del Absolut una bella obra minimalista? Esa es la problemática cultural que creo tenemos hoy en día, ya que relativiza los productos culturales.
A final de cuentas vuelvo a las mismas preguntas: ¿Madonna o Sor Juana Inés de la Cruz? ¿Cien años de soledad o El diablo guardián? ¿Odisea en el espacio o El club de la pelea? ¿La botella del Absolut o El Pensante de Rodin? Lo que sí recuerdo es que ahora existe una problemática en saber qué es autentico y no; quá tiene sustancia o es una vil charlatanería. Sin duda ante la caída de la alta cultura hay que ser más crítico y atento a los fenómenos culturales masivos pero celebro el caos que ha ocasionado la democratización cultural… ¿Apocalíptico o integrado?