En el arte sacro la belleza deriva de la verdad espiritual, de la exactitud del simbolismo. Lo sagrado está en su contenido y sirve a la contemplación, a la reflexión de los misterios.
“Los aspectos maravillosos de la fe”, decía el compositor Olivier Messiaen al referirse a sus obras impregnadas de ideas religiosas. Él fue uno de esos artistas lúcidos e intuitivos cuya obra nos remite a lo sagrado, a la dimensión profunda y primordial.
Por poco más de seis décadas fue el organista de la iglesia de la Santa Trinidad de París y en su obra abundan los temas teológicos del cristianismo católico. Gran parte de sus composiciones fueron para órgano, su instrumento vehículo.
El primer ciclo de música para órgano que compuso fue La Nativité du Seigneur (La Natividad del Señor), que es de1935. Dicho ciclolo integran nueve piezas, cada una de ellas es una meditación sobre algún aspecto del nacimiento de Jesús:
1. La Vièrge et l Enfant(La Virgen y el Niño)
2. Les Bergers (Los pastores)
3. Desseins èternels (Los propósitos eternos)
4. Le Verbe (El Verbo)
5. Les Enfants de Dieu (El Hijo de Dios)
6. Les Anges (Los ángeles)
7. Jèsus accepte la soufrance (Jesús acepta el sufrimiento)
8. Les Mages (Los magos)
9. Dieu par minous (Dios con nosotros)
Messiaen logró un lenguaje armónico propio mediante un sistema de escalas modales que él mismo diseñó a partir de la escala cromática y que aunque tonal, da la sensación de ambigüedad debido a sus intervalos.
A este“nuevo horizonte” armónico, hay que agregar el carácter improvisado de sus melodías, sus frases irregulares y el frecuente uso de contrastes rítmicos, tímbricos y dinámicos. En su música todo es muy móvil pero siempre hay cohesión interna.
La mera resonancia del sonido fue para él muy importante, concebía a este fenómeno acústico como una especie de manifestación del misterio y que también se corresponde con el del fenómeno de los colores complementarios.
Se consideraba a si mismo como un inventor de colores: “Cuando crees oír una serie de sonidos lo que percibes realmente son colores (…) Los sonidos cambian continuamente de forma fugaz y se mezclan unos con otros como sucede en el arcoíris que cambia de un patrón de colores al siguiente, algo imposible de fijar de manera absoluta; pero son colores de músico, colores muy diferentes a los del pintor”.
Particularmente en su música para órgano (y la Natividad del Señor no es la excepción) parece que con cada nota se introduce un nuevo complejo sonoro que forma a su vez un nuevo color. Messiaen explica: “Funciona como el principio de las vidrieras el cual consiste en dar color a los personajes de una forma simbólica de tal manera que su visión, ilumina el discernimiento. Mil colores engendran uno solo”.
La Natividad del Señor fue la primera de sus obras que llamó la atención en los círculos musicales contemporáneos de su época más allá de las fronteras de Francia. Una música nada convencional, de gran originalidad, pero impresionante; hay en ella fuerza y sutileza, sinceridad, sentido y erudición; características que, desde la apertura del ciclo, son evidentes.
La primera meditación tiene una forma ternaria (ABA’). Primera y tercera parte son muy semejantes, trabajan el mismo material temático y encontramos en ellas dos texturas. Pero la segunda sección resulta contrastante, es más vívida e intrincada; hay en ella tres texturas: una melodía de alto registro, acordes en frecuente movimiento y otra melodía. La forma de esta primera pieza, que resulta introductoria, no es casual…
Desseinsèternels, es la pieza más lenta del ciclo. La indicación en la partitura pide que se toque extremadamente lenta y con ternura. Es un momento etéreo de gran recogimiento. Luego Le Verbe, que rompe con lo etéreo, la Palabra se encarna. Es una pieza muy compleja y es la más extensa del ciclo. Jèsus accepte la soufrance, la séptima pieza, es la más oscura, sin embargo, termina en un brillante y poderoso acorde.
Para finalizar el ciclo, Dieu par minous, la más compleja temáticamente. En ella, se presentan de inicio tres diferentes temas que a lo largo de la pieza reaparecen citados en las diferentes secciones. El final, es de gran exaltación, un fortísimo glorioso.
La Natividad del Señor es una indiscutible obra maestra y una de las grandes composiciones para órgano de todas las épocas. Messiaen participa así en los misterios como alma humana unida a las demás bajo la humanidad de Cristo.