El Instituto Sonorense de Cultura lamenta profundamente el fallecimiento del escritor Miguel Méndez, ocurrido este 30 de mayo en Tucson, Arizona.
Originario de Estados Unidos, pero sonorense por adopción y decisión, Miguel Méndez traspasó las fronteras con sus letras. Su obra, que incluye cuentos, novelas y poemas, ha viajado a infinidad de lugares y ya es reconocido como integrante de la corriente indigenista de la literatura mexicano-norteamericana. Incluso fue nominado para obtener el máximo reconocimiento literario, el Premio Nobel.
Miguel Méndez (Bisbee, Arizona, 1930). Cursó la educación primaria en El Claro, Sonora, México, donde vivió hasta los dieciséis años.
Sus padres fueron emigrantes mexicanos de Sonora. Durante la Gran Depresión, la familia volvió a México y se instaló en El Claro. Sin embargo, debido a las necesidades económicas por las que pasaban se puso a trabajar con su padre de jornalero y albañil.
En 1944 vuelve a Arizona y se instala en Tucson; trabajaba de día de albañil y por las noches leía muchísima literatura, así se formó de manera autodidacta. A mediados de los 60, comenzó a escribir relatos cortos que publicó en distintas revistas hispanas.
Autor de las novelas Peregrinos de Aztlán (1974) y El circo que se perdió en el desierto de Sonora (2002), de los cuentos Tata Casehua; Steelio; Los muertos también cuentan, Cuento para niños precoces (1980), Río Santa Cruz (2002), Cuentos y ensayos para reír y aprender a aprender (2002); los poemas Los criaderos humanos; Épica de los desamparados (1975); la narración y prosa poética Camilo José Cela: Entre Sahuaros y Nopaleras (2002) y el manual para el fomento de la lectura Afina tu vocación literaria (2002). Desde el año 2001 su nombre aparece en los diccionarios Pequeño Larousse.
Profesor emérito de la Universidad de Arizona en Tucson y Doctor Honoris Causa por la Universidad de Arizona (1984). Recibió varias distinciones y reconocimientos, entre los que destaca el Premio Nacional de Literatura Mexicana José Fuentes Mares (1991).
El Instituto Sonorense de Cultura dedicó la Feria del Libro Hermosillo 2004 a este destacado escritor considerado uno de los decanos del llamado movimiento de la literatura chicana, arizonense de nacimiento, pero de fuertes lazos con la tierra sonorense.
Sus restos -acatando su solicitud- serán incinerados y trasladados a El Claro, Sonora.