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La noche del martes 28, no fue una noche cualquiera, En el aspecto cultural, ante un frio que ridiculizaba nuestros abrigos, nuestros sentidos disfrutaban un manjar auditivo y visual poco común en estos lares tan olvidados culturalmente. Y aunque no soy, quiero confesarlo, amante, ni conocedor de la música clásica (tal vez esa sea la razón, de mi sinrazón) en presentarle al pueblo, (invadido por las corrientes musicales populistas y comerciales) arias y piezas clásicas, sin la debida introducción y gota a gota para trasminar la incultura musical que nos agota aunque nos divierta.
La presentación del Quarteto Gelato (gracias a la participación de la Dirección de Cultura y del Instituto Sonorense de Cultura, El FAOT, bla, bla) con danzas folclóricas europeas, música popular nos presentaron un platillo interesante en los términos descrito anteriormente.
Pero ¿quiénes son estos virtuosos visitantes?
Quartetto Gelato – Que no Gepetto, como dijo un asistente-, cuarteto formado en Canadá, independientemente de que son un grupo semi- clásico popular con intenciones comerciales, sus integrantes tienen un currículo profesional envidiable, que les permite emplearse y ser planta en las organizaciones filarmónicas y sinfónicas de Canadá y Estados Unidos.
Las temporadas y giras de las mismas, son esporádicas, de ahí que los músicos con todo y su virtuosismo inventen la forma de sobrevivir y auto-emplearse en lo que más les gusta: la música, de ahí la formación de esta organización.
En la actualidad Cuarteto Gelato tiene un solo integrante de los fundadores: Peter de Sotto, que en el caso, no demerita nada la calidad musical de la organización, ya que para pertenecer al grupo se requiere un capacidad en la materia, casi en los límites, o más allá, del virtuosismo.
Peter de Sotto, Director musical, violinista, mandolina y voz, Alexander Sevastian: Acordeón, Liza (Elizabeth) McLellan: Cello y Colin Maier( Oboe, Clarinete y mandolina) nos presentaron un catálogo musical divertido, agradable de alta calidad musical que incluía: pequeñas arias, danzas, música italiana entre ellas: Volare que fue coreada por el grupo “Arriba de 50”.
El programa, desconocido para quienes no identificaron los números musicales, ya que el español del Ipad de Colin no daba para mucho (por lo culto del público, los intelectuales directores del FAOT, decidieron que no era necesario hacer programas del buffet musical que escucharíamos. ¡para qué gastar estamos en Viena!) entre los desorientados me conté, salvo la identificación de: Solamente una vez, Bésame Mucho, la Llorona y la mencionada: Azul di pinto di blu.
Las interpretaciones en conjunto, y como solistas primarios fueron de alta calidad, cumpliendo con las reglas del espectáculo comercial, más allá de lo educativo y cultural, límites que fueron rebasados, en mucho, con la acrobacia circense del presentador y oboísta Colin ( que es un portento en muchas artes: Cirque de soleill en KA, extra y actor de muchas producciones artísticas) más que una payasada- se explica- forma parte de la danza europea que se interpretó, acto musical que requiere gritos, saltos y pasos característicos de la danza rusa .
El virtuosismo de la velada en su calidad musical, opacó la belleza de Liza, una canadiense de buen ver, cuyo virtuosismo congeló no por mucho el morbo de unos cuantos que caracterizó la presentación de la Zabaleta. El comentario surge por la belleza de la canadiense: delgada, rubia -no natural- botas setenteras, minifalda escocesa, un muy bello rostro de raíces arias. Liza fue la más solicitada para la toma de fotos y el aprovechamiento de unos cuantos para el agasaje virtual.
Y aunque no es nada nuevo, menciono el mal gusto público de gente que se pone a platicar durante el concierto o presentación, que denota la mínima capacidad educativa que nos tienen víctimas los escasos programas culturales en el país. Asistencia no más de 800. Buen evento.
Podría decir que fue una presentación fría, en una noche fría, con un virtuosismo evidente que borró lo anterior en este desierto cultural, materia que solo se presenta multiplicada por la exageración en informes políticos, donde el público aplaude para que crean que les creemos, mientras ellos creen que nos engañan. Es Cuanto.
