La gran fiesta del canto lírico de México está por comenzar. Este año es especial, se cumplen treinta ediciones del festival dedicado al Dr. Alfonso Ortiz Tirado, orgulloso alamense, gran médico y extraordinario cantante.
Hoy, en la víspera de la inauguración, el ajetreo en las calles es intenso, como lo ha sido en los últimos años a estas horas, sin embargo hay algunas diferencias. Esta vez con mayor antelación llegaron los camiones llenos de equipo y los técnicos para instalar los escenarios (llevan tres días armando el escenario del Callejón del Templo); también algunos comerciantes, organizadores y visitantes se anticiparon.
Apenas llegados de Cuernavaca, dos hijos de Alfonso Ortiz Tirado recorren las calles de Álamos emocionados. Carlos y Alfonso no han vivido aquí, pero recuerdan cómo su papá les hablaba del pueblo con tanto gusto y cariño. Uno de los primeros lugares que visitaron fue la Biblioteca Pública, la cual lleva el nombre de su padre.
Acompaño a Alfonso al Museo Costumbrista de Sonora. Nos encaminamos y mientras cruzamos a paso lento la plaza externa lo bello que le parece Álamos y lo contento que está. Arquitecto de profesión, se maravilla con los edificios.
“¿Sabes?”, dice, “mi papá empezó las callejoneadas”.
Y comienza a relatar:
“Resulta que una vez dio un concierto en el Palacio y el público atiborró el lugar, pero medio Álamos entusiasmado se quedó afuera, ya no cabían. Así que, sabedor de ello, en cuanto terminó el concierto mi papá les pidió a los músicos que lo acompañaran a la calle, salieron, y caminaron cantando por las calles. Esa noche hubo serenata para todo el pueblo. Él era muy generoso, se regalaba, fue muy caritativo con su persona. Era un hombre de tres facetas: un gran médico, y como tal, atendió a mucha gente pobre gratuitamente; también fue un gran cantante y donde le pedían que cantara lo hacía, a nadie le negó su voz; pero para mí la más importante de sus facetas su gran calidad humana”.
Le pido que me cuente una anécdota de su infancia en relación con su papá y luego otra que le haya contado su papá de cuando se iniciaba como cantante.
“Lo que con más gusto recuerdo eran aquellos ratos en que, en el mar, en las costas de Acapulco, la pasábamos pescando. Su compañía era muy agradable”.
Y de los inicios artísticos de don Alfonso, me contó que tuvo de maestra a su hermana Sara. Ella en una ocasión tenía el compromiso de cantar para el presidente, pero estaba ronca ese día y no quiso cancelar; invitó a su hermano menor Alfonso para que éste, tras bambalinas, cantara mientras ella en el escenario solo movía los labios. Y así fue, y la voz del jovencito pudo dar los agudos educados de Sara quien se llevó los aplausos.
De la voz de su padre, destaca la capacidad para cantar sin esforzarse, incluso en notas altas: “Lo hacía con gran naturalidad, sus notas altas eran suavecitas”.
¿Qué opinaría tu papá de este Festival? – le pregunto.
"¡Estaría encantado!", exclama con gesto de satisfacción, "porque él amaba profundamente a Álamos".
Y con este encuentro tan agradable, estimadoo lector, en la víspera del 30 Festival Alfonso Ortiz Tirado, no tengo duda de que será una edición inolvidable y muy emotiva.
La cartelera es impresionante, vienen grandes artistas, y así como es el momento de recordar al “Embajador lírico de la canción mexicana”, también es oportuno agradecer a quienes tuvieron la idea de crear este Festival, a los iniciadores de esta maravillosa celebración de vida.