ÁLAMOS.- En el sexto día del FAOT Irina Kulikova, una de las guitarristas más admiradas actualmente, se presentó en el Templo de la Purísima Concepción.
Reconocida por la belleza excepcional de su sonido, lo poético de sus interpretaciones y su depurada técnica instrumental, Irina logró cautivar al público a través de un repertorio que permitió el pleno lucimiento de sus cualidades.
Empezó con dos obras que no fueron originalmente concebidas para guitarra: El preludio Asturias “Leyenda” de Isaac Albéniz (1860-1909) y la Suite no.1 para violonchelo de Johann Sebastian Bach (1685-1750).
En toda transcripción algo se pierde y algo se gana, pero en el caso de las obras mencionadas la balanza se inclina favorablemente y por ello ahora son parte del repertorio guitarrístico general.
Antes de tocar la Suite, Irina agradeció al público su asistencia, dijo que Álamos le parecía un lugar muy bello y que la iglesia resultaba adecuada para interpretar esta obra de Bach que se encuentra entre sus favoritas de siempre porque su mamá, que es violonchelista, la interpreta con frecuencia, siendo de ella que la ha aprendido.
Cuando el preludio de dicha Suite comenzó, los sonidos que brotaban de la madera de su guitarra iban formando preciosas armonías en el espacio mientras fluía la melodía.
Y con la sarabanda llegó un momento de gran recogimiento y paz. Hubo quienes cerraron los ojos mientras escuchaban y otros que levantaron la mirada hacia las ventanillas por donde se colaba la luz de media tarde.
La Suite no. 1 para violonchelo es obra musical imposible de agotar pero la versión que nos regaló Irina resultó de una gran amplitud.
Continuó el programa con una obra muy diferente, la Fantasía en La mayor de Luigi Legnani (1790-1877). Este compositor guitarrista del periodo romántico es algo así como el equivalente a Paganini en la guitarra (de hecho fueron amigos y hasta tocaron juntos). Ágil, con arpegios y largos pasajes de escalas simples y en octavas, esta lúdica obra pone a difícil prueba a cualquier guitarrista e Irina la tocó impecablemente y hasta sin sudar esta tarde.
Luego de llevarse sonoros aplausos, en el intermedio el público se abalanzó hacia el fondo del templo donde se estaban vendiendo los discos de Irina, los cuales resultaron insuficientes ante la demanda.
La segunda parte estuvo dedicada a música de compositores rusos contemporáneos. Las mentiras más grandes y más comunes en el mundo de la guitarra son las de que el repertorio de buena música para el instrumento es escasa y la de que la época dorada ya es cosa del pasado. Nada más alejado de la realidad. Una cosa es la estrechez de miras y otra la enorme vitalidad que sigue manteniendo este instrumento desde que fue inventado y ahora enriquecido por tantas músicas del mundo. Las siguientes piezas del programa fueron ejemplo de ello.
Empezó con “El viejo limonero” de Sergei Rudnev (1955- ) una pieza de un gran lirismo, es como una canción que en lo personal, me llamó la atención por sonar muy parecido a la música latinoamericana y particularmente por la escritura que me recordó a la de Barrios “Mangoré”.
Luego el resto del programa fueron dos obras de Konstantin Vassiliev (1970-), “Tres piezas líricas” y “Tres pinturas del bosque”.
En “Tres piezas líricas” tenemos un homenaje a tres compositores. La primera es una elegía en memoria de Sergei Rachmaninov, la segunda una reminiscencia de Agustín Barrios y la tercera una mogiana en memoria de Heitor Villa-Lobos, todas de corte romántico.
En “Tres pinturas del bosque” Vassiliev ofrece un retrato de la naturaleza de Siberia a través de una música de corte impresionista con detalles técnicos sorprendentes para crear sonoridades inéditas como el frotar las cuerdas de la guitarra con los dedos para crear un rumor que recuerda al viento. Las tres pinturas son “El viejo roble”, Gotas de nieve” y “Danza de los espíritus del bosque”.
Irina quien ha trabajado de cerca con Vassiliev (recién ha grabado esta música para Naxos) dio una magistral muestra de lo que es hacer poesía con la guitarra, exquisitez, inteligencia y rica expresividad.
La ovación no se hizo esperar y al final ofrendó una preciosa versión de los Recuerdos de la Alhambra de Francisco Tárrega.