En el penúltimo día del Festival –¡cuán rápido pasan los días!- hubo tres eventos musicales atractivos. Empezando por la presentación del flautista Horacio Franco en el Templo, luego la soprano Íride Martínez y el tenor Khachatur Badalyan en el Palacio en la noche y una ópera completa donde participaron muchos jóvenes actores y cantantes, además de la Filarmónica de Sonora en el Callejón del Templo.
Un Vivaldi grandioso con Horacio Franco
Con un programa completo de sonatas para flauta, Horacio Franco, acompañado por el clavecinista Santiago Álvarez, demostró por qué está considerado una de las grandes personalidades artísticas de México y uno de los grandes exponentes de la flauta, particularmente de música Barroca.
Apenas arribó al escenario y empezó la música, no hubo palabras. Junto a él había una mesa con seis o siete diferentes flautas y Santiago utilizaba un clavecín electrónico que emuló bastante bien el sonido de uno real.
Horacio, como siempre, vestido extravagantemente con botas picudas, pantalón negro de apariencia plástica, camisa descubierta del pecho y con adornos brillantes. Y no lo digo en tono burlón o peyorativo (no lo haría en ningún caso), al contrario, pues extravagante es el corazón barroco, principalmente la música instrumental, de los conciertos y las sonatas, más aún, si son de Vivaldi.
Afortunadamente ya está superada la rancia y falsa interpretación decimonona de esta música que, ahora con músicos como Horacio Franco, suena nueva otra vez y gana en todo: expresividad, elocuencia, dinámica, contraste…
La selección de sonatas fue del Op. II de 1709. Interpretaron siete en total, de las cuales únicamente una fue en tonalidad mayor. Cada una de ellas se compone de tres o cuatro movimientos que contrastan, así por ejemplo, tenemos que la que está en Do menor (RV 53), empieza con un Largo al que le sigue un Allegro y luego viene la calma del Adagio para al final explotar con un Presto.
Las versiones ofrecidas por Horacio y Santiago fueron de fábula e impecablemente ejecutadas. En la flauta, el fraseo, la articulación y los matices, geniales.
¿La “música clásica” aburrida? Pregúntenle al público que asistió a este recital.
Célebres arias en el Palacio
La soprano Íride Martínez y el tenor Khachatur Badalyan, acompañados por el pianista Siegmund Weinmeister, regalaron a los amantes del bel canto, un coctel de arias famosas para su deleite.
La primera fue “Je veux vivre”, de la ópera Romeo y Julieta (Charles Gounod), que fue idónea para empezar este programa e Íride realizó una interpretación cuidadosa y amena a la vez de ella.
Siguió Khachatur Badalyan con “Kuda Kuda” de Eugen Onegin (Tchaikovsky). Así, fueron intercalando participación y también se unieron en algunos duetos donde compaginaron muy bien.
El público reconoció pronto varios de los números, empezando por la primera del programa, “Una voce poco fa”, “La donna è mobile” y “Parigi o cara”.
Muchos aplausos se llevaron de Álamos.
Noche de ópera en el Callejón
Uno de los eventos más esperados del programa del Festival fue la ópera “L’ elisir d’ amore” (Elíxir de amor), de Gaetano Donizetti. La producción estuvo a cargo de Ricardo Rodríguez, la dirección artística por Enrique Patrón de Rueda, José Medina en la dirección de escena, Manuel Flores en la dirección del coro y Christian Gohmer la dirección de la Filarmónica, en fin, un evento cuya magnitud requiere la conjunción de un gran equipo de trabajo.
El espectacular escenario llamado Callejón del Templo fue sede de este evento y convirtió la calle Comercio en una enorme sala de teatro. La afluencia de público fue mayúscula, fueron varios miles, niños, jóvenes, adultos, ancianos.
Esta fue la primera ópera que se presentó en la historia del Festival Ortiz Tirado y enhorabuena por esta edición especial. La selección fue adecuada para el escenario, una ópera cómica, ligera, cuya traducción se proyectó en una pantalla superior. Y aunque podríamos haber tenido dudas de que en estos tiempos resultara atractiva para el público, pues estas pronto se disiparon, el público la disfrutó mucho.
Fue un gran espectáculo de viernes por la noche.