GUADALAJARA.- “Yo, realmente, he hecho lo que he podido”, dijo hace casi un lustro Emmanuel Carballo, cuando se dio una vuelta por Guadalajara, su ciudad natal, para ser objeto de una serie de homenajes a su trayectoria. “Fundamentalmente he sido un lector y me ha tocado que se cumplan algunos de mis vaticinios. Me tocó ser el partero de la literatura mexicana quizá en la época más brillante del siglo XX”, añadió aquella vez el crítico con un dejo de humildad.
Y así fue. Pero ayer el crítico que impulsó el desarrollo de muchos otros escritores —a través de sus lecturas concienzudas y a veces hasta aniquilantes— puso punto final a su propia historia: murió alrededor de las 17:00 horas a causa de un problema cardiaco, según informó su hijo Pablo.
Emmanuel Carballo fue uno de los más lúcidos protagonistas de la literatura mexicana, dueño de una obra prolífica, que lo mismo tocaba el ensayo, que la narrativa o la poesía, y una ardua labor como crítico, antólogo, editor y promotor cultural.
En palabras del propio Carballo, siempre fue “una figura molesta pero necesaria” en el panorama literario de nuestro país; decía: “A las personas como yo la historia no nos dará la razón; pero al menos al juzgarnos se apiadará de nosotros”.
“Como crítico”, dejó escrito el autor, “me sucederá lo que un día observó Alfonso Reyes: llegará un joven en el último barco y pondrá en tela de juicio todo lo que pensé y edifiqué y se pitorreará de mí”.
El escritor e historiador mexicano RogelioReyes, autor de Vocación incómoda. La crítica de Emmanuel Carballo en México en la Cultura (1953-1961), señaló que el también periodista “tuvo muchos detractores que desafortunadamente no reconocen todas las ideas que les han ofrecido, les quitan las comillas y las pasan como ideas propias. Dedico un capítulo a esos detractores, me refiero a Christopher Domínguez Michael, Fernando García Ramírez, Gabriel Zaid, entre otros. En ese capítulo, de apologistas y detractores, doy cuenta de un sin número de polémicas que han sacudido a la república de las letras, por las opiniones, juicios y reflexiones de Emmanuel, que siempre ha dicho las cosas con la boca abierta, porque al final de cuentas, es una figura molesta pero necesaria”.
Con su aguda mira, Emmanuel Carballo puso en el mapa a algunos autores. “A mí, como crítico, me tocó rehabilitar a dos escritores que a inicio de los cincuenta casi no figuraban en la bolsa de valores de nuestra literatura: José Vasconcelos y Martín Luis Guzmán. Me tocó en esa década, asimismo, poner en órbita a tres narradores que son hoy monstruos sagrados de las letras nacionales: Juan José Arreola, Juan Rulfo y Elena Garro. También me tocó en los años 60 ayudar a que publicaran sus primeros textos Carlos Monsiváis, José Emilio Pacheco, José Agustín, Gustavo Sainz y Parménides García Saldaña”, dijo alguna vez.
Hoy habrá que llorar un poco y volver a sus textos, que es donde Carballo se ve mejor.