A unas seis semanas del estreno de la película La Dictadura Perfecta, el actor Joaquín Cosío habla del cine y de cómo la pantalla es una frontera difícil de detectar entre la tragicomedia protagonizada por actores y la tragedia bufa encarnada por los políticos.
–Las películas de Luis Estrada como El Infierno y La Ley de Herodes, ¿son suficientes o se quedan cortas para tratar de entender el México que tenemos?
–Son películas que, como tales, crean su propio universo y cosmogonía. Tienen una relación directa con la realidad, pero, evidentemente, el denominador común de que la realidad siempre superará a la ficción es más cierto que nunca. En el caso de El Infierno, si hablamos de esa película tan exitosa y tan ruda y al mismo tiempo tan hilarante y tan asfixiante para muchas personas, no tiene ya mucho que ver con lo que está pasando actualmente. Yo no diría que es como un espejo, sino el universo del director.
–Más en su calidad de fábula que en su calidad de documental.
–Yo me quedo con la ficción en el sentido de que adquiere tal potencia, porque desiste del retrato fidedigno. Por esto tiene el tono tragicómico que nos permite ver una serie de historias crudas y violentas y, a pesar de ello, las resistamos. El tratamiento de El Infierno, si hubiera sido realista, casi documental, no hubiera sido tolerado por el gran público. Sin embargo, es inevitable lo que estamos viviendo ¿no?
–¿Qué nos pasa a los mexicanos que no somos capaces de asomarnos y ver de manera real, sin limitaciones ni cohibiciones, lo que está ocurriendo?
–Creo que lo que realmente nos ocurre es patético. Es triste. Es indignante. Yo creo que esa realidad nos hace voltear la mirada, yo creo que la realidad de nuestro país es tan fuerte y es tan grotesca que yo creo que de alguna manera hace que el mexicano no pueda verlos, prefiera voltear a otra parte, que es justamente una realidad terrible.
–¿Te has preguntado cómo sería vista El Infierno en un país como Suecia, Noruega, Suiza?
–Tienen que verla desde la supremacía de la ficción y del universo de Luis Estrada, de la gran estructura artística de la película. Claro, evidentemente hablarán y tendrán que darse cuenta que es el México de hoy.
La percepción inmediata en otros países es de una película bien hecha, fascinante y con una estructura bastante redonda. Ya fuera de esto, el espectador también pensará que es un país triste y que efectivamente lo que muestra El Infierno es real. Es agobiante cómo los personajes originales, hablo del Cochiloco y su compadre Benny, casi quedan como ovejas blancas ante la llegada de personajes siniestros. Si nos desligamos un poco de esa noción o de esa potencia creadora de la película vemos un México completamente deshecho y sumergido en sangre, la metáfora visual de El Infierno, esa imagen del compadre chorreando sangre sobre un Escudo Nacional.
–Es el México ensangrentado.
–Es el México ensangrentado. Es el letrero de “Viva México” que se derrumba y se cae. Esas imágenes bastante significativas son aportaciones resonantes del lenguaje cinematográfico de Luis Estrada.
–¿Estaría de acuerdo Mario Vargas Llosa con el título de esta película?
–Muy probable, pero no sé si le guste el estilo. Me parece un escritor bastante refinado tanto en su ideología como en su pluma, y el lenguaje de Luis Estrada es un lenguaje muy sardónico, caustico, de humor negro y raigambre popular. Es una narrativa explosiva y de muy mucha mala leche.
–¿Hay un propósito didáctico, como lo hay en las fábulas?
–Creo que sí. Bueno, no sé qué tan directo lo pueda hacer Luis Estrada porque nadie se salva, en ese sentido no creo que haya una intención de decirnos que no tenemos remedio, pero si revisas El Infierno, no hay un solo personaje como que se salve. Están todos profundamente corrompidos, hasta los huesos, y creo que La dictadura perfecta será lo mismo, si no es que peor.