- ¿Papá la señora está loca?
- No, hijo. Locos nosotros que no sabemos dónde está Dios.
Cada mañana la veía pasar arrastrando las risas del nuevo día, caminaba lenta, disfrutando el surco, cada, paso, cada gota de luz, partículas- cocuyos maná de vida, que se pegan cual confeti en su arrugada piel... Mirada fija en un punto delante de ella, siguiendo una a una las migajas tiradas en su último viaje.
Nada detenía su avance: lluvia, calor, viento, frío, eran decoración perfecta en su sonrisa. La zanahoria de su norte magnético no fallaba, geométricamente estaba el punto, por todos conocido. Reía tímidamente en sus adentros, era una iniciada.
¿Vendrá hoy? Se preguntaba titubeante mientras recorría lentamente con su vista, desafiante las tribunas de ese coliseo mundano que siempre le abucheaba antes de su sacrificio en el encuentro a su nirvana cuando el dukkha ha quedado atrás .
¡Faltaba poco! Sin embargo parecía no avanzar, siempre las tormentas de arena se presentan inoportunas, el viento recula esperanzas y le hace sufrir por momentos, es una liturgia diaria atormentante que ya conoce. Hoy sería diferente, ¡hay que tener fe!
Ahí está el altar con su inmaculada inocencia, más allá la gran piedra que tendrán que remover los ángeles, antes de su llegada.
¡No! ¡No por favor! No otra vez! El maligno se interpone celoso a mi entrega...
¡Detente satanás, que escrito está… No tentarás a la hija de tu dios, tu hermana!
Ahí estaba el que cayó del cielo con sus huestes, como todos los días, acechando la oportunidad, a la misma hora y en el mismo segundo.
Frío, calculador, seductor, cuando no gato, cuervo, rama de árbol en fantasmales reflejos…
-¡Te devolveré tu razón y los colores de tu vida!-
¡No me tientes, sabes que él vendrá por mí y no podrás impedirlo!
-¡Abre tus ojos y mírame! – le ordenó-
¡No, no quiero mirarte!, ¡aunque me envuelvas en este torbellino que me produce náuseas! ¡Eres medusa que convierte en piedra, pensamientos!
-¡Es tu última oportunidad de ser normal!-
¡No quiero ser normal, quiero verlo a él, origen de los tiempos, la razón de mi tormento!
El tornado se alejó como un trompo sideral, en vergonzante huida perdiéndose en la nada, ante el exorcismo inocente de su mirada.
¡Un espejo!, ¡Necesito un espejo! Quiero ver si mis ojos tienen la paz de siempre, borrar pecados incrustados en mi cara, el demonio no duerme. Miente. Una gota de lluvia a punto de extinguirse reflejó su imagen, al fin mujer. - suspiró satisfecha-
La Meca está desierta, exclusiva para ella, siete vueltas alrededor de la Kabaah y de ahí, la pureza bajará del cielo en escaleras para el encuentro.
Comenzó a girar sobre sí misma mientras recuperaba la sonrisa perdida. En cada vuelta su pasado se volvía presente y su futuro dormía la siesta.
Fue agotador el sacrificio, pero ya estaba ahí, los ángeles están haciendo su trabajo…! Tercera llamada! … !Tercera!... ¡Comenzamos!
Se hincó pero una voz le ordenó levantarse. Tomó un ladrillo por banquito y se arrimó a la pared.
La vía láctea del callejón tenía una construcción en abandono, una pared semicaida, un hoyo en el tercer ladrillo de la sexta hilera por donde se podía ver el universo, el sendero luminoso del paraíso. ya lo conocía. Se ubicó geométricamente. Sabía dónde estaba.
La letanía comenzaría en segundos
A lo lejos no se podía escuchar el dialogo.
Sus labios decían ¡mea culpa! en intervalos acompasados y se daba golpes de pecho, dibujaba triángulos en los espacios y tronaba sus dedos a destiempo. De pronto:
¿Qué me traéis?
Tu corazón en pedazos envuelto en los pecados del mundo.
¿Mi sacrificio fue en vano entonces?
No, porque aún sale el sol, las flores crecen y sonríen los niños.
¿Hay maldad todavía?
Se necesita la obscuridad para que la luz brille, tú lo dijiste.
¿Qué deseáis?
Un lugar en tu columna, junto a ti, admirando tu trono misericordioso, si me creéis digna de ello, un momento de paz en el oriente eterno que la jornada fue dura. Los demonios me persiguen no respetan tu cruz, me atacan con tridentes rasgando mis pecados, los ángeles en contubernio se ríen de mí, no hay ablución que lave mi conciencia, y tú te vas lejos, me estigmatizan en tu cara y nada dices, me dejas sola con tu cruz ¡ ya basta!.
Se levantó temerosa, temblando, tapando sus oídos para no escuchar el anatema ¡No otra vez! ¡No otra vez! …De nuevo había sido expulsada en las puertas ya, del paraíso…Los ángeles movieron la roca, sonrientes encendieron espadas amenazantes. Las tinieblas cubrieron su entorno, volvió la nada, el caos. Seis días para volver a creer en el mundo.
Triste exclamó en sus adentros frases conocidas: Otra vez, comenzar de nuevo a desgranar migajas para no perder el rumbo, intentar otra vez cual Prometeo entregar el fuego a los humanos, enfrentar romanos convertidos en gatos, fariseos en cuervos, disfrazados, mi conciencia destrozada en tajos, mientras el fénix resurge de cenizas y los cuervos devoran mis entrañas. El milenio se acerca, ¡me arrepiento! ¡Me arrepiento! ¡Me arrepiento!
Nadie en años le ha escuchado decir palabra alguna. Solo habla con la mirada a veces muda con la luna, los perros y las estrellas.
Pasó frente a mí, con el viento en su frente, musitando rosarios, letanías, con lágrimas conocidas en sus ojos, oraciones caídas…
Me vio y dijo: (con sepulcral acento)… ¡no me tientes, qué escrito está, adorarás a tu dios!... Persignándose (tres veces) se alejó!