Hoy se sentía bella, coqueta, altiva con garbo y salero. Sus ojos alguna vez azules resaltaban la blanca piel de una mujer de 40. La tarde perfecta para el encuentro presentaba un día nublado, con rayos de sol escapándose a lo lejos entre las nubes. Recordó –“La tarde está acogedora ¿No? ¿Por qué no te conviertes en tarde, yo en no y conjugamos el verbo?”. La nieve había terminado de caer minutos antes, los copos invisibles, espíritus de gavilla dorada, asechaban los sistemas inmunológicos impunemente con alevosía y ventaja. La pequeña callejuela República de Chile lucia con montones de nieve, antes basura en la belleza abstracta de su reino. El lugar perfecto para el sacrificio… o la cita.
-No la miraba desde la última vez, cuando se despidió llorando, cobrándome las dudas de sus pensamientos reprimidos. ¿Cómo era posible que yo la engañara? Se lo pregunté… y yo me pregunto ¿cómo es posible engañarla? Estoy esperando aún que abra la puerta con las palabras solo por ella conocidas, e irnos liberados a donde nuestro amor sea posible más allá de lo platónico, lo mágico, lo irreal…Tal como lo ha prometido tantas veces. Uff, este traje azul me queda perfecto. No tengo amigos, pero si los tuviera les presumiría la mejor de mis conquistas: Nubia, arrogante, atractiva, diosa de mi creación. Cuenta que ha sido princesa de un cuento de hadas, cómo no creerle, sus ojos azules (cuando los veo) reflejan los grandes palacios, pisos de mármol en blanco y negro, escaleras color violeta que de seguro llevan al cielo, mientras grandes candelabros iluminan con eternas velas los encuentros de la realeza; tras el cortinaje, la luna seguramente refleja sus trenzas sobre el agua….
Debo llegar, hoy es el día, Marte y Venus estarán en la casa del eterno oriente, el Oráculo no puede equivocarse ¡ hoy es el día!. Me está esperando, seguro, impaciente. Capuleto él, yo Montesco, o viceversa ¡da lo mismo! …
Su corazón empezó a latir con frecuencia conocida, los tambores de la impaciencia retumbaban en su frente, unos pasos…la emoción reseca su boca… Unos minutos más y debía decidir el futuro… llegó al lugar… escuchó sus pasos remorder el hielo seco… Esta vez no escapará como en cada cita, será mi prisionero en el callejón sin salida.
¡Adaar, Adaar, estás ahí? Se hincó como todos los días, a la misma hora y en el punto geométrico por los dioses conocido. La hora, la edad…. tres campanadas… Empezó a sentir el ahogo…. La asfixiante duda… ¡No me digas que me engañas ahora que no puedo verte! ¿otros labios te impiden el habla? ¡Contesta ya que la impaciencia es mala consejera!… Tomó un pedazo de espejo en triangulo punzante y a través de su reflejo buscó en sus adentros…Ahí estás amado mío, ¿por qué las tinieblas? ¿Es que mi amor ya no ilumina tu vida? ¡Despierta, que algo dentro de mi erupta de mis adentros magna de una pasión inmortal!. Te invoco y mi fantasía te permite realizarte… ¡Sé pues!...qué de penitencia de he dado el pensamiento.
-“¿Quién eres tú que, en medio de la oscuridad de la noche vienes a sorprender mis secretos?”
Soy la diosa de tus sueños, dueña y señora… ¿Por qué ocultas tu mirada?... ¿Acaso en mi ausencia al abrigo de las sombras ocultas tu engaño e intentas partir? ¿Ese traje azul que engalana tu cuerpo, oculta acaso huellas de besos y caricias extrañas? Habla, te conjuro…que esta vez no podrás escapar, no hacer de tu arte una promesa incumplida…
-¿Quién puede engañar a tu imaginación? ¿No eres tu diosa que hace caer la nieve en el desierto? ¿No tus conjuros mágicos crean pasiones de la nada? Ve mis ojos, ¿no es lo irreal una cascada de espejismos? ¿No soy yo un recuerdo de un engaño penitente, imborrable en tus recuerdos? ¿No es tu magia creadora la que me convierte en aire, viento, fuego, cuando la tierra consume mis restos y tú retadora te eriges en diosa, y resucitas mi recuerdo?...¿no me dejas de penitencia que me ahogue en mis pensamientos?
¡Calla, te lo ordeno!…no hagas que mi amor conjugue odio y venganza reprimidos y mate en ti mi desespero, eres hecho a imagen y semejanza del que engañó mi inocencia, quién se fue con el mismo traje azul al caer el invierno. Recuerdo su sonrisa… “Soy agente de ventas, soltero para servirle a usted… Este ramillete de flores estaba huérfano sin la belleza de sus ojos… No llores, tu primera vez es el sacrificio de nuestro gran amor…Te esperaré en la estación del tren y nos iremos juntos al paraíso…Nada… Nadie…. El señor Adaar al Fayed salió ayer en el auto de la compañía lo siento...Pero no hubo tren en la estación, solo risas que me persiguen burlonas aun, como flechas en la herida: Como vez, no hay salida hasta que juntos bebamos el elixir de la inmortalidad y partamos como tú dijiste, juntos… al paraíso…
Escuché el conjuro, a través del espejo, se abrió una puerta y apareció… Desaliñada, sucia… Ojos desorbitados desvenando sangre, baba cayendo de su boca ¿Eres Adaar? Preguntó… Y yo no tenía habla, solo pensamiento… el tren ya va a partir- dijo- estoy aquí, en la hora exacta de la cita… ¿No?... Guapa ¿verdad?... Vi en su mano un pedazo de espejo en triangulo punzante… y sentí como lo descargó al aire en repetidas veces hiriendo los espacios: cada uno de sus recuerdos. Me reflejé sangrante en el espejo de sus ojos, palacios caídos…candelabros…apagarse la luna… la luz…un remolino con burlonas sonrisas consumió mi nombre en la sombra de los gritos, golpe tras golpe…
Mientras el ulular de la ambulancia acompañaba los últimos suspiros de una moribunda ensangrentada, con una sonrisa en la boca…