No sé, Rodolfo, con xuál melodía acompañar este injusto momento de una triste despedida.
Decirte adiós, a lo lejos, sin poderte llorar, sin poderte decir: Gracias, Maestro.
Gracias por que nos enseñaste a amar lo que compartíamos sin entender, nos enseñaste que la música es más que notas y silencios. Nos enseñaste a amar los que hacemos, más allá de la diversión y el agasajo, nos enseñaste que lo que nos da de comer merece respeto.
Nos enseñaste a defender lo que somos y a estar orgulloso de ello, que no somos menos, ni más, pero sí iguales.
Te recuerdo en los 70’s , tu en el continental, yo en el Gándara compartiendo espacios, tu siempre dispuesto a compartir experiencias, yo agradeciendo el momento.
Eres sin duda el ultimo eslabón de las grandes orquestas, quien mantuvo la tradición a pesar de accidentes, problemas económicos y físicos. Ojalá siga la tradición, tus alumnos y compañeros, obligados.
Mi estimado Amigo, ya no habrá botes o tequilas que refrenden de vez en cuando nuestra amistad, ahora tu recuerdo brotará en alguna anécdota que la cansada memoria nos permita, pero siempre, te lo aseguro, quedará un buen recuerdo de los pocos momentos que nos permitimos.
Qué injusto es el destino que en vez de los aplausos merecidos, solamente recibas de lejos oraciones y plegarias.
Descansa pues, que la tanda ha terminado, el archivo agotó la última hoja de nuestro repertorio.
Tus antiguos amigos te esperan para iniciar un nuevo concierto y seguramente dirán: ¡Márcale chino!
Le faltan teclas a mi piano para llorar tu partida.
Tu amigo Andrés.