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Sábado 23 de Nov de 2024
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Presentan libro de poetisa cajemense

L. Carlos Sánchez
Lunes 15 de Julio de 2024
 

Como un acto de sanación. La mirada interior puesta en las páginas de un libro. Explorar el pasado y palpar con la experiencia vivida lo que se es ahora, precisamente por lo que se fue en la infancia: los años determinantes para lo que seremos forever.

En el sueño de otoño de María Guadalupe Moreno Robles (ed. Mamborock 2024) se tocan los instantes trascendentales de una vida, de aquel momento, de los dolores y alegrías, del amor límpido que contiene también pasión y erotismo, todo esto visto con la mayor inocencia y transparencia. Ni prejuicios ni burdos pasajes de exaltación; un jardín, el campo, la ventana abierta, una mañana de café sugerida: sí.

El espejo, ese reflejo con el que conversamos sobre los avatares, desconsuelos y alegrías al paso de nuestros días, se vuelca al interior de estas páginas, como un acto de investigación y análisis personal, como el resumen vital, urgente y necesario para ordenar y conjeturar los saldos los años.

En cada oración, en cada verso, el rimo y el contenido es un pincel que traza armonía y como un destino final: la catarsis. Porque solo habita aquí, incluso en los dolores que contienen la diversidad de textos, la construcción del retrato de un mundo afable y generoso. ¿Cómo le haces, cómo lo logras, María Guadalupe?

Porque la tarea al escribir es acatar los designios que dicta la memoria, porque también el lápiz obedece al tacto, a la contemplación del recuerdo aquel, las manos aquellas que estuvieron cerca para acariciarnos como a los pétalos de una flor.

Entre prosa y verso, la escritora nos conduce a las más armoniosas locaciones que a sus ojos le han tocado admirar. De ahí la adicción y el deseo, la permanencia en la lectura, el lazo primoroso al que todo lector deseamos adherirnos como un remanso para el encuentro con nosotros mismos. Al paso de las páginas la emoción es el crescendo fabuloso y la gratitud una palabra en el cuerpo que nos recorre desde la lengua hasta los pies.

Las cosas aparentemente simples y trascendentales. Una rana o el viento, el nombre y su significado, aquel amor o el beso que edifica el más enorme de los latidos con solo una vez. El diario de la consagración, donde caben y se destacan las cosas que importan:

El pájaro que cada mañana canta en la barda de mi casa, el gato que por las noches aturde con sus eróticos maullidos, cada sorbo de café caliente mañanero y el recuerdo de tu voz, todo esto es el enramado de mi vida prendida al papalote azul turquesa que se eleva hasta perderse en el multiverso.

Aprender de la lectura, meditar o concluir incluso sin pretenderlo, porque al paso de la carreta se acomodan las calabazas, así los veintes que nos caen mientras el libro en nuestras manos avanza hacia la conclusión de los privilegios de tenerlo en la mirada, como un regalo enorme y de manufactura estética, ergonómico, anti pretensioso.

En el sueño de otoño está inscrita esa sensación de sanación, ese emblema preciso de la sencillez como un vehículo para nombrar lo que se ama, lo que es. Está chingón. ¿A poco no?

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