El viejo Santos camina lento por la vida, cuenta sus pasos y sus días. Se quedó sin los amigos que solo existieron en sus cuentos, la sombra compañera de infortunios lo dejó por otro cuerpo, presagiando su partida; carga solo su morral de cuentos viejos y recuerdos que le contaron sus hermanos: cenzontles, canarios y los mirlos a la sombra de mezquites, sahuaros y pitayas.
Al viejo Santos, no le interesa ya mirar detrás de su espalda, para ver si aún existen las veredas que forjaron sus huaraches de tres puntas y después sus zapatos, ni cuantas puertas acariciaron los nudillos de sus cansadas manos implorantes, en busca de algo más que sonrisas y aplausos; no le interesa contar los pañuelos plagados de neuronas humilladas con los que secó el sudor de sus cantos y leyendas.
El viejo Santos no ha sido un guerrero de batallas invencibles como lo fueron Sibaulame, Tetabiate o Cajeme en remotos tiempos, El viejo Santos solamente fue un cantor de las estrellas que exaltaba en sus cantos las osadas epopeyas guerreras de su raza.
El viejo Santos, se pregunta si valió la pena escribir tantos ríos de tinta para que sobreviviera la memoria histórica de su pueblo; se preguntará también si hay alguien en la tribu que de él se acuerde, pocos le brindan la sonrisa y otros muchos le niegan su mirada acusándolo de torocoyori, por el solo hecho de hablar en muchas lenguas y a distintas pieles sobre la diferencia entre tradiciones inventadas y los usos y costumbres ancestrales.
El viejo Santos prepara su conciencia en las sumas y restas, ha pagado con creces en carne propia y en esta vida, la posible penitencia en el infierno.
El viejo Santos allá en el asilo donde se encuentra enclaustrado, entre el dolor y la soledad escucha atento el canto de los grillos que exorcizan los pasos de la muerte y valiente sabe que hoy no viene por él, y como todo humano seguirá en lista de posibles, en la segura espera.
El viejo Santos, espera de quienes bebieron de su bule alguna historia, leyenda o poesía, se acuerden de la solidaridad que dignifica a los humanos, el viejo Santos no quiere lastima disfrazada de caridad, solamente SOLIDARIDAD.
El viejo Santos, un creador de fantasías despierta en la cruenta realidad del abandono social y se escabulle como lobo solitario, herido de muerte entre matorrales que van al Bacatete el lugar sagrado de los viejos; les pide a los dioses de los jesuitas, a los de sus padres más antiguos, solamente una cosa, una digna manera de cerrar sus ojos.
El viejo Santos se fue satisfecho, olvidando en vida hechos consumados, la indiferencia de su raza y su nacionalidad.
Sonríe antes de dejar el bastón innecesario que lo acompañó en su mortal enfermedad, se despidieron como amigos, uno, dando gracias por su apoyo, otro, por la oportunidad de ser útil cuando fue necesario.
Traspasa pues el viejo Santos la raya en el suelo que no quisieron cruzar los españoles y él sin miedo a cuestas, se va a esos anales de la injusta historia que escriben los triunfadores, al vedado nicho, donde descansan los que escriben la verdad sin compromisos o sus propias versiones de la vida sin bendición alguna.
Sabe que su cuerpo será huésped de una tumba sin nombre, lejos del sagrado camposanto; ánima sin derecho a vela, hereje por cuestionar la historia oficial que le puso nombre a sus dioses e impuso tradiciones. sin la dignidad merecida a su humilde aporte a la humanidad. Sepulcro que solo el olvido y los gusanos, recordarán de su volátil existencia.
Sin los pájaros no existirían canciones, sin juglares la memoria.
Hace años partió. Se le recuerda aún con afecto merecido.
Descanse en paz su recuerdo y que el olvido nunca lo alcance.