Spring training
Angel Torres
Martes 13 de Marzo de 2007
Ya estamos en el entrenamiento primaveral y la séptima temporada del nuevo milenio se encuentra al doblar de la esquina. Estupendo pero que conste que no siempre fue así:
Solía ser que todos los equipos de béisbol de Grandes Ligas tenían a sus jugadores reportándose a sus respectivos parques, una semana o dos antes que el campeonato oficial comenzara. A pesar del frío que el invierno trae a las regiones del Norte, los peloteros trataban de entrar en forma y para conseguirlo en muchos de esos días, tenían que limitarse a realizar tiros bajo las graderías.
En 1886 Harry Wright llevó al conjunto de Filadelfia a Charleston, Carolina del Sur a entrenar y Cap Anson reunió a una docena de sus jugadores del Chicago para llevarlos a Hot Springs, Arkansas. La idea prendió y ahora la mayoría de las novenas tienen como base la Florida y Arizona.
En 1888 a Connie Mack le tomó tres noches y tres días llegar con el equipo de Washington a Jacksonville, Florida, donde descubrieron que en los hoteles no los querían. Finalmente en uno de ellos accedieron a darles alojamiento, con la condición que no alternaran con los huéspedes en el comedor. En la actualidad todos los hoteles y moteles se interesan por el negocio del béisbol.
Los peloteros van a los campos de entrenamiento en Rolls Royce, Mercedes Benz y Lamborghinis, aunque las camionetas siguen siendo los vehículos preferidos, porque le permite a los jugadores llevar a la familia. Antes todos los peloteros permanecían en un mismo hotel pero ya no es así.
Ellos reciben mucho dinero para gastos y se quedan donde quieren. Por mucho tiempo hubo la costumbre que los conjuntos realizaran una gira en camino hacia la ciudad, jugando en pequeñas poblaciones cada día. En el presente las novenas permanecen en los climas cálidos y vuelan a casa justamente a tiempo para el programa inaugural.
El entrenamiento primaveral ha sido siempre un tiempo feliz para el béisbol. Desde su inicio era maravilloso abandonar el Norte a fines de febrero y salir hacia el Sur. Era bueno empacar las camisas deportivas, los abrigos ligeros y los zapatos de dos tonos. En la primavera la vitalidad crece al igual que el espíritu humano. El campo de entrenamiento es relajante y los dirigentes están optimistas.
Los jugadores jóvenes lucen realmente confiados y los fanáticos esperan que los novatos que triunfaron el año pasado como Justin Verlander, Dan Uggla, Hanley Ramírez, Kenji Johjima y Russell Martin puedan consolidarse en sus actuaciones y triunfen en toda la línea. Otros como Tony Abreu, desean mostrar que pueden imponerse en el mejor béisbol del mundo.
Los veteranos piensan que tendrán otra buena campaña o una mejor que la anterior si esta fue mala y son muchos los que esperan lograr las metas propuestas. Para Barry Bonds sería un sueño superar los 755 jonrones de Hank Aaron, para Frank Thomas, Jim Thome y Manny Ramírez, superar la barrera de los 500 cuadrangulares y para Iván Rodríguez la de 500 dobles. Craig Biggio hará lo posible por conectar los 70 hits que necesita para llegar a los 3,000 y Tom Glavine no reparará en sacrificios para ingresar al Club de las 300 victorias. Algunos como Orlando "El Duque" Hernández, quieren demostrar que no están listos para el retiro.
Las horas de trabajo son cortas, dejando tiempo para el golf, la pesca, manejar por los alrededores o ir al cine, pero la temporada es muy larga y los días se hacen calientes. Las dobles carteleras se amontonan con la excepción de California. Los viajes por avión han alejado el romance y la camaradería de las travesías en tren.
Al final de cada torneo uno ha tenido suficiente, pero durante el invierno se extraña teriblemente al deporte de las bolas y los strikes. Al siguiente verano todo es fresco otra vez.
Después del largo invierno ya uno está listo para leer un periódico y enterarse si Derek Jeter, Greg Maddux o Nomar Garciaparra ya están en forma, si Ryan Howard superará en el departamento de jonrones de la Liga Nacional a los toleteros Albert Pujols, Alfonso Soriano, Lance Berkman o Carlos Beltrán.
Si David Ortiz, Jermaine Dye, Vladimir Guerrero y Travis Hafner seguirán quemando la Liga Americana, si Pedro Martínez volverá por sus fueros, si el zurdo Johan Santana ganará otro Cy Young, si los veteranos Mike Mussina y Randy Johnson permanecerán en activo hasta el final de la campaña o si Sammy Sosa será capaz de realizar un regreso glorioso.
Con anterioridad era un deleite enterarse de los problemas de Leo Durocher o de las predicciones de Branch Rickey. Fue Rickey quien entrenó a los Dodgers en Cuba en 1947, trasladándose luego a Panamá, donde Jackie Robinson jugó en la inicial por primera vez. Al año siguiente los Dodgers fueron a la República Dominicana, porque aún en la Florida y el Sur no estaban listos para Robinson.
Rickey había adquirido una antigua estación naval aérea de entrenamiento en Vero Beach, Florida, y la había convertido en Dodgertown, que hasta el momento es el campo de acondicionamiento primaveral perfecto: cuartos, comida, diamantes de pelota, piscinas y campos de golf, a pesar que los Dodgers se van a mudarse al desierto de Arizona en 2009.
Se nota que ya estamos dentro del ambiente de béisbol de Liga Mayor y que el aburrimiento invernal es cosa del pasado. Es la época del año donde pienso cariñosamente en el siguiente campeonato de pelota. El invierno ha pasado, la lluvia se ha ido, el sol comienza a calentar nuestras cabezas y una voz poderosa se escucha por los amplificadores de todos los terrenos de entrenamiento en béisbol. Es la voz del anunciador indicando como está la anotación, quien está al bate y recordándole que compre un boleto de temporada para que le salga más barato.
Es cuando recuerdo que en mi juventud no confrontaba ese problema invernal, porque comenzaban las Ligas Invernales por el Caribe que culminaban con las celebraciones de las Series del Caribe.
¡Que viva el rey de los deportes que para mi es el béisbol!.