Al Bat: El Caballero del Beisbol
Jesús Alberto Rubio
Domingo 23 de Septiembre de 2007
No sólo fue “Canguro” o “Santicos”; al legendario Santos Amaro también se le conoció como “El Caballero del Béisbol”.
Llamó la atención por sus finos modales y a la vez un físico impresionante; una piel color negra, azul brillante; ojos claros llenos de bondad y rostro de niño, con su voz, delgada, aguda, que contrastaba con su gran estatura física de 1.92 metros.
Cuando viví en Veracruz en los mediados de los 70´s y comienzos de los 80´s tuve la fortuna de conocerlo, tratarlo y manifestarle mi respeto y admiración. Ocurrió igual con Lino Donoso y Mario Ariosa y Armando Rodríguez, cubanos que hicieron del bello puerto su hogar para siempre.
En esos días le traté de diversas maneras, saludándolo con mucha frecuencia en la avenida Independencia o dentro de la casa deportiva La Gran Sociedad de, inolvidable amigo Perfecto Vélez Ortiz o bien en el Centro Deportivo Veracruzano donde tenía un empleo administrativo.
Temprano, por las mañanas o al mediodía, solía verlo caminar, a paso lento, por la calle Independencia, camino a la Gran Sociedad y así como no queriendo la cosa le seguía para saludarlo y charlar con él.
De los grandes peloteros que traté en esa inolvidable y hermosa ciudad, sin duda que Amaro fue algo muy especial, encontrando en él a todo un caballero, distinguiéndole la amabilidad y el respeto que veía cómo profesaba a quien le rodeaba.
Por la barrera racial…
Santos Amaro impactó por ser un jugador muy completo y por mucho tiempo una de las estrellas del béisbol de México y latinoamericano. Y si no llegó a la Gran Carpa, ya sabe el por qué, sí, por el color de su piel.
Se sabe que como otros grandes peloteros latinos, rehusó ofertas de jugar en las Ligas Negras a fin de evitar sufrir la segregación racial que incluso existía en el siglo XX en el sur de los Estados Unidos.
Teniendo todo para demostrar su enorme capacidad y talento, aquella ingrata barrera de color, al paso del tiempo le negó a su familia la distinción de ser el primer clan con tres generaciones de ligas mayores ya que su hijo Rubén, (1960-69) y su nieto, Rubén, hijo, (1991-1998) jugaron en esa pelota.
Su nieto hasta el año pasado era Asistente del Gerente General de los Filis, uno de los pocos latinos en las altas oficinas de una organización de Grandes Ligas.
Jugador completo y gran consistencia
Y, sobre el terreno de juego, cuidado.
¿Sabe qué le caracterizó siempre?
¡La consistencia ofensiva!
Fue un pelotero que siempre promediaba arriba de la cifra mágica (se retiró con un global de .314 en la Liga Mexicana) y con un brazo del todo envidiable desde el jardín derecho.
Jugó como receptor y tercera base antes de convertirse en un jardinero derecho donde siempre realizó una labor más que aceptable, pero era su fuerte brazo el que llamaba poderosamente la atención.
Lució siempre con su firme estampa y por ser un bateador fuerte; conectaba sólido a los lanzamientos de los pítchers... pero curiosamente no era jonronero.
Era un bateador de líneas... de sencillos y dobletes. Y su promedio ofensivo siempre fue excelente con todo y jugar al nivel del mar, en el Parque Deportivo Veracruzano y el puerto de Tampico donde los lanzadores tiene todo a su favor con sus curvas que rompen más y la pelota no viaja como en otras latitudes.
En la década de los 40´s, cuando el circuito de verano llegó a la cima de su categoría por las contrataciones de peloteros de Ligas Mayores y de Cuba que hizo el magnate Jorge Pasquel, promedió a la ofensiva en ocho campañas cifras arriba de los .300.
Toda esta trayectoria le llevó a obtener el reconocimiento de la prensa especializada para lograr nichos de oro en los Salones de la Fama del Béisbol Profesional de México y su natal Cuba.
Notable historia
En 1928, procedente de Cuba, donde nació el 14 de marzo de 1908 en Aguacate, La Habana, llegó al puerto de Veracruz formando parte del equipo “Bacardí”, que tenía como manager a Luis Sansirena, pintoresco personaje que más tarde en nuestro país llenó una etapa muy larga como coach de confianza de Lázaro Salazar, “El Príncipe de Belen”.
En alguna ocasión, Amaro comentó que su primer salario en la pelota profesional fue de diez dólares a la semana, comida y cuarto y que la primera posición que desempeño fue la de cátcher, difícil para él por su elevada estatura.
Después jugó en la tercera base pero su verdadero puesto fue el de jardinero derecho, dónde sobresalió por su poderoso brazo.
Santos Amaro casó en el puerto jarocho con una dama veracruzana, Josefina Mora luego de conocerla en 1930 cuando jugaba en un partido preliminar a un encuentro del Aguila. Ella estaba en el Único club de béisbol de mujeres de Veracruz.
Con Josefina procréo dos hijos: Mario (1931), graduado en la Escuela de Medicina de la Universidad Veracruzana en 1960 y hoy ejerce en Filadelfia, así como Rubén (1936), nacido en Nuevo Laredo, Tamaulipas pero registrado en Monterrey, Nuevo León y quien hizo gran carrera en el béisbol de México y Ligas Mayores.
El Aguila de sus amores: dos banderines
Amaro se presentó en la Liga Mexicana en 1937, firmado por Agustín Verde para los Rojos del Aguila de Veracruz, principio de una estadía de 18 temporadas en el circuito, hecha la excepción de la del año 1938.
Jugó nueve años con el Aguila, ocho con Tampico y una con los Azules del Veracruz.
En 1951 sustituyó al inmenso Martín Dihigo como mánager del Aguila, equipo al que llevó a la conquista de los banderines de 1952 y 1961.
La afición veracruzana recuerda muy bien al Ing. Carlos Rubio, entonces dueño del Club Aguila, un gran pítcher en sus tiempos y quien ese año contrató al gran cubano como timón. Y no le falló.
Lo mismo sucedió en la campaña del 61 y muy grabado quedó aquel abrazo inolvidable en que se fundieron Amaro y Rubio al conquistar el banderín veraniego.
En aquella temporada, Carlos Rubio había hecho un cambio decisivo con el México Rojos al obtener para el Aguila al enorme Al Pinkston y al segunda base Ernesto “Natas” García.
Santos Amaro también manejó al Tigres una parte de la campaña del 59 y luego terminó su carrera como mánager de los Broncos de Reynosa.
Cuándo se retiro ¡a los 47 años de edad! como jugador activo en 1955, tenía .314 de porcentaje global de bateo, producto de un mil 338 hits conectados en cuatro mil 267 viajes. Empujó 705 carreras.
La carrera de Amaro duró más de 40 años (1930-1970). Y como mánager, también brilló en Cuba, República Dominicana, y Venezuela.
Por su notable trayectoria y altos méritos, en 1977, junto con el mánager Guillermo Garibay, ingresó al Salón de la Fama del Béisbol profesional de México... y ahí estaba Beto Avila y otros grandes del béisbol, para felicitarlo calurosa y eternamente.
Desde 1949 residió en el puerto de Veracruz, hasta su lamentable fallecimiento ocurrido el 31 de mayo del 2001.
Su estirpe de pelotero se manifestó, plenamente, en su hijo Rubén, quien jugó 11 años en la Gran Carpa, llegando a vestir la famosa franela de los Yankees de Nueva York y luego de los Filis de Filadelfia y Cachorros de Chicago, además de brillar en otras funciones gerenciales... pero esa es otra historia que ya luego les contaré.
Hoy por hoy y siempre, mi eterno homenaje a Santos Amaro, gloria del béisbol. Sin lugar a dudas, al paso del tiempo, sigue siendo un personaje inolvidable, eterno y rodeado de una muy grata historia.
Jesús Alberto Rubio
jarubio@guaymas.uson.mx