Triste tarde americanista
Luis de las Heras
Lunes 19 de Novimiebre de 2007
¡Toda la tarde llorando sin parar! Sentir que se ha perdido cuando en verdad no se ha perdido nada y sin embargo tener ese sentimiento de que se nos cae la vida en pedazos.
¡Qué duro es pasar la tarde pixteando y llorando sin consuelo, y después del partido ir en busca de nuestros seres queridos!
¡Mar de lagrimas que anidan en los ojos e inundan el alma, ante el estupor de ver cómo, sin embargo la vida continúa! Se ha perdido ante la ignominia, las malas decisiones y la genialidad de los atacantes contrarios, y es como un sentir que se ha perdido sin haber perdido nada.
La pantalla gigante del King Kong ilumina la arena ante un centenar de arrebiatados seguidores americanistas.
Los conocedores del juego, saben de antemano que son necesarios tres goles para hacer el milagro.
La pista de baile la circundan un a decena de mesas con parroquianos, unos furiosos seguidores de las Águilas y otros tantos, tal vez no identificados con el Monarcas, pero sus comentarios apuntan a identificarse como oriundos de Michoacán, ¡ hijos pródigos de la estirpe purépecha!
Los rostros apasionados de los aficionados americanistas, dibujan una leve esperanza ante el gol del juvenil Esqueda.
Termina el primer tiempo y el espacio cede lugar al ruido ensordecedor de los varios watts de salida de las enormes bocinas que como monstruos transformers diseminan su descomunal materia decibélica sobre los oídos de los asistentes.
La imagen de la TV repite la jugada del gol americanista., y parece como si un verdugo cibernético echara sal en las heridas de los seguidores de los Monarcas.
La tarde transcurre y las emociones van de un lado a otro,¡ dos tiros penales fallados!, casi hacen que un exacerbado fanático lance una “ballena” contra el televisor.
El tiempo transcurre,las provocaciones entre bandos de aficionados no se hace esperar, los pleitos verbales con mentadas de por medio, apenas audibles entre el mar de notas estridentes, pero remarcadas con una actitud beligerante con los brazos en alto doblando el codo simbolizando la mentadademadre entre una mesa y otra.
La tarde se ha hecho vieja y con ella el partido, con la victoria de las Águilas, pero con la consabida descalificación.
El ánimo y la euforia purèpecha hacen que un desbordado fanático de los morelianos, se trepe a una mesa y empiece a entonar las notas de “Juan Colorado”, en un cántico que es al mismo tiempo mensaje de victoria, y de identidad futbolera, actitud que al guardia del local le tiene sin cuidado y de mal modo lo hace bajar para indicarle la salida.
En el King Kong a las seis de la tarde del domingo 18 de noviembre, se respira un aire de desconsuelo, un microcosmos de risitas que quieren contener un mar de lágrimas.
Los aficionados del América se miran unos a otros de mesa a mesa y se intercambian sus frustraciones, como quien se termina una ballena y quiere más.
La tarde languidece, y una amargura tan densa como la niebla de humo de cigarros, se niega a disiparse.
La pista de baile que animan las rolas del tropicalísimo Apache que fluyen por el local, se edifica como un majestuoso cementerio, un día de luto deportivo para los águilas.
La Claudia, La Jazmín y otras chicas danzan con sus improvisados fredastaires de todos los niveles sociales.
Algunos bailadores lucen la amarilla, algunos otros derivan en émulos de héroes purèpechas, chivas, cementeros y ¡uno que otro con la casaca de los Yaquis!
Los ebrios asistentes, parecen compartir su dolor, pareciera que su identidad ahora es la frustración enmarcada en elyamerito del campeonato.
En la pista, un improvisado galán de la Jardines del Valle se abraza con la Lupita, como un acto de catarsis colectiva que conlleva al desenfreno emocional por la derrota.
Un ambiente enrarecido de miados y perfume, flota como una densa capa que envuelve y penetra. Las ballenas siguen su danza de escanciar los vasos de los parroquianos, ebrios de gloria efímera sobre las mesas del lugar.
La tarde languidece y los asistentes a esta representación de poner en juego el orgullo personal en los calzones de unos aventurados y esforzados jugadores, parece que llega a su fin.
Poco a poco el ánimo se va calmando, algunos buscan su bicicleta, para emprender el largo camino a casa, cual si fueran émulos de aquel Pablo Pueblo bladesiano, tras la convivencia pacifica, son:
”Hijos del viento y la calle, de la miseria y el hambre, del callejón y la pena,…su alimento es la esperanza, sus pasos no llevan prisa y sus sombras nunca los alcanzan”.
Tras la partida rauda de los bicicleteros, queda otro sector de parroquianos, esos de lentes oscuros y camisas brillosas, y de descomunales esclavas de pacotilla, esos seguramente volverán a sus casas de la mano de Esqueda, Brailovski y Kevin Rojas.
Cada señor que pase junto a ellos se les figurará un Memo Ochoa, Villa, un Castroman, un larguirucho con cara cantinflesca será sin duda Rodrigo López.
Bueno, se perdió la virtud de ser los ganadores, de derrotar al yamerito, tanto ellos los héroes del domingo al igual que millones de seguidores y fervorosos fanáticos del equipo de Coapa, todos nosotros emprendemos el regreso a casa, como volvemos diariamente de la chamba, de la escuela con los buquis, del súper con la señora, de las tortillas con la sirvienta, con la bicicleta fiel esquivando los perros en la México y la Municipio Libre, de la oficina a la casa en el retacado Línea 12.
Y la borrachera justificada por el juego del hombre, llegó a su fin, poco a poco los invitados de ocasión se despiden uno a uno.
¿Se acordarán del América y el More Mosquera?
Tal vez quedarán para siempre en su memoria las atajadas de Memo, los últimos minutos de un Castroman inefable y de la ineficacia de conjunto, con un Villa batallando ante la desesperación.