El último gran fenómeno
Antonio Rosique
Martes 13 de Mayo de 2008
Cada noche, aquel niño de nueve años y apenas un metro 27 centímetros de estatura, sacaba del refrigerador una caja con las ampolletas del mes. Se sentaba sobre su cama, y, con sus manos diminutas, se inyectaba, el mismo, una dosis en cada muslo.
Aquella caja de laboratorio costaba 1500 dólares y contenía hormona del crecimiento, la sustancia que sus adormiladas glándulas no estaban segregando de manera natural, como sucede con cualquier chico de su edad. Así, se pasó tres, cuatro, cinco años... pinchándose cada noche con la ilusión de crecer lo suficiente para poder un día jugar al futbol profesional.
Eran incosteables 1500 dólares mensuales para sus padres, Celia y Jorge, un matrimonio de clase trabajadora con cuatro hijos; y al poco tiempo resultaron impagables también para el club de futbol donde aquel niño fascinaba con sus habilidades prodigosas:
Newell´s Old Boys de Rosario. Así, este chico, de cabello lacio y cobrizo, no tuvo otra opción que dejar las fuerzas inferiores de La Lepra, donde había ganado todos los títulos de su categoría y había encabezado un equipo inolvidable, al que aún se le recuerda con el sobrenombre de "La Máquina 87", e irse a buscar ayuda a otra parte.
Este niño liliputiense, a quien llamaremos L, se fue con desazón a Buenos Aires, acompañado por su padre para probarse con River Plate, un club que probablemente podría costear su tratamiento.
Como era el más pequeño de los aspirantes, los visores le hicieron poco caso y L fue el último del grupo en saltar a la cancha para mostrar sus habilidades en aquella prueba masiva.
Sin embargo, bastaron tres toques de balón, dos quiebres y un tiro a puerta, para que uno de los observadores de River gritara: "¿Quién es el padre de este chico?".
Aunque L tenía dotes de fenómeno, River no quiso hacer un esfuerzo extra por ficharlo cuando se enteró que el chico había jugado para Newell´s y que probablemente el club tendría que pagar dinero por derechos de formación.
Así que L y su padre regresaron apesadumbrados a Rosario.
El mundo parecía conspirar en contra de este crío de ojos encendidos que había nacido para jugar futbol.
Sin embargo, las hazañas infantiles de L y sus condiciones deslumbrantes, lo habían hecho famoso entre los buscadores de talento.
Y cuando más sombrío se presentaba el futuro, Josep María Minguella, representante de futbolistas como Hristo Stoichkov, Josep Guardiola y Rivaldo, apareció en el barrio de las Heras, en Rosario, para convencer a Jorge y a Celia de que L se fuera a probar 15 días con el Barcelona.
Y así lo hicieron, L, Jorge y Celia viajaron con ilusión y miedo hasta la capital catalana. Sin embargo, el asunto no era tan sencillo.
Pronto se fastidiaron esperando en un hotel a que Carles Rexach, Director Deportivo del Barcelona, regresara de viaje para poder observar a L.
El último día de esas dos semanas, cuando la familia estaba a punto de emprender el regreso, Rexach apareció en las canchas de La Masía, y al él también le bastaron dos minutos para convencerse de que ese chico minúsculo de tan sólo 13 años, al que su familia llamaba "Pulguita", tenía que quedarse en el FC Barcelona.
Esa misma tarde, en un café, Rexach le firmó a Jorge un contrato simbólico en una servilleta en el que el Barcelona se comprometía a costear el tratamiento de L y a ofrecerle una nueva vida a toda su familia en España.
Así comenzó la fantástica historia de Lionel Messi con el Barcelona; y así, con detalles inéditos, testimonios directos y viajes al barrio donde "La Pulga" se crió, es como el periodista Michael Robinson nos cuenta, en su fabuloso programa de Canal + titulado "Informe Robinson", como se gestó el surgimiento del último gran fenómeno futbolístico de nuestra época.
Se trata de una joya de investigación periodística a través de la cual podrás conocer a la familia de Lionel, a sus primeros entrenadores, a sus amigos del barrio, sus goles primigenios, a sus maestras de escuela, sus días felices jugando para Newell´s y sus días amargos, cuando, de adolescente, vivía solo con su padre en Barcelona, mientras el resto de su familia rezaba por él en Rosario.
Hoy la imagen de Lionel Messi le da la vuelta al mundo con sus arranques impetuosos y sus quiebres violentos; pero hubo un tiempo, en que todas las noches, ese pequeñito de nueve años, tenía que inyectarse los muslos, tan solo para poder crecer como un niño normal, tan solo para seguir soñando con la fabulosa vida de ídolo que hoy disfruta.
Predestinado Lio, prodigioso Messi.