Celtics – Lakers: Un clásico
AS
Domingo 01 de Junio de 2008
Numerosos especialistas habían atado al cuello de los Pistons el cartel de favoritos en esta final del Este, pero los Celtics voltearon esos pronósticos y acabaron ahogando con el cordel al equipo de Detroit en su propia cancha (81-89 y 4-2 para Boston).
Y todo pese a que a diez minutos para el final caían por 70-60. El juego celtic quizá haya sido más individualista, pero también más decisivo en los minutos calientes. Los Tres Grandes han hecho honor a su pomposo apelativo.
Tras la exhibición de Garnett y Ray Allen en el quinto partido, en el sexto y definitivo Paul Pierce enterró a los Pistons con su precisión en el tiro (7/9 de dos, 1/3 en triples y 10/13 en libres para 27 puntos). Un parcial de 19-4 en el último periodo destazó a Detroit.
Los Celtics vuelven así a una final de la NBA veintiún años después.
El tiempo que ha pasado desde que perdieran el título frente a los Lakers en 1987.
Regresa un duelo histórico, el que más se ha repetido en la pelea por el anillo (con esta, once veces), el enfrentamiento entre los dos equipos más galardonados, entre los Lakers de las 29 finales (14 campeonatos) y los Celtics de los 16 títulos. Veintiún años después los dos gigantes se cruzan de nuevo. Será a partir del jueves con la presencia de un español, de Pau Gasol.
Otra vez está aquí la eliminatoria que hizo crecer al baloncesto en la década de los ochenta.
En el Auburn Hills de Detroit, en unos Celtics felicísimos, Paul Pierce encarnaba la alegría suprema.
Es un referente en Boston, por juego y porque lleva diez temporadas, toda su vida profesional, en Massachusetts¬, en la costa atlántica.
Él, un chico de California, del Pacífico¬, que se enganchó al basket¬ con los Lakers-Celtics de los ochenta y que, cuando era un chaval, odiaba a muerte a los Bird, McHale y compañía.
Ese chico de diez años, de corazón laker, es hoy el emblema de los Celtics y vuelve a casa para derrotar al equipo de su niñez. Enfrente, Phil Jackson tratará de minimizar el efecto Pierce.
Si lo logra, el entrenador angelino sumará diez anillos de campeón, uno para cada dedo, superando al mítico Red Auerbach (9), el técnico que convirtió en leyenda a los Celtics.
Son pequeñas historias de una final, la más grande de todos los tiempos.