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Fue una reacción espontánea, llena de dolor y frustración. Mientras Wilson Thiago celebraba la anotación (40’) que significó la victoria del Morelia sobre el América (2-1), los integrantes de “La Monumental” decidieron, sin más, darle la espalda al terreno de juego.
Apenas fue el primer revés de las Águilas en el incipiente Apertura 2009, pero el cúmulo de fracasos en dos años terroríficos terminó con la paciencia de los fieles seguidores azulcremas.
Y es que ayer, los locales perdieron el duelo emocional, sobre todo después de recibir el tanto marcado por el delantero monarca Miguel Sabah (17’).
El penalti cometido por Ricardo Rojas fue incuestionable, pero los pupilos de Jesús Ramírez no entendieron por qué el árbitro Julio Escobar no juzgó de forma similar los jalones a Salvador Cabañas y Juan Carlos Valenzuela… Hasta que señaló la clara mano de Mauricio Romero a disparo de Ángel Reyna.
El Coloso de Santa Úrsula despertó. El “¡Vamos América!” explotó, se olvidaron las frustraciones y renació la ilusión, aunque el gol de Cabañas (85’) fue tardío.
Pável Pardo y Juan Carlos Silva fueron superados en la batalla por Jorge Gastélum, Jaime Durán y Thiago. El América sólo tuvo el balón cuando el Morelia quiso. Tomás Boy decidió cazar a las Águilas, cuyo estratega exhibió al Cuervo y al Torito con sus salidas del campo.
En especial al central chileno, naturalizado mexicano, quien tuvo un amargo regreso al Estadio Azteca con la camiseta amarilla. Aquivaldo Mosquera —el hombre que ha llamado la atención— apenas volteó a verlo tras perder la marca del contención brasileño en la jugada que generó el segundo tanto michoacano. La jerarquía de Rojas frenó al colombiano, quien no se dio abasto.
Porque Sabah mostró la misma movilidad que tanto valoró Javier Aguirre durante la Copa de Oro. Sacó de zona al líder de la retaguardia amarilla en varias ocasiones, lo que generó espacios para Elías Hernández.
Daniel Montenegro cumplió con un discreto debut en México. El Rolfi mostró ganas y cierto desequilibrio, pero su ingreso se dio ya con un América partido, con ímpetu, pero sin muchas ideas.
La zaga michoacana leyó perfectamente el tipo de partido que el árbitro le permitía. Fernando Salazar y Romero optaron por detener a Cabañas como fuera, inclusive con faltas. Total, regalar un tiro libre siempre les dio la posibilidad de reacomodarse.
Y ahí, pegado a la zona técnica, los gritos de un desesperado Jesús Ramírez perdieron intensidad conforme el final se acercó. Sólo el gol que acercó a su equipo lo hizo reaccionar, pero al reloj de arena ya le quedaban pocos granos por caer.
Las Águilas se renovaron de cara al actual torneo, pero su imagen en casa continúa sin mayor modificación: gris, inoperante y lo peor, sumamente vulnerable.
Eso explica el regreso de los excesivos abucheos al final del cotejo. El América ilusionó a su pueblo durante algunos minutos con pinceladas de buen futbol, pero el resultado fue el mismo que suele darse en casa desde hace dos años: una derrota.
