Con casi 40 años de edad, más derrotas que victorias en la parte final de su carrera, poca actividad y acumulando más golpes en su cuerpo, Ramón "Yori Boy" Campas debería estar ya retirado del boxeo. No de ahora sino de hace varios años.
Sin embargo, el ídolo de Navojoa sigue aceptando contratos para más peleas y la próxima será este viernes 18 de febrero en su ciudad natal contra el norteamericano Matt Vanda.
Es cierto, se trata de un rival de poca categoría, pero ya perdió ante él y la probabilidad de que ahora le gane puede ser mucha o ninguna, pero eso es lo de menos porque no será una pelea para clasificar en un ranking, ni siquiera en los de las asociaciones de boxeo que surgen todos los días en el mundo.
El Yory Boy vuelve pues esta noche al cuadrilátero, ante su gente y con la admiración, la que aún permanece, de algunos aficionados.
¿Por qué sigue peleando el Yory Boy, si ya no tiene nada que ganar, salvo más castigo físico?
La respuesta más fácil, y tal vez no tan errada, es que lo hace por dinero. Le queda aún algo del renombre que supo ganarse con su bravura hace dos décadas, y lo que sobrevive de esa fama es suficiente atractivo para que promotores sin escrúpulos traten de ganar una lana con la pelea del Yori.
Pero más que dinero, la razón por la cual el Yori sigue peleando puede ser otra. Y ésta tendríamos que buscarla en la necesidad de mantenerse en la mente de los aficionados, conservar aunque sea a riesgo de su propia integridad, algo de la fama que a todos envanece y él no es la excepción.
Alejarse del cuadrilátero para gente como el Yory es perderse en el anónimato, pasar a ser sólo un nombre que sólo algunos recuerdan y a muchos les es indiferente.
El mal del Yori Boy es el de muchos boxeadores. Las noches de combate, cuando eran el centro de todas las miradas y admiraciones, buscados por la prensa y los cazadores de autógrafos, brillando como héroes bajo las luces del ring, son noches inigualables. Noches de euforia, aún perdiendo.
Pero ya lo dice un viejo y bello adagio boxístico: Aquéllos que se fueron, ya no volverán.
Y el Yory no ha entendido eso. Alguien debe bajarlo del ring antes de que empiece a dar lástima. Por su salud y por la fama de guerrero que ganó alguna vez legítimamente, con bravura. Pero eso ya pasó.