Quería escribir sobre el TUCOC (Todos Unidos contra Calderón) o sobre los generales detenidos, lo cual echa por tierra aquello de que el ejército era necesario por ser incorruptible a diferencia de las policías. Pero desgracias nunca faltan para las otras 50 semanas del año, en cambio rara vez se puede celebrar una noticia nacional tan buena como el triunfo de México sobre Brasil.
No nos incrementará el PIB, ni resolverá las dudas electorales y muchos menos disminuirá la desigualdad social, pero carajo nadie nos quitará la sonrisa de satisfacción este fin de semana. Sobre todo porque nadie anticipaba este triunfo.
El periódico El País afirmaba en la crónica previa al partido, que Brasil saldría a la cancha a cosechar por fin el dorado que el futbol olímpico le había negado al scratch du oro. De México apenas se hablaba, como si fuesen un convidado de piedra, un retraso de 90 minutos previos al ungimiento de los amazónicos. Horas más tarde, simplemente encabezaba la nota del resultado con un titular categórico “Viva México”. Tampoco es que se pudiera culpar a los periodistas españoles. Aquí mismo no se le daban muchas posibilidades al Tri frente a estrellas como Neymar, Marcelo, y compañía. Francamente nuestros Marcos Fabián y Chatones no impresionaban ni a propios ni a extraños.
Lo que resultó del juego de este sábado constituye la mayor satisfacción que el futbol le ha dado a México. A diferencia de otros triunfos en finales contra Brasil (Copa Confederaciones, Sub17), en esta ocasión se jugaba en cancha neutral, con un equipo del mismo nivel y en el segundo torneo más importante de selecciones nacionales.
Lo mejor de este partido es que el resultado no fue un triunfo ratonero y sufrido, ni un chiripazo en contra de un equipo que jugó mejor. El propio diario El País tuvo que reconocer más tarde: “El Tri reinó en Wembley de principio a fin. No hubo debate. México gobernó el duelo con humildad y convicción. La intensidad presidió tanto su ataque como su defensa. Maltrató a los brasileños como si fueran unos niñatos”.
Sin grandes estrellas pero con un juego colectivo que a ratos ofreció triangulaciones muy disfrutables y un parado defensivo impecable, México se impuso a un equipo plagado de estrellas. El valor de mercado de los jugadores de ambas escuadras seguramente supera el 10 a 1, a favor de los brasileños. Sólo el fichaje de Neymar, cotizado en más de 40 millones de dólares, debe superar varias veces el valor de contratación de todo el colectivo mexicano.
En cierta forma lo mejor del triunfo es que carecíamos de Chicharito, Vela, Gio o cualquier otro jugador insignia. El Tri ganó gracias a su juego colectivo, lo cual en sí mismo es ya una noticia. Se decía que los mexicanos carecemos de la disciplina y la madurez para sobresalir en una competencia de equipos.
Las pocas disciplinas en las que habíamos sobresalido como la caminata, los clavados y el taekwondo, son deportes individuales, más relacionados con el empeño familiar y personal de entrenadores y atletas aislados que resultado de una vocación nacional e institucional. En realidad ninguna de las tres disciplinas mencionadas son de popularidad masiva.
Pero una medalla de oro en futbol, el deporte con mayor afición nacional y mundial, sabe a gloria. No avanzaremos gran cosa en el medallero, pero éste triunfo ante 90 mil espectadores en Wembley no la cambiaríamos por diez de oro en tiro con arco, esgrima, nado sincronizado, badminton, levantamiento de pesas o pingpong.
México nunca ha sido una potencia deportiva. Carecemos de los tres factores que, según los expertos, permiten cosechar medallas: a) alto desarrollo económico; b) factores bio étnicos propicios para alguna disciplina en particular (Jamaica en carreras cortas, Kenia y Etiopía en carreras largas, por ejemplo); o c) Un Estado dictatorial capaz de volcar recursos ingentes sobre algunas disciplinas deportivas (Europa del Este antes de la caída del muro). Somos un país de media tabla prácticamente en los tres factores. Y sin embargo, logramos alzarnos con la medalla más cotizada de todas.
No quiero extraer de aquí conclusiones simplistas o moralinas, tipo “yes, we can”. Ciertamente lo que hicieron estos jóvenes corrobora lo que ya sucedió en la sub17. Algo bueno deben estar haciendo varios equipos en la formación de semilleros y algo mejor los entrenadores y sus programas de trabajo que los directivos han respetado. Quizá el éxito que hemos tenido con las selecciones “sub”, es que todavía no atraen la atención de los grandes intereses económicos que caracterizan al futbol de primera división. A saber.
Por lo pronto, disfrutemos un fin de semana con el extraño y embelesado sabor de boca que deja de un triunfo contundente y absoluto del equipo nacional. No hay muchos de estos.
@jorgezepedap
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