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Sábado 23 de Nov de 2024
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Todos los caminos llevan a Cooperstown

Jaime Ariel Álvarez
Miércoles 29 de Enero de 2014
 

Era viernes 23 de octubre de 1981, una fría mañana en Etchohuaquila, Sonora; un pueblo rural cercano a Navojoa; su población vive en gran parte a los trabajos agrícolas pero el día de hoy es el centro del planeta. Se siente un ambiente diferente, el olor no es el mismo, las sensaciones son de orgullo, de júbilo; el mismo cielo parece más azúl, todos los estanquillos están cerrados, la gente no camina en sus parcelas, parece un pueblo fantasma, pero no, nada más lejano a la realidad; estas son las fértiles tierras donde vio la primera luz el más grande beisbolista que las tierras aztecas hayan visto; los llanos que sirvieron como play para el gran “Toro”.

Todo el pueblo afanosamente se arremolinaba pendientes al televisor en la casa de los Valenzuela Anguamea, y es que su hijo pródigo Fernando, subiría a la loma de las responsabilidades en el más grande de los eventos, con todos los reflectores sobre él; la Serie Mundial 1981, contra los Yankees de Nueva York.

Es fácil pensar y ver el trabajo final, la obra ya avanzada o llegar a sólo decir que tenemos ante nosotros una historia de éxito, un sueño americano; pero no, esto es mucho más que eso, este es un cuento de fantasía. Para llegar a este escenario el ahora ídolo nacional, pagó el precio; lejanos se ven los días de hambre, de carestías, de arduo trabajo en las tierras, de partidos en los llanos, de las pelotas de hilo, de los guantes destrozados, del bat de escoba, de zapatos apretados, de tardes de sudor. Esos factores son los que formaron la coraza de este indio Mayo, esa fortaleza bella y divina, esos nervios de acero; pareciera que cada partido era una sinfonía entre él y su receptor, y el bateador era sólo un espectador. Pareciera que cada vez que lanzaba, estábamos por ver una obra de arte, un Picasso, un Rembrandt, un Kahlo. El ver a Valenzuela lanzar era un espectáculo único, algo que todos pudimos paladear mínimo una vez en la vida.

Hasta el inicio de esta mágica historia se dio gracias a un acto de Dios, una lesión al zurdo norteamericano Jerry Reuss, quién estaba programado a iniciar el partido inaugural en contra de los Astros; el manager confió en él, y el chico no desmereció blanqueándolos sin misericordia; después vendría la seguidilla de éxitos que lo llevaron a triunfar como obra de Broadway en cada ciudad norteamericana que se presentaba su show, era un éxito desde Los Ángeles a San Francisco, de San Diego a San Luis, de Nueva York a Chicago, el mozalbete era un tiro.

El mundo del beisbol no había visto nada igual desde el gran Babe Ruth, ningún jugador por sí sólo había impactado de forma tan contundente el deporte rey. Escenario que pisaba Fernando, escenario que se mostraba hasta su máxima capacidad; los niveles de audiencia estaban por las nubes, el rating de televisión alcanzó números insospechados y hasta estaban por los mandatarios de la tierra azteca y la de las barras y las estrellas, se le ponían a sus pies. Todos querían estar cerca de él, tocarlo, saludarlo, y en el caso de las féminas hasta robarle un beso. Las pláticas en las oficinas, escuelas, bebederos, bares y en la calle, se situaban alrededor de este ícono, de este lanzador estrella; jugadores con este carisma aparecen una vez cada 100 años, suerte tuvo esta generación de haber sido espectador de ella.

Valenzuela, dicen correctamente los que saben del tema, salvó el beisbol; este mismo deporte que casi se auto-lapidó al irse a una huelga laboral en el clímax de la “Fernandomanía”, pero no sólo fueron los récords de novato que rompió, las blanqueadas que propinó o las puertas que a su vez abrió. El “Factor Fernando Valenzuela” es mucho más poderoso, tenemos que evaluar esto desde una perspectiva sociológica…

Valenzuela le otorgó nuevas oportunidades de liderazgo a nuestra raza mexicana, un referente en el movimiento social de Norteamérica; el hecho de dominar un deporte tan americano, hacerlo ver tan sencillo y a la vez mostrar tanta clase, puso en revolución los derechos humanos de los latinos, los “cafesitos” ya no eran vistos como minoría, sino como un objeto deseable.

Podríamos atiborrar de números, estadísticas, salidas de calidad, innings lanzados por partidos, o grandes partidos lanzados sin apoyo ofensivo. Fernando, en todos sus años de Dodger, fue manejado por Tom La Sorda, un hombre que fijó sus esperanzas de éxito en él desde el día uno, pero un estratega que inhumanamente exprimió el brazo zurdo de lanzar, el número de picheos era impresionante, y si a eso le sumamos que tiraba una de las pichadas más dañinas, el “tirabuzón”, nos da como resultado el agro accionar en el más alto nivel.

La carrera de Valenzuela pudo haber sido más longeva. Pero aun así, el simple porte que sostenía a la hora de estar en la loma, el seguimiento de culto que tenía y la carretada de aficionados que regresó al beisbol, debieran ser suficientes para que este sonorense alcance la inmortalidad en Cooperstown, Monterrey y todos los pabellones históricos que existan. Es más, pienso que su número 34, debiera estar retirado en todos los parques de la LMP y LMB, debemos comenzar por darle su status en casa, si pretendemos luchar por meterlo al máximo nicho de Estados Unidos, pero eso ya es otra historia.

También existe la errónea perspectiva de pensar que Fernando es sólo 1981 su Cy Young, Novato del Año y Serie Mundial, ¡eso es por demás una mentira! La durabilidad de las siguientes 7 campañas con Los Ángeles, y el resto de su carrera, están llenos de espectaculares actuaciones. Hay que simplemente preguntarles a las grandes voces y plumas del beisbol, qué es para ellos la “Fernandomanía”, y las palabras serán: ¡renacimiento!, ¡una era!, ¡inolvidable!, ¡un ídolo de masas!

Porque a la hora de entronizar, Cooperstown sólo le coloca un peso fuerte a las estadísticas totales, porque no visualizamos cómo lo que es, el referente máximo de su generación, una fuerza dominante en el montículo, un hombre que aún con su humilde procedencia, no demeritó jamás a sus seguidores, un atleta intachable, hombre de familia, extraordinario compañero, un hombre alejado de los bullicios, de los chismes de nota roja, ¡un beisbolista modelo!

Yo pido a los comités de veteranos y de periodistas, que volteen a ver la vida y obra de Fernando Valenzuela, es una historia de época, es una de las etapas de más fulgor, el hombre responsable de poner 10-15 mil personas adicionales en los asientos cada partido que pichaba, alguien que es sinónimo con el beisbol mexicano, que comulga con los más relevantes personajes de sus décadas, referente deportivo y social de nuestra Latinoamérica, el hombre que antes de cada lanzamiento miraba al cielo para ver a Dios.

Sueño el día que podamos ver la placa de Valenzuela al lado de la de Ruth, Koufax, Paige, Clemente y sus compañeros Carlton, Ryan y Bench.

Esa fría tarde en el Dodger Stadium de Chávez Ravine, Valenzuela derrotó a Nueva York; a la postre Los Ángeles ganaría esa serie 4-2, Fernando jamás lanzaría en otro partido de Serie Mundial.

Jaime Ariel Álvarez
@deprimeraahome

 

Datos esenciales

FERNANDO VALENZUELA ANGUAMEA
NOVIEMBRE 1, 1960
NAVOJOA, SONORA

NUMERALIA
5-1 1.98 PCL  en Post-Temporada
113 JUEGOS COMPLETOS (Más del 25% de sus juegos iniciados)
141-116 Record con Dodgers (1980-87)
10 Homeruns conectados
2 Bats de plata
1.77 Efectividad de carreras limpias en sus 173 victorias
1 Juego Sin hit ni carrera
1 Guante de oro
1 Cy Young
7 Temporadas Top 5 al premio Cy Young
1 Novato del Año
1 Campeonato de Serie Mundial
4-0 2.20 PCL en situaciones de salvamento
6 Convocatorias al juegos de estrellas
1 537 Innings de 1981-86 máximo número en la MLB

DODGERS era un equipo con una muy débil ofensiva y FERNANDO sufrió para triunfar.

CARRERAS, MALDITAS CARRERAS (Record y apoyo en sus salidas)
77-8 Apoyo de 6 carreras o más
69-45 Apoyo de 3-5 carreras
23-100 Apoyo de 0-2 carreras (tuvo  3.19 de  Porcentaje de Efectividad )

EL TORO EN JUEGOS DE ESTRELLAS
1984 Ponchó en forma consecutiva a los tres inmortales Dave Winfield, Reggie Jackson y George Brett.
1986 Ponchó a cinco en forma consecutiva Don Mattingly, Cal Ripken, Jesse Barfield, Lou Whitaker y Teddy Higuera.

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