Esta es la historia de un divorcio anunciado, la de Antonio Mohamed con la afición del América. Y es que las Águilas dejaron escapar una cómoda victoria de 2-0, Santos se tornó un auténtico guerrero, una bestial ofensiva descomunal que le dio la vuelta 4-2 al marcador.
Los gritos de "regresa Piojo" ya retumban en el Azteca. La propuesta de los de la Laguna fue arriesgada, con Oribe de punta y Cejas detrás de él, mientras que por las bandas tenían a dos aviones: Darwin Quintero y Andrés Rentería... el detalle fue que la pista de aterrizaje tardó en ser construida.
Y es que América fue un auténtico vendaval, se abalanzó sobre el rival, lo asfixió y mitigó, tanto que al primer minuto ya había estrellado un balón en el poste y Sambueza adelantaba a su escuadra cinco minutos más tarde.
Con diferentes hombres, pero las Águilas regresaron al mítico 5-3-2 que tan buenos resultados le le dio al Piojo en el pasado reciente, tan parecido a esa versión que Rubens volvió a ser la manija, el hilo conductor, el desequilibrante y le puso el servicio a Andrés Ríos para el segundo de la tarde.
Santos parecía inerte, un auténtico peso completo sin pegada, no reaccionaba, sus intentos se fundían estériles, a tal grado que Osvaldo Martínez tuvo para fusilar a Oswaldo Sánchez, pero perdonó y, en el contragolpe de la jugada, los Guerreros reaccionarían tras una gran pared entre Oribe y Darwin que este último finiquitó en gol. Del 3-0 se pasó al 2-1.
El propio Osvaldo falló otra muy clara al inicio del segundo tiempo y a partir de entonces la pista de aterrizaje de los laguneros se había terminado de construir, Quintero y Rentería fueron demonios, hasta que Andrés aprovechó que Muñoz le regaló el primer poste para finiquitar.
América olvidó la presión y el juego ofensivo que tan buenos dividendos le generó de inicio, el equipo se partió, ganó en desconfianza y eso lo aprovechó el Hermoso Peralta para hacer una auténtica faena dentro del área y darle la vuelta al marcador. Todavía al final, el Chato Rodríguez puso el 4-2 definitivo, el último clavo en el divorcio de una afición americanista desencantada con su técnico.