GUADLAJARA.- El frenesí beisbolero de México parece que ha terminado. El equipo mexicano perdió su segundo encuentro del Clásico Mundial de Béisbol 9-4 ante Puerto Rico.
Los mexicanos requieren de una victoria ante Venezuela y una combinación de resultados para jugar un partido de desempate y clasificarse a la segunda ronda.
El conjunto dirigido por Édgar González no ha podido triunfar en la primera ronda del máximo torneo internacional de este deporte.
En el primer partido, los mexicanos lo ganaban con facilidad. Era la novena entrada, la última, y los mexicanos lo ganaban 9-5. El pitcher debían solventar el partido. Se trataba del chico estrella de los Toronto Blue Jays, Roberto Osuna. Pero el nacido en Sinaloa tuvo la peor noche en su carrera, como así lo consideró el propio jugador al término del encuentro. Italia volteó el marcador y lo ganó. La derrota remitió a aquella derrota de 2013 cuando los de Europa remontaron 6-5.
Contra Puerto Rico tenían por delante una proeza. Los puertorriqueños desmantelaron 11-0 a Venezuela. En el pasado Clásico Mundial llegaron a la final, pero la perdieron ante República Dominicana. Javier Báez, un jardinero que trae la mística de haber conseguido la Serie Mundial con los Chicago Cubs. Los boricuas llegaron a la sexta entrada con la pizarra 4-1. Los mexicanos tuvieron una estupenda séptima entrada en la que se acercaron para el 5-4.
El público mexicano no le perdonó ni una a su ídolo Adrián González. El primera base de Los Ángeles Dodgers fue abucheado en su presentación frente a Puerto Rico. Sus connacionales no podían entender que uno de sus mejores beisbolistas no pudiera corregir una actuación discreta mermada por una lesión en el codo que arrastró previo al Clásico.
En el estadio de los Charros de Jalisco la gente no pudo ver a sus chicos triunfar pese a tener la combinación de grandes talentos que juegan en las Grandes Ligas como González, Osuna, Xorge Carrillo (New York Mets), Sergio Romo (Dodgers) y Yovani Gallardo (Baltimore Orioles).
Trataron de apoyar a los suyos con cánticos similares a los del fútbol ¡Sí se puede!, la entonación de Cielito Lindo y hasta del canto homofóbico del ¡Ehh, puto! en cada lanzamiento del pitcher rival.
Todo fue inútil. El sueño beisbolero terminó.