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En estos días hemos tenido la oportunidad de contemplar la belleza del deporte cuando se practica al más alto nivel.
Vimos las semifinales y la final de la Liga de Campeones jugadas casi a la perfección con cuatro de los mejores equipos del mundo.
La carrera casi perfecta de Checo Pérez en Azerbaiyán.
Una ojeada a Ligas Mayores en esta temporada y los play off de la NBA justifican el pago de la televisión por cable.
Y si usted creía que ver un partido de tenis durante dos horas puede resultar cansado, aburrido, vea la repetición de la semifinal entre Djokovic y Nadal en Roland Garros. Eso sería suficiente para convertirse en fanático del deporte blanco.
Si quiere una prueba más del máximo nivel entonces vea la final de ese torneo en París, con momentos donde lo "sublime" no es una adjetivo cursi y facilón sino la palabra exacta para definir el duelo entre Djokovic y Tsitsipas. El nivel más alto de este deporte tan difícil. Mejor, imposible.
Allí quedan las crónicas de todos los medios deportivos del mundo que dan testimonio de un combate épico sobre la arcilla de Roland Garros, con un Djokovic que viene de atrás para imponer su técnica, su destreza y su temple sobre el griego Tsitsipas que con una frase rindió honor a su vencedor:
"He aprendido que ante un grande ganar dos sets no significa nada".
Destellos de lo mejor del mundo deportivo anteceden al evento cumbre: Las Olimpiadas que, esperemos, se realizarán en Tokio del 23 de julio al 8 de agosto próximos.
