Uno noche de éstas al tomar la calle Quintana Roo rumbo al norte y ver el estadio de beisbol a oscuras hace quese sienta más el frío de enero. Faltan las luces, los gritos, la algarabía de la fanaticada que calientan el ánimo de cualquiera. La noche sigue fría y nosotros envidiando a las demás plazas de la LMP donde si hubo series de postemporada.
No importa que haya sido sólo una serie y después quedar eliminados, como ocurrió con los Mayos y los Cañeros. En Navojoa y en Los Mochis al menos tuvieron juegos, los más emocionantes del año, cuando sube la emoción y baja de golpe al caer el equipo en el camino hacia la serie semifinal.
Nada de esto vivimos ahora en Cd. Obregón después de la desastrosa campaña de los Yaquis. El equipo que mantenía viva la pasión por el Rey de los Deportes, ahora es una pálida sombra de lo que fue hace poco. Y ya son algunas temporadas en las que no pasa nada interesante con los Yaquis.
Lo peor para nosotros es que el equipo parece ahora sólo un instrumento para vender cerveza y fritangas en el estadio, pues no se ha vuelto a armar un cuadro competitivo y carece de jugadores "franquicia" con los que se identifique el público.
Nos ha tocado estar en un juego donde los compañeros y vecinos de butacas no conocen a la mayoría del line up local. Salvo "Harper" Gamboa, quien no es ninguna gran estrella o pelotero clutch, como les llaman a los que empujan al equipo hacia adelante, el resto son perfectos desconocidos. Se salvan los jugadores nativos de esta ciudad porque son conocidos por amigos y parientes, además de ser promesas para algo más grande. Tal vez ésta es la única gracia de los Yaquis actuales, dar oportunidad a los beisbolistas locales.
Fuera de eso, lo demás es lo mismo. Jugadores que van y vienen, algunos sólo duran dos o tres series y se marchan sin que nadie se entere quiénes eran o qué aportaban. El resto del espectáculo es el consumo de la cheve fría, las fritangas y el desfile de las señoritas que van tan guapas y arregladitas al estadio como si fueran a una boda.
Lo más deplorable: El excesivo, intolerante ruido con el que se pretende mantener la cabeza caliente de los asistentes. Alguien en la presidencia de la LMP debería poner orden en este aspecto. Ese ruido estridente que sólo se detiene un segundo para que el pitcher haga el siguiente lanzamiento está matando la esencia del beisbol como un bello espectáculo deportivo.
El frío de enero es más frío con el estadio vacío.