Sí, el balance final del desempeño que tuvo la delegación mexicana en los Olímpicos de París es negativo, pésimo para un país con el población y las instalaciones deportivas que tiene el nuestro, tal vez no son las mejores del mundo pero sí mucho mejor que las de países con rendimiento más alto en el máximo evento deportivo del mundo.
Y para sacar la frustración colectiva, fomentada principalmente por medios de comunicación que exaltan con fines comerciales a los deportistas tricolores, sean futbolistas o atletas olímpicos, y ante la realidad negativa buscan el "chivo expiatorio" a quien cargarle todo el peso de dicha frustración.
En este caso no podía ser otra persona más que Ana Gabriela Guevara el blanco de todas las críticas por razones ya muy conocidas y en especial por las polémicas en las que se ha visto envuelta desde el primer día que estuvo al frente de la Comisión Nacional del Deporte.
Pero buena, mala o pésima la gestión de la atleta sonorense, ella no es responsable de la pobreza endémica del deporte nacional reflejada en los Juegos Olímpicos modernos.
Desde los realizados en 1900 en París hasta los de este año, México ha tenido actuaciones bastante pobres y como mayor logro se resalta lo obtenido en México 1968, donde la localía fue un apoyo considerable, y las 8 medallas de Londres 2012, a las que pueden igualarse las 6 medallas de Los Ángeles 1984. Más atrás recuérdense las glorias del gran jinete Humberto Mariles y del clavadista Joaquín Capilla.
Casos excepcionales, pero en el promedio general México tiene un récord muy pobre y lo que ocurrió ahora en París 2024 no es responsabilidad absoluta de Ana Gabriela Guevara sino la continuación de un rendimiento histórico.
Pero a alguien hay que echarle la culpa y ahora la responsable es la malhablada de Sonora.