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La pasión es un elemento vital de todos los deportes al igual que en la mayoría de las actividades humanas.
En el campo deportivo la pasión tiene su propia fisonomía porque aquí se trata sólo de perder o ganar, empatar tal vez, todo dentro de un marco donde se manifiestan la trayectoria de los rivales y la de sus admiradores.
En el beisbol, basketbol, futbol americano y ni se diga en boxeo, la pasión suele subir por encima de los registros normales.
Pero en el futbol soccer la pasión rebasa cualquier dimesión y suele desembocar en violencia primitiva, en agresiones más allá de lo normal, y en buena medida se debe esto a la inyección permanente de morbo y adrnealina generados por la cobertura mediática permanente, obsesiva, con cronistas que son capaces de cualquier tontería con tal de atrraer la atención de los aficionados.
Esto dentro del marco de la competencia mediática y sobre todo de los rendimientos económicos que arroja el deporte profesional.
Mientras mnás fanatismo, agresividad y violencia física rodeen al soccer, más venden y más ganan los medios especializados. Por eso los escuchamos a toda hora informándonos, saturándonos de nimiedades que ocurren a diario en torno a jugadores, ligas doméstricas y torneos internacionales.
Que nadie se diga sorprendido por la agresión salvaje que sufrió Javier Aguirre en Honduras. Es el resultado lógio de un fanatismo, de una irracionalidad alimentada día a día para hacer más rentable este bello deporte caído en las garras de "hombres de negocios.", como les gusta ser llamados a federativos, dueños de equipos y magnates de los medios de comunicación.
Mientras más sangre corra en la cancha, más pasiones despiertan, aunque se trate de partidos tan irrelevantes como este de México contra Honduras
