Ídolos en decadencia

Hace treinta años hacían llorar de emoción a los fans que asistían a sus conciertos. Hoy los irritan, los decepcionan y reciben abucheos de ellos.

Pero treinta años después ni Raphael ni Julio Iglesias son capaces de despertar otra emoción que no sea la desilusión de sus fans que pagan 300 o 500 pesos, a veces más, por asistir a sus conciertos.

El caso más cercano lo tenemos en Raphael. El divo de Linares se presentó en Ciudad Obregón hace dos semanas ante un público ávido de escuchar las canciones que lo hicieron popular.

Pero Raphael vino a promover su nuevo disco, evadió a sus admiradoras que le pedían canciones de los sesenta y los setenta, los que lo convirtieron en ídolo.

Al final, la gente salió decepcionada e incluso irritada porque el concierto no correspondió a sus expectativas… Y Raphael se comportó como si estuviera en la cresta de su fama.

Este fin de semana sucedió lo mismo con Julio Iglesias en Monterrey.

El artista apareció en el escenario alrededor de las 21:13 horas, acompañado por seis músicos, tres coristas y una pareja de bailarines de tango.

Entre las canciones conocidas y que en realidad el público quería escuchar, se escucharon "Nathalie", "Manuela", "Soy un truhán, soy un señor", "De niña a mujer", el estribillo a capella de "Río Rebelde" y solamente cantó la frase de "Se va, se va", con la que abandonó el escenario alrededor de las 22:28 horas.

"Tengo gripe, pero también fuerza para venir a Monterrey a cantarles", mencionó. Ya casi para abandonar el escenario, Iglesia hizo el comentario de que "a pesar de las fiebres, les doy las gracias por estar aquí, les quiero de tantos años".

Y mientras los músicos iniciaban el tema "Me va, me va", Julio salió y ya no regreso, aunque el público permaneció algunos minutos en sus lugares.

Empezaron las rechiflas, los gritos de “fraude” y de nuevo la desilusión de un público que no acepta que también los ídolos se hacen viejos, se cansan y pierden su brillantez.