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Cumple dos años al frente del Cereso

Sergio Anaya
Lunes 09 de Abril de 2007
 
Al aceptar la dirección del Cereso local, Lucina Zazueta tuvo que interrumpir una exitosa carrera como profesional de la sicología que le permitía vivir tranquilamente, sin sobresaltos y con un ingreso decoroso, además de buenas relaciones sociales y políticas.
A cambio de esto, en su nuevo cargo debería enfrentar la sordidez del mundo carcelario, con grupos de poder que desde adentro y sobre todo desde afuera hacen sentir sus presiones; inconformidades de los presos, de sus abogados y familiares, además de limitados recursos para atender una población de 2,500 internos que cohabitan de un espacio diseñado sólo para 800.

Los primeros quince días
El reto era muy grande y tal vez por eso lo acepté, dice Lucina quien recuerda las primeras dos semanas en su cargo, el impacto de adentrarse en un mundo hasta entonces casi desconocido para ella.
“Antes de tomar una decisión, hice un diagnóstico que me permitiera adentrarme en la problemática del Cereso”, dice.
Entre las prioridades que presentó a la dirección estatal de reclusorios, figuraban la construcción de más infraestructura y el apoyo de nuevos mandos que trabajaran con ella en la nueva administración.
Así se integró al equipo un nuevo comandante, el abogado Víctor López Félix, quien además de conocimientos jurídicos tiene la disciplina militar adquirida en el Ejército mexicano.
Al mismo tiempo se despidió a los guardias que dieron positivo en un antidoping realizado por sorpresa.
“El objetivo del Gobernador era la dignificación de los Ceresos, de ofrecer un trato más humano a los internos y sus familiares, y para eso era indispensable suspender a los guardias que no merecían estar allí”.
Su primera decisión tuvo una respuesta inmediata por parte de algunos que se resistían a perder su trabajo, pero al final entendieron que no tenían argumentos para oponerse al despido, afirma Lucina.
“A los guardias que se quedaron se les expuso claramente que queríamos respeto para los internos y que se castigaría con severidad actos de corrupción o de maltrato innecesario”.
Los guardias lo entendieron y desde entonces han colaborado con estas disposiciones, aunque al principio algunos veían con recelo a la nueva directora y al nuevo comandante.
“Nos veían como personas ajenas al medio, tal vez pensaban que una mujer y un comandante sin vicios ni mañas no iban a poder con el paquete”, sonríe Lucina.

Los visitantes
El siguiente paso era poner orden en la entrada y salida de personas durante los días de visita.
“Aquello era un caos, entraba un promedio de cuatro mil personas cada día; muchos no portaban identificación como familiares porque ni siquiera eran parientes de alguien, ni abogados defensores, sino gente que iba a hacer negocio con los internos o sus parientes”.
Y eran los guardias quienes decidían, por su interés o por su criterio, quién entraba o no, agrega.
El caos del hacinamiento, el tráfico de influencias y los negocios de algunos vigilantes se complementaban con el poco tiempo disponible para revisar de manera debida a cada una de las 4 mil visitas, situación propicia para introducir al penal cualquier cosa, fueran drogas o armas. Aquello era un polvorín.
Para poner orden, la directora dispuso que sólo se permitiera la entrada a personas que portaran credencial y con una relación cercana al interno.
“Fue el siguiente conflicto. Mucha gente se molestó y empezaron las protestas, los primeros periodicazos en nuestra contra, promovidos por quienes vieron afectados sus intereses”.
Pero la restricción se mantuvo y los primeros en agradecer el cambio fueron los internos y sus parientes, asegura la directora.
De aquellas 4 mil visitas que ingresaban hace dos años, hoy sólo ingresa la mitad en promedio; es menos incómodo para los visitantes y hay más control en las revisiones de ingreso.
“Aunque todavía quedan por allí algunos resentidos que ya no entran tan fácilmente a hacer los negocios que antes hacían”.

Construcción
En las escasas opciones disponibles para ampliar la infraestructura del Cereso, Lucina decidió remodelar las áreas de segregados y de mujeres.
“A los presos castigados se les confinaba en pequeñas celdas de dos metros cuadrados; ahí se metían hasta 20 presos, sin luz, sin agua ni sanitarios. Imagínate eso sobre todo en tiempo de calor”.
El área de mujeres, también saturada, tenía unos cuantos dormitorios y la mayoría tenía que pasar la noche en la cancha de básquetbol, donde tendían sus cobijas.
Las rencillas entre ellas eran más frecuentes debido al hacinamiento. Además de ser indisciplinadas, dormían hasta el mediodía y se mostraban rebeldes ante cualquier cosa. Con los escasos recursos disponibles se inició la ampliación de las dos áreas. En la de segregados se construyeron cuatro celdas grandes y cuatro individuales, éstas para los internos más problemáticos.
En el área de mujeres se inició una ampliación de dormitorios que fue inaugurada el pasado mes de diciembre.
“Ahora tiene capacidad para albergar a 70 internas, lo cual no es suficiente aún pero se han mejorado las condiciones y ellas se han vuelto más disciplinadas, más colaboradoras”, comenta Lucina.

Otra “yegua”
De los cambios que ha experimentado el Cereso en estos dos años, quizá uno de los mejores ha sido el de la alimentación de los internos.
Antes, refiere la directora, se les daban alimentos de pésima calidad, cualquier cosa revuelta en caldo y frijoles, eso que en el argot carcelario se conoce como la “yegua”. Por fortuna, agrega, se licitaron los comedores de los Ceresos en Hermosillo, Nogales y Cajeme, para que fueran atendidos por una empresa que manejan comedores industriales a nivel nacional.
Dicha medida cambió sustancialmente la alimentación en esos reclusorios.
De la “yegua” se pasó a una excelente alimentación, higiénica, variada y nutritiva, que incluye platillos como los que uno come en casa.
La Federación y el Estado pagan este servicio que ha beneficiado a la población de los Ceresos, explica Lucina.
El costo personal
En dos años como directora del Cereso, Lucina Zazueta ha logrado cambios con el objetivo de cumplir la tarea encomendada: Dignificar el Cereso de Ciudad Obregón.
Pero cada logro ha tenido su costo en la vida personal y profesional de Lucina.
Su cargo le exige largas jornadas de trabajo que terminan a veces a media noche. Debe pasar más tiempo en el Cereso que en su casa.
“Afortunadamente he tenido mucho apoyo de mi familia y mis hijos ya están grandes”, comenta.
En el aspecto profesional tuvo que interrumpir su trayectoria como sicoterapeuta, una actividad que le reportaba un ingreso económico decoroso además de satisfacciones personales.
Pudo haber tenido un cargo público menos conflictivo y “esclavizante” que el actual, pero optó por el reto de poner orden en el Cereso y siente que lo ha logrado, aunque no desconoce todo lo que falta por hacer.
Por ser mujer algunos pensaron que la podían ablandar fácilmente, y ella acepta que al principio tuvo miedo de que así sucediera debido a la extensa red de corruptelas e intereses que debía afectar con su trabajo.
“Las presiones no han desaparecido, vienen de todas partes y eso se manifiesta en el trato que nos han dado algunos periodistas manejados por los grupos que quieren controlar el Cereso”, comenta.
Entre abogados y huizacheros
Hace dos años había abogados que querían imponer decisiones por encima de la ley, como ver a sus clientes cada vez que se les antojaba, o llevarlos al médico cuando ellos querían.
Otros que ni siquiera eran abogados de carrera pero asumían esa categoría, los típicos “huizacheros”, o se decían defensores de los derechos humanos, también reaccionaron agresivamente ante las disposiciones de la nueva administración.
Una mujer que entraba y salía del Cereso cada vez que le daba la gana, fue la primera en poner el grito en el cielo y llamar a la prensa cuando se acabaron los privilegios, comenta la directora.
A base de insistir poco a poco se han modificado las condiciones, y hoy la mayoría de los abogados realizan un trabajo profesional, de respeto a las leyes y a las normas internas del Cereso, asegura.
Lucina Zazueta exhibe como su mejor logro la comprensión y apoyo que ha logrado de los internos y sus familiares.
“Eso se debe a que nunca hemos actuado en contra de ellos, no hemos permitido maltratos injustificados ni actos de corrupción; respetamos su dignidad y sus garantías legales”, sostiene.
Además ha impulsado una mayor participación de los internos en cursos de capacitación y actividades laborales.

Disciplina militar
Tal vez el mayor riesgo en un trabajo como el de Lucina es el enfrentamiento con los grupos de poder que presionan desde adentro y desde el exterior del Cereso.
La cárcel es la cárcel y nadie está contento en ella; además el hacinamiento provoca pleitos, protestas y amenazas contra la autoridad carcelaria.
Ella admite la magnitud de este riesgo, pero también expresa su seguridad de estar haciendo lo correcto cuando afecta un interés.
“A los internos les dejamos en claro que nuestro trabajo no es juzgarlos, de eso se encargan los jueces; lo nuestro es administrar el espacio en el que deben vivir y convertirlo en un espacio más tranquilo y menos peligroso para ellos y los familiares que los visitan”.
En la tarea de hacer más disciplinada la convivencia ha tenido una participación destacada el comandante López Félix, quien ha impuesto algo de disciplina militar que a nadie hace daño y sí ayuda mucho a mantener el orden interno.
En la mañana se toca diana y llama a rancho (comida), hay más control en la toma de lista.
“Militarizar los reclusorios es una opción atractiva porque se tiene más orden y se logran ahorros para el Estado”, señala el comandante.

Convicción
En la mente de Lucina aún hay muchas cosas que cambiar o depurar para que mejoren las condiciones de los internos, pero todo eso requiere más esfuerzos y más sacrificios para su vida personal.
“Este trabajo me ha costado parte de mi libertad, sacrifico a mi familia, a mis amistades, ya no tengo tiempo para tomar un café y platicar una tarde con mis amigas”.
Pero eso no la detiene:
“No me arrepiento de haber aceptado este cargo, creo en lo que estoy haciendo y si me lo volvieran a ofrecer volvería a aceptarlo”.
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