El realismo fantástico
Jesús Castañón Rodríguez
Miércoles 04 de Julio de 2007
El año 2007 supone para el fútbol un avance hacia el pasado. Gracias a la reedición, el pasado 1 de junio, de Literatura de la pelota, la clásica antología de textos futbolísticos elaborada por Roberto Jorge Santero en 1971. Y también, a que el 19 de abril y el 9 de junio en sus segundos goles frente a Getafe y Espanyol, el futbolista argentino Lionel Messi reeditó el estilo de los conocidos tantos que marcó Diego Armando Maradona a Inglaterra en la Copa del Mundo de 1986.
Hizo posible la magia de lo irrepetible y lo excepcional, el mejor gol de la historia y la mano de Dios, en una situación que Juan Sasturain comparó en “Lionel Messi, autor del Quijote” con la que presentaba Jorge Luis Borges en un relato sobre Pierre Menard, un escritor que se proponía prolongar en el espacio y el tiempo las ideas para escribir el mismo texto de la obra cervantina.
Los colores de la literatura
Una de las mayores aportaciones del deporte iberoamericano a la cultura ha surgido en el cruce de energías creativas de las canchas.
Durante más de tres cuartos de siglo la literatura ha vestido de colores las palabras de la Copa del Mundo.
En Argentina, han surgido letras albicelestes con Rodolfo Araceli, María José Campoamor, José Pablo Feinmann, Carlos Ferreira, Rodrigo Fresán, Osvaldo Soriano…
En Chile, ha saltado a la cancha Julio Barrenechea. En Colombia, letras tricolores han jugado con Gabriel García Márquez y Gonzalo Medina Pérez. En España, pisaron el terreno de juego con Camilo José Cela, Miguel Delibes, Pedro de Miranda, Javier Marías…
En México, Paraguay y Perú han participado en esta fiesta de las palabras Juan Villoro, Augusto Roa Bastos y Mario Vargas Llosa, respectivamente. En Uruguay se han ocupado de las letras celestes Mario Benedetti, José María Delgado, Eduardo Galeano, Carlos Martínez Moreno, Lucha Odín Fleitas…
Y durante cuarenta años, el fútbol ha sido motivo de constante reflexión, estudio y producción.
Sólo entre 2005 y 2007, los lectores iberoamericanos han asistido a variadas formas.
Es el caso de los seriales de textos futbolísticos de grandes literatos aparecidos en el diario barcelonés Mundo Deportivo, exposiciones en el Instituto Goethe, trabajos en universidades y encuentros de escritores como “Calcio e letteratura. Pregiudizi di una passione. Omaggio a Luis Suárez” en el Instituto Cervantes de Milán o el “Mundialito de escritores” en el que participó el autor español Javier Marías.
También se han formado equipos de literatos como el Osvaldo Soriano Football Club y La Selección de Fútbol de Escritores Italianos o se han creado alineaciones de fantasía compuestas por escritores, como la realizada por Juan Villoro en la mexicana "Revista Digital Universitaria": Camus de portero, Dostoievsky y Tolstoi como centrales, Hemingway y Faulkner en el puesto de carrileros, Borges para recuperar balones e ideas ajenas, Cervantes en funciones de organizador, Nabokov como enlace ofensivo versátil, Kafka y Calvino de extremos y Chéjov como delantero artífice de brevedades.
Y, por supuesto, no han faltado las recopilaciones y antologías que reivindican el encuentro de las letras universales con el balompié, embotellan emociones o consideran el fútbol como un vehículo de ideas.
Las gambetas de la emoción
Las antologías de fútbol con un enfoque iberoamericano han supuesto un enriquecedor viaje por las palabras a ambos lados del Atlántico y han aportado seis grandes líneas de actuación.
Primero, han superado los prejuicios de la separación entre fútbol e intelectuales en sus diversas variantes: el recelo del fútbol profesional hacia la cultura y la lectura como pasatiempo, la caricaturización del deportista como intelectual cuando tiene preocupaciones culturales y el rechazo de los intelectuales en sus formas de desinterés inofensivo, desprecio irónico o agresión teatral.
Segundo, han destacado la gran dificultad de convertir en palabras un partido, la pasión y las emociones sin medida que en él intervienen. La narración de hechos futbolísticos supone un exigente juego de lenguaje para crear sinónimos y metáforas.
Tercero, han pensado sobre la diferente perspectiva que tienen deportistas y autores a la hora de escribir de fútbol. Para los primeros la atención se concentra en la diversión a ras de campo, mientras que para los escritores consiste en la evocación del fútbol de antaño.
Cuarto, se ha presentado el fútbol como metáfora de la vida y observatorio de la realidad con sus luchas retóricas entre lo simbólico y lo real, entre la emoción y la ideología…
Quinto, han reflexionado sobre la consideración de una producción literaria desigual en Europa, como consecuencia de una tendencia a asociar el relato a la ideología política, mientras que en América es más constante y cuenta con un enfoque sociológico que responde a necesidades sociales de señas de identidad.
Y sexto, han convertido al relato breve en el género literario ideal para la expresión de la vivencia balompédica por su capacidad para llegar rápidamente al desenlace y conseguir la reacción del público.
Un somero repaso a la historia de estas antologías permite establecer dos grandes grupos: las de carácter general y las específicas por géneros literarios.
Antologías generales
Gracias a la labor de Argentina y Uruguay, el Río de la Plata puso en juego el balón de las antologías generales que acogieron en sus páginas todo tipo de géneros literarios.
En 1967, la editorial Jorge Álvarez publicó El fútbol, con textos de Roberto Arlt, Bernardo Carey, Jean Cau, H. A. Murena, George Orwell, Ezequiel Martínez Estrada y Juan José Sebrelli y Bernardo Verbitsky. En 1971, se registró la primera edición de Literatura de la pelota.
Su selección corrió a cargo de Roberto Jorge Santoro y destacó textos que relacionan el fútbol con los sentimientos populares y la cultura al combinar obras de creación literaria de todo tipo de géneros con los cánticos de las gradas.