Pemios Word Press
El País
Sábado 11 de Agosto de 2007
En el verano pasado, algo fuera de lo habitual despertaba a la tranquila playa nudista de Tejita, en Tenerife. Los turistas buscaban sus ropas y se vestían a toda prisa. Corrían con botellas de agua y toallas para recibir a un grupo de africanos que llegaba en una embarcación tan rústica que apenas alcanzó a llevarlos a puerto.
En medio del barullo, la lente de Arturo Rodríguez saltaba desesperada. Su objetivo se iba llenando de rostros oscuros con profundos ojos rojos acuosos y de cabelleras rubias y pupilas cristalinas asustadas que miraban cómo desfallecían los recién llegados.
Rodríguez era quizá el único fotógrafo en la zona; ese mismo día, seis embarcaciones habían arribado a las costas de Gran Canaria y toda la atención estaba volcada en otras playas. El trabajo gráfico que consiguió esa tarde de julio le valió un World Press Photo, el premio más importante de fotoperiodismo.
Entre las 177 ganadoras del Word Press Photo 2007 hay cinco fotógrafos españoles. José Cendón es uno de ellos. Su trabajo relata la vida en un hospital mental de la región de Grandes Lagos, en Ruanda, un país que se repone a pasos pausados de una guerra que mató a más de un millón de personas en la década de los noventa del siglo pasado.
Quería mostrar la locura de la guerra, cuenta, y sus imágenes la relatan, la gente las ve y trata de evadirlas pero luego regresa y se queda mirando.
Un hombre con las pupilas dilatadas, atado con una cadena a un poste, y una chica, a la que sólo se le ve la espalda, intentando evadir la cuerda que está próxima a atarla. Cendón recuerda muy bien a esa chica. Cuando llegó al hospital no paraba de escupirle encima, el fotógrafo protegía la cámara y se limpiaba la saliva de la mujer sin inmutarse. Pero poco a poco, ella fue cambiando de actitud y Cendón se ganó su confianza. Al final, ella sólo aceptaba alimentos si él se los daba. "He visto que muchos enfermos mueren de hambre porque se niegan a comer", dice y por ello se dio a la tarea de convencerla, esquivando los escupitajos.
A pesar de que sacó una serie de imágenes desconcertantes, fuertes, que no dejan tranquilo al espectador, no consiguió que ningún medio las publicara. La revista Time se interesó en un principio pero al final quedó todo en el aire. El certamen World Press Photo no admite trabajos inéditos, pero en el caso de Cendón el jurado decidió hacer una excepción y aceptarlas en concurso.
Las tomé con una cámara que era una mierda, recuerda entre risas el fotógrafo. El aparato se lo enviaron de emergencia desde España después de que le robaran todo su equipo en el viaje.
Para Rodríguez conseguir las imágenes también fue una odisea. Desde hacía meses estaba metido de lleno en el tema de la inmigración.
Yo sabía que este año el World Press Photo iba a premiar la inmigración, porque ése era el tema más actual, pero lo que no imaginaba era que me lo fuera a ganar yo, comenta.
Él y su colega Desireé Martín pasaron meses durmiendo en un estrecho Peugeot 206 para no perderse la llegada de los cayucos. Se turnaban unos prismáticos y pasaban la noche tratando de advertir cualquier movimiento extraño en el agua. El resultado fue el World Press para él y el Ortega y Gasset para ella. "Después, ya todo fue más fácil", comenta Rodríguez, "nos hicimos amigos de los de la Cruz Roja y entonces ellos nos llamaban cada vez que llegaba un barco".
En la muestra están también los trabajos de los españoles Daniel Beltrá, Moisés Saman y Pep Bonet. Beltrá captó desde el cielo un árbol solo y seco en un inmenso descampado de la selva amazónica. Moisés Saman muestra cómo empieza a revivir Afganistán después de la guerra, un sitio donde se aprecian sonrisas de niños y gente trabajando, pero también donde las balas y las armas no se han acabado. Bonet capturó un mundialito de fútbol donde juegan hombres que perdieron una pierna en la guerra de Sierra Leona.
La fotografía ganadora de todas las categorías fue la del estadounidense Spencer Platt, en la que se funden dos escenarios distintos en uno solo. Se trata de un grupo de chicos, guapos y bien vestidos, paseando en un descapotable rojo frente a una zona devastada por un bombardeo en Beirut. La desolación del fondo resalta aún más los rostros de los chicos que parecen salidos de una película californiana. La fotografía causó mucha polémica, se pensó que era una crítica contra las familias adineradas de Líbano, pero en realidad el fotógrafo nada sabía de sus personajes o tomo la fotografía y no me entero de quiénes son los que salen, dijo alguna vez.
Otra de las ganadoras es la serie de imágenes que consiguió Espen Rasmussen tres meses después del terremoto que sacudió Cachemira en octubre de 2005.
El sitio donde estaba ubicada la mayor mezquita de la ciudad de Balakot quedó totalmente en ruinas, aun así, cientos de personas se arrodillan a rezar entre rocas, escombros y polvo.
La foto es una panorámica de una ciudad en el suelo con decenas de personas arrodilladas.
La muestra es un fresco de los acontecimientos más importantes de 2006, desde la guerra hasta el famoso cabezazo de Zidane en el mundial de fútbol.
El Word Press Photo se entrega anualmente a las mejores fotografías publicadas en cualquier parte del mundo. Premia varias categorías: actualidad, retratos, deportes, entretenimiento y vida cotidiana. El año pasado participaron 4.460 fotógrafos de todo el mundo. Los ganadores exhiben cerca de 170 imágenes hasta el 1 de septiembre en el aeropuerto de Barajas.
En la categoría de naturaleza destaca la instantánea de un león marino que muestra sus enormes dientes.
El canadiense Paul Nicklen se sumergió en el océano Antártico para documentar los hábitos alimenticios del animal. Lo retrató comiéndose a un pingüino del que sólo desechó las aletas.
El león llegó a volverse íntimo del fotógrafo, tanto que después de un tiempo compartía su comida con el visitante. Le acercaba a menos de 30 centímetros pedazos de pingüino ensangrentado.
Pero los leones marinos no son siempre tan simpáticos. En 2003 uno de ellos atacó hasta la muerte a una científica. Nicklen lo recordaba, principalmente cuando notaba que el enorme animal se molestaba al ver que su invitado no se comía el pingüino que le había obsequiado.
Los viajantes que entre maletas y prisas ven las imágenes, vuelven la vista para ver también a un gato serval que los observa con sus enormes ojos felinos. Acercarse a un animal de esos es prácticamente imposible: huyen al menor contacto y tienen un oído capaz de percibir las pisadas de un ratón.
Por ello, Michael Nichols, fotógrafo de Nacional Geographic, se ingenió un sistema que le permitía tomar la foto sin estar presente. Dejó la cámara sobre un trípode y le colocó un sensor de movimiento que al activarse disparaba.
Así aparecieron por su pantalla caravanas de monos, cocodrilos y decenas de felinos.
Entre ellos el que le ayudó a ganar el premio, un gato serval que mira prepotente.