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Domingo 24 de Nov de 2024
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Los Fox en el escándalo

quien.com
Miércoles 19 de Septiembre de 2007
 
DOS FOTOS Y TE VAS
“Qué Foxilandia ni qué nada”, contestó furiosa al otro lado del teléfono Marta Sahagún Jiménez (que desde julio de 2001 se convirtió en la señora Fox) cuando mencioné el apodo del Centro Fox, mientras le solicitaba una entrevista para hablar del proyecto y de su nueva vida a lado de su esposo tras haber dejado Los Pinos.

—Pues así bautizó la prensa el lugar –comenté–.

—No todo lo que se dice en los medios es cierto –señaló Marta–. Quiero que vengas (al racho San Cristóbal, en Guanajuato) para que compruebes lo que realmente será este lugar.

—Perfecto, ¿cuándo te veo? –le pregunté–.

—En dos semanas, pero la entrevista no va a ser conmigo. Yo no quiero aparecer. Te pongo a Vicente.
—¿Y eso?

—Estoy alejada de los medios. Además es su proyecto, así que nadie mejor que él para hablar de eso. Yo sólo lo estoy ayudando.

—Bueno, pero aunque sea posa con tu esposo en algunas de las fotos.
—Ya veremos.

Finalmente llegó el día. Tan sólo un elemento del Estado Mayor Presidencial vestido con jeans y sombrero custodiaba la entrada de San Cristóbal
. Después de anotar los nombres de los que conformábamos el equipo en una bitácora, pidió autorización a través de un radio para el acceso. Minutos más tarde, abrió la reja para permitirnos la entrada al territorio Fox.

La nueva asistente de Marta, Tania Castillo Bernal (hija de unos amigos guanajuatenses de Vicente), nos condujo a la oficina de Sahagún, ubicada en la planta alta de un edificio de dos pisos que antiguamente albergaba las caballerizas del rancho y que, durante el sexenio foxista, fueron remodeladas y adaptadas como habitaciones para que se instalara el Estado Mayor Presidencial. Desde ese pequeño despacho, sin más muebles que dos escritorios, cuatro sillas, y un archivero, Marta atiende diversos asuntos, entre ellos los de su fundación Vamos México.

“Buenos días muchachos”, nos saludó sonriente al mismo tiempo que entraba con paso firme, enfundada en un vestido floreado, ajustado de la cintura y sin mangas que mostraba lo delgada que está. Lucía impecable: maquillaje y peinado como para portada de revista, aunque a diferencia de cuando vivía en Los Pinos, “aquí en el racho no uso tacones”.
Detrás de ella venía Vicente, quien nos estrechó la mano con un fuerte apretón.
Les indicamos que íbamos a comenzar con la sesión de fotos para aprovechar la luz de la mañana. “¿Nos acompañas Marta?”, le preguntamos.
Apurada porque tenía agendados otros compromisos respondió: “Pero sólo un par de fotos porque tengo un evento que atender con las mujeres de la comunidad”. Y así fue.

Y YO POR QUÉ?
Vicente Fox hubiera preferido que en lugar de él fuera su esposa quien respondiera a nuestra entrevista y apareciera en las fotos. “Ella es muchísimo mejor que yo para esto”.
No obstante, ya sin la compañía de su mujer, posó para la cámara en el interior de su casa, la cual construyó hace más de tres décadas con su sueldo de 15 años de trabajo en Coca-Cola, donde llegó a ser presidente para América Latina.
En ese mismo hogar vivió con su primera esposa, Lilián de la Concha (con quien estuvo casado de 1972 a 1991) y los cuatro hijos que ambos adoptaron: Ana Cristina (28 años), Vicente (25), Paulina (24) y Rodrigo (19).

La propiedad únicamente fue vista antes en un anuncio televisivo que Fox grabó a principios de los 90, cuando estaba en campaña para la gubernatura de Guanajuato. “En la puerta de esta casa dije: ‘Voy a entrar a la política, quiero presentarles a todos los mexicanos la casa donde vivo, su casa.’ Aquí he vivido, vivo y viviré porque no tengo nada que esconder.
Aquellos que dicen que esta propiedad es producto de dinero robado o del dinero que me dejó la presidencia tendrán que comer chicharrón porque no es así.”

Sentado en un sillón reclinable adecuado para aliviar los problemas de espalda que todavía sufre, en una de las salas de la casa y con el lago del rancho atrás de él, Vicente narra su día a día: “Ahora nadie me impone la agenda.
De acuerdo al humor con que me levanto, decido lo que voy a hacer.”
En general, el guanajuatense de 65 años, sale de la cama alrededor de las ocho de la mañana, toma un baño rápido con agua casi fría y baja a desayunar con su esposa y su hijo Rodrigo, los únicos miembros de la familia que viven con él.
“Por ejemplo, hoy en la mañana me comí unas gorditas de maíz rellenas de queso con chile, frijoles y nopales. Normalmente como claras de huevo a la mexicana o rancheras porque quiero mantener bajo el colesterol.”

Luego de la sobremesa, el empresario, productor y exportador de brócoli, papa, lechuga y maíz, se dedica, vía telefónica, a la recaudación de fondos para el Centro Fox.
También viaja constantemente a la ciudad de México, junto con su mujer, en búsqueda de donaciones.

A las tres de la tarde aproximadamente, Marta y Vicente comen algo ligero, preparado por el chef que se trajeron de Los Pinos porque les encanta su sazón, además de que constantemente tienen invitados a la mesa.
Cuando le preguntamos al cocinero qué estaba preparando en ese momento que olía tan bien, nos contestó que no nos lo podía decir porque como militar tenía prohibido revelar cualquier información.

Después de la comida, Vicente trabaja en su despacho en dos autobiografías: la primera saldrá en los próximos meses en Estados Unidos bajo el sello The Penguin Press y llevará por título Revolution of Hope (Revolución de esperanza), mientras que la segunda será publicada en México por Editorial Planeta y el nombre está por definirse.

Para el libro en inglés Vicente contó con la colaboración de Rob Allen, mientras que en el segundo, fue auxiliado por Alberto Vital, autor de la biografía Noticias sobre Juan Rulfo.

A las seis de la tarde los habitantes del rancho San Cristóbal meriendan y después salen a caminar por los campos de su propiedad. En ocasiones el ex Presidente se va solo a montar a caballo mientras que Marta, después de la digestión, nada en la alberca de su casa para hacer ejercicio. Al anochecer ven los noticieros en la tele ya acostados en la cama.

Los sábados Fox monta a caballo en el cerro con su nieto Vicentito de cuatro años, primogénito de su hijo Vicente y la esposa de éste, Paulina Rodríguez.
“Por ahora mi prioridad es compensarle a la familia todo el tiempo que no le pude dar mientras fui presidente”.

Los domingos, los hermanos Fox Quesada se reúnen en la que fuera la casa de sus padres (el casco de la hacienda de San Cristóbal, donde habitó su mamá, doña Mercedes Quesada de Fox, hasta que falleció en junio de 2006) en una concurrida comida de entre 60 y 80 miembros de la familia.

Pero los Fox-Sahagún no siempre son dueños de su tiempo. Las conferencias que imparten en varios países con los temas de libertad, transparencia, democracia, migración y liderazgo, entre otros, marcan constantemente su agenda.

“Afortunadamente nos ha ido muy bien. Lo que resta del año voy a tener arriba de 30 conferencias, Marta va tener seis de manera individual y juntos asistiremos a otras seis. Es una actividad muy intensa que nos permite estar en contacto con la gente.”
Entrevista completa: www.quien.com
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