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Sábado 23 de Nov de 2024
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Cuando la tarde languidece…

Cuando la tarde languidece…
Domingo 29 de Marzo de 2009
 

¡Toda la tarde pixteando sin parar! Sentir que se ha ganado cuando en verdad no se ha ganado todavía nada y sin embargo tener ese sentimiento de que se nos cae la vida en pedazos.


¡Qué duro es pasar la tarde pixteando y angustiándonos ante la televisión, a veces riendo y en otras casi llorando llorando sin consuelo, y después del partido ir en busca de nuestros seres queridos!


¡Mar de lagrimas que anidan en los ojos e inundan el alma, ante el estupor de ver cómo, sin embargo la vida continúa! Se ha ganado ante la inoperancia del contrario costarricense, las malas decisiones y la genialidad de nuestros delanteros, apenas hace algunos días satanizados por la prensa.
Un par de minutos bastaron para saciar nuestras ansias de asistentes al coliseo cromático de la pantalla de la cantina mas cercana a nuestro corazón.


Y  es como adherirse a un sentimiento nacional, a un sentir epopéyico que va del Bravo al Suchiate, y del Pacifico al Golfo.Se ha ganado sin haber ganado nada.
La pantalla gigante del King Kong ilumina la arena ante un centenar de arrebiatados seguidores disfrazados de esforzados caballeros águila.
Los conocedores del juego, saben de antemano que son necesarios los goles tempraneros para hacer el milagro. La pista de baila la circundan una decena de mesas con parroquianos, unos furiosos seguidores de las caballeros Águila y otros tantos, tal vez no identificados con el cuadro rival:Costa Rica.
Pero sus comentarios apuntan a identificarse como hijos predilectos del teponastli y la chirimìa, del huehuelt y el caracol. ¡Hijos pródigos de la raza de bronce!
Los rostros apasionados de los aficionados, dibujan una leve esperanza ante el gol del repatriado Bravo, cuya anotación se acentúa con un inusitado grito de ¡arriba Mochis jijos de la chingada! , y minutos más tarde, la cerveza corre por las mesas ante el tiro penal de Pardo que se anida en la cabaña Tica.


Termina el primer tiempo y el espacio cede lugar al ruido ensordecedor de los varios watts de salida de las enormes bocinas que como monstruos transformers diseminan su descomunal materia decibèlica sobre los oídos de los asistentes.
La imagen de la TV repite la jugada del  gol de Bravo y el tiro del americanista., y parece como si un verdugo cibernético sacudiera las fibras de la pasión nacionalista y futbolera.
La tarde transcurre y las emociones van de un lado a otro,¡dos tiros  fallados!, de Vuoso y Omar, casi hacen que un exacerbado fanático lance una “ballena” contra el televisor.
El tiempo transcurre,las provocaciones entre bandos de aficionados no se hace esperar, los pleitos verbales con mentadas de por medio, apenas audibles entre el mar de notas estridentes, pero remarcadas con una actitud beligerante con los brazos en alto doblando el codo simbolizando la mentadademadre entre una mesa y otra.
La tarde se ha hecho vieja y con ella el partido, con la victoria nacional, pero con la consabida desconfianza de que aun no jugamos del todo bien.El ánimo y la euforia de los parroquianos hacen que un desbordado fanático se trepe a una mesa y empiece a entonar las notas de “El Sinaloense”, en un cántico que es al mismo tiempo mensaje de victoria, y de identidad futbolera, actitud que al guardia del local le tiene sin cuidado y de mal modo lo hace bajar para indicarle la salida.


En el “King Kong” ,como en “La Balerina”, “El Nuevo México”,”La Pasadita”a las seis de la tarde del sábado 28 de marzo,  se respira un aire de motivación patriotera, un microcosmos de  risitas que quieren contener un mar de lágrimas de emoción.
Los aficionados  se miran unos a otros de mesa a mesa y  se intercambian sus puntos de vista, sus estrategias de sedientos y experimentados directores técnicos, como quien se termina una ballena y quiere más.
La tarde languidece, y la euforia futbolera tan densa como la niebla de humo de cigarros, se niega a disiparse.


La pista de baile que animan las rolas de" La Conce" y "La Brissa "que fluyen estentóreas por el local, se edifica como un majestuoso monumento, un día de fiesta nacional deportiva para los animosos caballeros águilas.
La Claudia, La Lully, La Vero y La Jazmín y otras  chicas danzan con sus improvisados fredastaires de todos los niveles sociales.
Algunos bailadores lucen “la verde”, algunos más derivan en émulos de héroes  chivas, cementeros y ¡uno que otro despistado con la casaca de los Yaquis!


Los ebrios asistentes, parecen compartir su efímero placer, pareciera que su identidad ahora es la evocación materializada de sueños de alegría que derrotan a la frustración de la agobiante semana. En la pista, un improvisado galán de la Jardines del Valle se abraza con la Lupita, como un acto de catarsis colectiva que conlleva al desenfreno emocional  por la victoria.Repentìnamente, un personaje con rasgos orientales, hace presencia con ¡ocho damas chinas!, todo un acontecimiento que convierte a la pequeña pista de baile en un foro cinematográfico de Spielberg.


Un ambiente enrarecido de miados y perfume, flota como una densa capa que envuelve y  penetra. Las ballenas siguen su danza de escanciar los vasos de los parroquianos, ebrios de gloria efímera sobre las mesas del lugar.
La tarde languidece y los asistentes a esta representación de poner en juego el orgullo personal en los calzones de unos aventurados y esforzados jugadores, parece que llega a su fin.


Poco a poco el ánimo se va calmando, algunos buscan su bicicleta, para emprender el largo camino a casa, cual si fueran émulos de aquel Pablo Pueblo bladesiano, tras la convivencia pacifica, son:


”Hijos del viento y la calle, de la miseria y el hambre, del callejón y la pena,…su alimento es la esperanza, sus pasos no llevan prisa y sus sombras nunca los alcanzan”.
Tras la partida rauda de los bicicleteros, boleros, mariachis, vendedores de gorras, cigarrillos y toques, queda otro sector de parroquianos, esos de lentes oscuros y camisas brillosas, y de descomunales esclavas de pacotilla, esos seguramente volverán a sus casas de la mano de Pavel Pardo, Omar Bravo, y Memo Ochoa. Cada señor que pase junto a ellos se les figurará un Matías Vuoso, un Leobardo López, un Osorio, un melenudo chaparrón será sin duda Andrés Guardado.


Bueno, se ha ganado, se ha olvidado por algunas horas las penurias de la semana, y la raya semanal ha soportado estoica el embate de la cuenta final.Tanto ellos los héroes del  sábado, al igual que millones de seguidores y fervorosos fanáticos del equipo de Todos, a travès de la enorme pantalla de la televisión, todos nosotros emprendemos el regreso a casa, como volvemos diariamente de la chamba, de la escuela con los buquis, del súper con la señora, de las tortillas con la sirvienta, con la bicicleta fiel esquivando los perros en la México y la Municipio Libre, de la oficina a la casa en el  retacado Línea 12.


Y la borrachera justificada por el juego del hombre, llegó a su fin, poco a poco los invitados de ocasión se
 despiden uno a uno. ¿Se acordarán de las escapadas del Guardado  y el Leandro Augusto? .Tal vez quedarán para siempre en su memoria las atajadas de Memo, y los berridos descomunales del Perro Bermúdez de “¡suya, suya, suya, gooooool! los últimos minutos de un Oswaldo Sánchez agazapado desde la banca de la ignominia.
La tarde cambia de nombre, y con ella las primeras sombras de la noche llegan, como para invitar que hay que regresar a casa a seguir enfrentando la crisis, y agradecer a esos esforzados hèroes nacionales, esos que defienden nuestro orgullo en calzones, el que nos hayan hecho  sentir nefelibatas de fin de semana.

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