Un paisaje de verdes montañas, un desierto con cálidos colores o el danzante yaqui erguido, son plasmados lo mismo en diminutos lienzos que en el fondo de conchas marinas por Francisco Sepúlveda Zamorano.
El pincel en su mano izquierda, un poco de pintura en óleo y mucha imaginación son las herramientas básicas para sus creaciones.
La discapacidad neuromotriz por secuelas de poliomielitis, asegura, no han sido impedimento para enfrentar los retos de la vida, ni para desarrollar su gusto por la pintura.
Bastan 15 minutos para que un lienzo de tela o fibracel miniatura se convierta en un paisaje de ensueño.
Sus trabajos, aunados a la venta informal de algunos artículos en la vía pública, expresa, son su forma de subsistir.
Padre de tres hijos de 7, 9 y 12 años, todos los días instala su puesto ambulante en la calle Galeana, entre Miguel Alemán y callejón Argentina.
“Ahí me pongo a pintar y exhibo mis trabajos para su venta”,
Algunas mañanas acude a Palacio Municipal y al pie de la escalinata presenta sus creaciones en busca de compradores.
Los trabajos en concha tienen un precio de 10 pesos, los cuadros miniaturas en caballete van de 35 a 80 pesos y los cuadros de 90 por 70 centímetros se venden en 600 pesos.
“Las ventas son muy bajas pero no puedo desistir porque es mi forma de subsistir”, afirma.
Desde 1976 cuando inició con la actividad, explica, ha ido mejorando su técnica empírica.
A la fecha, sus creaciones también son plasmadas en discos CD y otros materiales experimentales.