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No son las madres glamourosas que nos presentan a diario los medios de comunicación.
No tiene aspecto de "gente bien", no compran su ropa en almacenes prestigiados por la publicidad, ni acuden de vez en cuando a la sala de belleza.
Tampoco son mujeres profesionistas ni tienen tiempo para reflexionar sobre su condición de género.
No son el prototipo de la madrecita mexicana, paciente, abnegada y dócil ante el marido y los hijos.
Tal vez no recibirán un ramos de flores este 10 de Mayo, ni un regalo que valga más de 300 pesos.
No reflejan la "felicidad de la pobreza" ni los deseos de superación. Están muy cansadas y a pesar de eso tienen que seguir adelante.
No saben mucho de recibir mimos, salvo los que les brindan candidatos demagogos que andan a la caza de votos, y que se olvidan de ellas después de posar juntos para la foto.
Sin embargo, son la mayoría de las madres mexicana. Las que pertenecen a la gran capa de población ubicada en la pobreza y la extrema pobreza.
Las que despiertan luchando por darles algo a sus hijos, y así se acuestan por la noche, cansadas pero con ánimos de seguir luchando.
