"La vida loca", así llamó Christian Poveda, fotógrafo y documentalista franco-español, a su última película. Un implacable testimonio sobre la violencia de las maras en El Salvador y de la que él mismo fue víctima el pasado 2 de septiembre.
Durante más de un año, Poveda se internó en el barrio de La Campanera, en las afueras de San Salvador, para hacer un viaje sin retorno al bastión de una célula de La 18, la enemiga a muerte de la mara salvatrucha, la MS.
Integrada por unos 50 adolescentes y jóvenes, La 18 de la Campanaria es apenas una muestra de los miles de hombres y mujeres de El Salvador, México o de cualquier otro país que no cuentan más que para la violencia, ya como sicarios, ya como estadísticas.
En "La vida loca", uno a uno, hombres y mujeres de la clica van muriendo como si el documental partiera de un guión para homenajear a la muerte.
En realidad, es la historia de una guerra de pobres contra pobres. Uno de los protagonistas, que no llega a los 20 años, lo describe simple, claramente: "Esto es la guerra y la guerra no se acaba de un día a otro. Todos, en cualquier momento nos vamos a morir".
En La 18 no hay mañana. El horizonte es la muerte o la cárcel, lo único que conocen del Estado. Casi siempre la cárcel y la muerte vienen juntas. Por eso hay que vivir intensamente la droga, el sexo, la violencia. Y enseñarle el camino a los adolescentes, los seminiños para los que tampoco hay futuro.
Para ellos, matar o morir da igual, lo mismo en El Salvador que en Chihuahua. Con la MS o La 18, en San Salvador, o Barrio Azteca o Mexicles, en Ciudad Juárez. Emboscados o fusilados. Masacrados en la cárcel o ejecutados en la calle. Como sea.
Aunque Poveda evita en todo momento mostrar la vinculación de las clicas salvadoreñas con los cárteles del narcotráfico, es claro que muchos de sus miembros han estado en contacto con ese mundo.
Las versiones policiales del asesinato señalan que habría sido la propia 18 la que mató al documentalista, al considerar que su cercanía con el presidente Mauricio Funes era un riesgo para la banda.
Varios de sus integrantes han sido deportados desde Estados Unidos, por delitos relacionados con la droga o la violencia. Los han sacado de las prisiones estadunidenses para enviarlos a las hacinadas cárceles salvadoreñas.
Lo mismo está ocurriendo en Ciudad Juárez. Las autoridades de El Paso, Texas, no quieren más aztecas o mexicles en sus cárceles. Que se vayan a Juárez. De allá es su origen.
Hipersensibles como son, a cualquier funcionario de seguridad del gobierno de Felipe Calderón le parecerá una exageración comparar a Ciudad Juárez con El Salvador. Como sólo ven la realidad a través de estadísticas, basta decirles que los números no indican mucha diferencia. Según las cifras de la ONU, El Salvador es el país más peligroso de América Latina con una tasa de 60 homicidios por cada 100 mil habitantes.
De acuerdo con el Instituto Ciudadano de Estudios sobre la Inseguridad (ICESI), que vive del subsidio federal, Chihuahua tiene una tasa de 47 homicidios por cada 100 mil habitantes. Supera a Colombia (36) y Rusia (20), dos referentes obligados de la delincuencia internacional.
Programada para estrenarse en México el 27 de octubre, "La vida loca" es un espejo en el que México hace tiempo ya empezó a verse.