Jorge Agustín Lizárraga Rocha
Hace varias semanas, mientras meditaba después de desayunar en la granja Hirukyami, vi que se acercaron varios pájaros a un guamúchil, adonde empezaron a buscar qué comer o quizá solamente la sombra o una rama adonde descansar. Me lamenté de no tener unos binoculares para poder verlos mejor.
Cuando regresé al pueblo lo primero que hice fue consultar en internet algo sobre observación de aves y encontré varios archivos sobre el tema. En ellos comentan sobre el equipo requerido y las mejores horas para observación de aves, así como de las anotaciones que debe uno hacer para describir lo que se observe sobre las aves.
El equipo básico obviamente son unos binoculares, así que empecé a buscar entre mis amigos alguien que tuviera unos para hacer algunas observaciones y posteriormente, si me entusiasmaba, comprar unos o pedirles a mis hijos que me manden los que dejé en Guadalajara. Mi compadre me prestó sus binoculares.
Días después, igual al terminar de desayunar en la granja, me puse a observar las aves que llegaron al guamúchil. Me sorprendió que fueron casi las mismas de días anteriores, lo que vino a corroborar lo cíclica que es nuestra naturaleza.
Para mi sorpresa, de repente apareció una Churea (correcaminos), un ave muy nerviosa que en cuanto ve personas corre bien requeterápido y se refugia entre los arbustos, pero como no me vio, ya que yo estaba todavía suato por el opíparo desayuno a base de huevos con machaca que me aventé no me podía mover, así que yo era una parte del paisaje del lugar.
Hice algunas observaciones sobre la Churea, pero quiero compartir con ustedes lo que más me impresionó durante los quince minutos, más o menos, que la estuve observando, o que quizás ella me estuvo observando a mí.
Me impresionó que pude oír y sobre todo VER el Canto de la Churea. Muchas veces había oído el Canto de la Churea entre los arbustos, pero nunca lo había visto, y estoy seguro de que muy poca gente ha tenido ese privilegio. Como se ve en la foto de arriba, la Churea tiene abierto el pico, pues bien al cantar lo hace vibrar con una velocidad increíble, que no lo puedes seguir con la vista, casi como un colibrí cuando bate las alas para mantenerse en el mismo lugar mientras chupa el néctar de las flores.
Me tocó ver cuatro veces que la Churea cantara, quizás invitando a la Churea hembra para aparearse, porque no creo que nomás quisiera platicar con ella o hacer un dueto. Al rato la Churea se fue a continuar viviendo.
Me quedé con una sensación de tranquilidad y emoción después de haber visto esta insólita escena, por lo menos para mí fue insólita, y empecé a meditar sobre el suceso.
Me pregunté ¿Por qué me emocioné tanto al ver esto? Y la respuesta que se me ocurrió es que acababa de ver una manifestación de la naturaleza, y por tanto de Dios, que nos debe de emocionar aunque se esté dando todo el tiempo y no la detectemos, y lo que es peor no la apreciemos como debe ser.
Al paso de los días se volvió un tema recurrente para mí el comentar con mis amigos sobre el Canto de la Churea, me llamó la atención la reacción y comentarios que algunos de ellos tuvieron sobre este tema.
Algunos condescendientemente me dijeron, ¡Oye qué suave! Pero se les notaba que la verdad no les interesaba lo que les decía. Otros me dijeron, y fueron varios, “se me hace que se te está botando el chango por andarte yendo a pasar tanto tiempo en la granja tú solo”. Prácticamente a nadie le interesó mi experiencia de oír y ver el Canto de la Churea.
En todo caso, a los que les platiqué del Canto de la Churea, pronto cambiaban el tema para hablar de cosas más trascendentes, aunque no usaron ese vocablo, y la conversación se fue hacia los temas que a ellos les interesan y que llenan su vida diaria.
Algunos hablaron de la situación política en México y de cómo los partidos políticos están destrozando todos los avances, que aunque pocos, hemos tenido en nuestro sistema democrático incipiente; otros hablaron del cambio climático y de cómo las actividades industriales del ser humano están influyendo negativamente sobre la calidad de vida de nuestro planeta; para un gran número el tema tocado se refirió a la violencia que cada vez se establece más en nuestro país, y que deja a un cada vez mayor número de ejecutados, asaltos, y abusos en nuestro querido México; la mayoría tienen como tema primordial la situación económica y de cómo cada vez la escasez de dinero nos (los, aclaro yo) hace más miserables pues es más caro conseguir satisfactores para nuestras necesidades.
Volviendo a pensar, ya yo solito para evitar comentarios sarcásticos, en el Canto de la Churea y los quince minutos que en comunión tuve con ella, llegué a las siguientes conclusiones:
¿A quién se le bota más el chango?
A aquél que a la hora del desayuno, la comida, la cena y a veces desde la cama, viendo las noticias por televisión, se solaza escuchando a un diputado o senador de cualquiera de los partidos políticos que se adueñaron del país, vociferar, atacar, denigrar y tratar de convencer al sufrido pueblo mexicano que lo que sale de los demás partidos es malo y nos ha llevado al caos, y que solamente lo que sale de su partido resolvería la situación político-administrativa del país. O a aquél que viendo y oyendo el Canto de la Churea sabe, o se imagina, que la razón de ese canto es el de simplemente preservar a su especie buscando su permanencia en este maravilloso mundo en que nos tocó vivir.
¿A quién se le bota más el chango?
A aquellos, que fumando un cigarrillo o que se acaban de bajar de un carro que contamina, o que vienen de trabajar en una fábrica que no tiene, ni completos y algunos ni siquiera uno, sus sistemas de control de contaminantes a la atmósfera, se quejan del cambio climático y de cómo nos estamos envenenando nosotros solos sin tomar en cuenta al medio ambiente. O a aquél que viendo y oyendo el Canto de la Churea se da cuenta de que los seres más cercanos a la naturaleza, aquellos que se alimentan y viven directamente del suelo, el agua y el aire libre de la influencia humana, como la Churea, no provocan cambio climático pues saben, instintivamente, que su calidad de vida depende de cumplir exclusivamente su papel dentro de la naturaleza.
¿A quién se le bota más el chango?
A aquél que a la hora del desayuno, la comida, la cena y a veces desde la cama, viendo las noticias por televisión, les “asustan”, aunque no dejan de buscar, las noticias de la violencia que se ha apoderado del país, y que a veces para evitar seguir viendo las noticias verdaderas sobre este tema se ponen a ver un programa de televisión en donde se endiosa la violencia, aunque siempre ganan los buenos, que por lo general son gringos, y todo mundo feliz y contento después de las matazones en que participaron para preservar la ley y el orden humano. O a aquél que viendo y oyendo el Canto de la Churea se da cuenta de que la única violencia, si es que así se le puede llamar, que ejercen las Chureas y todos los demás animales silvestres, es la de buscar alimento en otras especies, como lo hace la Churea al matar víboras, hasta de cascabel, cachoras, insectos, colibríes e insectos para subsistir y equilibrar el ecosistema en que viven.
¿A quién se le bota más el chango?
A aquél que si no tiene dinero se siente incompleto, aunque sí tenga dinero en el banco o en su empresa o en los bienes con que cuenta desde tiempo inmemorial; que al sentirse incompleto se dedica a trabajar prácticamente sin descanso para satisfacer necesidades, que muchas veces son innecesarias, para mantener un estatus, o poder cambiar de ropa, carro, decoración, etc. para que los demás los acepten. Que mientras hace todo esto descuida a la familia, y sus hijos ya adolescentes o mayores lo respetan porque les dio muchos bienes materiales, pero que a veces se pueden sentir tristes porque no los llevó a dar la vuelta al campo o no los acompañó al juego de beisbol, o futbol según la región, en la que fue el héroe o la heroína del partido. O a aquél que viendo y oyendo el Canto de la Churea se da cuenta de que la Churea tiene el mismo color de plumas desde que nació; eso sí, lo cambia dos veces al año para adaptarse a las condiciones del clima, que solamente le importa que el color azulado y anaranjado de su cabeza sea lo suficientemente atractivo para conquistar a la hembra y poder tener críos; que cuando vio y escuchó el Canto de la Churea, no tuvo que pagar ni un cinco pues la Churea lo hizo gratis, que no causó ningún caos en la Bolsa de Reforma, de Nueva York o de Japón, pues simplemente cumplió con un rito que le permitirá sobrevivir y mantener a su especie.
Ahora solamente me queda pedirle a Dios que me permita volver a oír y ver el Canto de la Churea, y que tú puedas encontrar tu Churea, o cualquier otra manifestación de la naturaleza, para que veas que ricos somos en bendiciones, que las tenemos tan cerca, pero que por no concentrarnos en lo verdaderamente valioso, las relegamos a un tercer o cuarto nivel.
Ciudad Obregón, Sonora.
12 de octubre de 2009