Campo Cinco, es decir, el ejido Cuauhtémoc, es un pueblo sin ley.
Sus habitantes se quejan de que los viciosos y los ladrones hacen lo que quieren y a plena luz del día.
Las oficinas de la delegación municipal se la llevan prácticamente cerradas y no hay una patrulla que vigile el comportamiento de muchos malvivientes.
Manuel Rochín Urbalejo, habitante del Campo Cinco y dirigente campesino, asegura que niños y adultos por igual se suman a la ola de vicio que inunda al poblado.
No es posible, afirma, que con toda la luz del sol los ladrones entren a las casas y se lleven el modesto patrimonio de las familias sin que alguien los castigue.
O que los vendedores y consumidores de droga ya no se escondan para realizar sus actividades ilícitas y ningún agente de la Policía acuda a ponerlos en orden.
Junto con la directiva del ejido se ha analizado la posibilidad de hacer sus propias acciones de seguridad, indicó, pues por más buenas intenciones que pudieran tener las autoridades, no les alcanzan los recursos para brindar protección a todos.
“Y aunque de buenas intenciones está lleno el mundo, eso ya no es suficiente. Ha faltado política y diálogo a las autoridades con los ciudadanos”, manifiesta.
Las calles del Campo Cinco, además de la falta de pavimento, están llenas de hoyancos, afirma, y los vecinos se tienen que comer el polvo levantado con el paso de cada carro.
“Nosotros tenemos muchos años como comunidad. Fue de los ejidos dotados por Lázaro Cárdenas y sin embargo parecemos apestados, como si no tuviéramos derecho al pavimentado de las calles.
“O es que acaso las autoridades piensan que solamente los que viven en la ciudad tienen derecho a vivir con comodidad”, pregunta.
En forma organizada los habitantes del ejido Cuauhtémoc, a escasos 10 minutos de Obregón, acudirán con el presidente municipal o el gobernador del Estado para ser atendidos en sus demandas, afirma.