Las elecciones del 5 de julio tuvieron un resultado inequívoco: El electorado sonorense optó por el cambio y dio el triunfo a los candidatos panistas en la lucha por la gubernatura y por las principales ciudades del Estado.
En la elección de gobernador el panista Guillermo Padrés obtuvo 420,914 votos contra 385,601 del priísta Alfonso Elías Serrano.
En Cajeme, Manolo Barro obtuvo 63,975 votos por 54,508 de Ernesto Vargas Gaytán.
Aunque los resultados y las ventajas de los ganadores se veían inobjetables, el PRI alegó fraude en la elección a gobernador y en la de presidente municipal de Cajeme, llevando su inconformidad a los tribunales electorales, donde sostuvo su posición hasta las últimas instancias.
La clase priísta se aferraba al poder y no se resignaba a cederlo a pesar de que los fríos números de la jornada electoral le decían que era hora de reflexionar sobre la derrota, aceptarla y acomodarse en la nueva relación de fuerzas políticas que tendrá vigencia cuando menos tres años, de aquí al 2012 en Cajeme, y hasta el 2015 en Sonora.
La mayoría del electorado votó por el cambio en Cajeme y en Sonora. Las preguntas que prevalecen ahora son: ¿Se notará el cambio, será real? ¿Tienen los nuevos gobiernos la convicción de cambiar el orden social y político de nuestro Estado y de Cajeme en particular?
Preguntas que aún esperan respuestas.