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Ellos no son pilotos pero tienen quizá un poco más de destreza que quienes conducen uno de esos grandes aviones que surcan los cielos.
Con sus manos y sus reflejos bien coordinados, ellos hacen que un avión haga “piruetas” en el aire, se detenga en la nada, cual si fuera un helicóptero, y aterrice exitosamente aún sin una pista de concreto o asfalto.
Los aficionados al aeromodelismo pueden presumir de una cosa: su actividad es muy importante para que los pilotos profesionales aprendan a volar.
“Sin experiencia en aeromodelismo, un piloto no puede hacer levantar uno de estos avioncitos”, dice orgulloso Alberto de la Llata Coronado.
Desde sus quince años, afirma, comenzó a hacer volar estas aeronaves no mayores a los tres metros, siempre de la mano de Alfonso Souquet, junto con quien es considerado entre los mejores de la actividad.
Desde hace más de 35 años los aficionados al aeromodelismo practican en diversos llanos de la ciudad, pero hoy lo hacen frente al colegio Senda, al final de la calle Veracruz y bordo Nuevo.
Un avión llega a costar desde los tres mil hasta los 40 mil pesos, indica, y están hechos a base de madera, principalmente, así como componentes electrónicos.
Para los aviones chicos se usa una gasolina especial a base de etanol y nitrometano, pero los grandes ya usan gasolina normal, dice Rafael Palomares Búsani, y pueden estar en el aire hasta dos horas, con velocidades de hasta 80 millas por hora.
Jesús Caloca Jiménez inició en el aeromodelismo cuando eran naves controladas con un alambre o “aviones de línea”.
Hoy, hasta sus nietos, como SergioPreciado Caloca, se afanan por aprender este deporte que ayuda a eliminar el estrés y permite la convivencia entre las familias aficionadas.
