Movimientos de mujeres hermosas, porque si todas las mujeres de por sí son bellas, en tiempos de juventud deslumbran belleza. Las guapas, las jóvenes, van y vienen por los corredores a todas partes y al fin se concentran en el patio descubierto.
-“¿Quién es el diputado?”- Retumbó la inocencia en voz de la niña que a duras penas sostenía la correa con la que no controlaba al cachorro inquieto. A su lado sonreía el diputado Félix Rafael Silva.
-Oiga, me avisa cuando llegue el diputado -. La mamá de la niña preguntona se lo advierte y ordena a bocajarro al propio diputado que disputó el XV Distrito. Explica que esta allí porque aborrece la crueldad contra los animales, pero que planea encontrar al legislador, que le dirá que su hija necesita la beca para seguir estudiando.
Es la Sociedad Protectora de Animales de Cajeme, A. C., es una treintena de mujeres y unos cuantos labregones, que van y vienen nerviosos y a ninguna parte, porque por vez primera, en cinco años de existencia, los visita un político.
Las sombras nocturnas caen temprano y las estrellas aparecen de inmediato. El patio posterior, la terraza de los pronunciamientos, tiene la techumbre colmada de las estrellas que en el penúltimo jueves de mayo regaló el cielo cajemense.
-¡Llegó el diputado, llegó el diputado!, pronto dale una soda –dijo la risueña Indira, pero corrió ella a traer el refresco envasado. La de la soda en cambio se apresuró a acercarle la silla al diputado Silva.
Esta vez lo reciben en la casa que Rosendo Arrayales no termina de amueblar, porque el activismo social no da para lujos inmediatos. La sede prestada por una tarde-noche está sin muebles, pero las bellas damas con su presencia la convirtieron en palacete de alegría en el que abundan las atenciones.
-Casi me voy de espaldas- le dijo doña Carmina a doña Karla, que en esos momentos estaba sentada en el asiento de enseguida.
Explicó en corto:
-¡Ay, qué pena! Le pregunté por el diputado al mismo diputado-. Ambas soltaron carcajadas, que atenuaron a sonrisas cómplices y compartieron en corto el resto de la jornada.
Al frente, Luz Esther Salazar, presidenta de la Asociación, contenta, ufanándose de la visita, da sermones de bienvenidas al importante invitado y se atreve a palmotearle el hombro tras cada referencia. Recuenta los escasísimos momentos felices de la lucha que convirtió en quehacer diario, pormenoriza las carencias y el desánimo de los ciudadanos cuando de crueldad contra los animales se trata.
Luz Esther recuerda los orígenes de la misión en la que se empeña todos los días. Le chapetean los cachetes cuando platica las promesas concretas que recibió en las últimas semanas, con las que se le encienden las esperanzas. Daniela deja las frituras en manos de Marilyn y ella las pone en cualquier lado sin despegar la atención del discurso que recuerda la historia y objetivos de la Asociación de la que forma parte.
Un poco después, Rosendo va y viene con la propuesta de promover desde el H. Congreso del Estado que los municipios actualicen los Bandos de Policía y Gobierno. Finalmente remarca que a las policías preventivas también les compete evitar el maltrato de los animales y afirma que en la mayoría de los municipios de Sonora ni se aplican ni sancionan los artículos relativos a su protección.
Gesto serio, que en él torna a semblante adusto, el diputado Félix Rafael Silva López se arrellana otra vez a la silla, se nota a leguas que se siente cómodo; escarba en la bolsa de la camisola, rescata un plumón gris y tres tarjetas que Vidal le escribió con los datos significativos de la reunión. Afina la cuerdas vocales y habla con soltura y con a naturalidad de quien se siente en confianza.
A partir del saludo conecta al auditorio: “Me siento en casa, estoy a gusto porque me encuentro con gente sensible”, dijo sembrando la mirada en los ojos de los asistentes. Siguió: “La compasión por los seres vivos, sin importar especies, es lo que nos hace humanos”. Ni dudarlo, lo dicta la convicción, lo dice de repente sin ayudas de memoria.
El diputado conectó en serio con las personas que lo escuchaban y seguían sus palabras. Habló del cariño que siendo chamaco tuvo por su mascota. En el clímax del discurso, el legislador suelta fuerte, sin que parezca memorizado: “La cultura de los ciudadanos y de los países puede juzgarse por el trato que se le da a los animales”.
En el epílogo, Félix Rafael –así lo conocieron los votantes y lo identifican mayormente sus seguidores- se compromete a llevar las solicitudes de la Asociación Protectora de Animales de Cajeme, A. C., ante la Comisión de Seguridad Pública y la de Asuntos Municipales, y promover tanto la iniciativa de actualizar Bandos de Policía como del exhorto a los municipios para que se cumplan las cláusulas de protección a los animales.
Tras la azarosa campaña electoral marcada por la escasez de recursos, y definida por “una nariz” al último momento, Félix Rafael Silva López llegó a la LIX Legislatura, vía representación proporcional; en mala hora juzgan sus adversarios, inopinadamente, sostienen otros desde el fuego amigo.
Conforme las tareas políticas crecen en complejidad y se mete al entramado del trabajo legislativo, se decanta en el diputado Silva López al político que despliega facultades desconocidas y que muestra “vagancia”. Hoy que el diputado se rodea de ciudadanos cada que puede, o se reúne y camina al lado del pueblo sin poses ni presunciones, se le ve cómodo, se le percibe sensible, sabe recoger los sentires de su gente.
Es por eso a nadie sorprende que a las primeras de cambio advierta: “Otros diputados andan por ahí prometiendo miles de acciones o granjeándose a la gente con regalos. Con el cuento de la “gestoría social” se meten en tareas que le tocan al ejecutivo. En mi caso, tengo muy claro que esencialmente la ciudadanía me eligió para legislar, y eso hago”.
Al diputado Félix Rafael Silva López le sobra lo que en el político promedio es carencia: bondad y sinceridad. Sabido es que en política la bondad se toma como el desatributo con que se matiza a los ingenuos. Félix Rafael es hombre sincero y de buenas intenciones, en su caso, nadie tomaría por ingenuidad el tono genuino y comprometido que lo distinguen al acercarse a la gente de su terruño.
En el patio descapotado, la señora que pidió beca para la hija lleva el nombre del funcionario municipal en sus manos, por allá brincotean las muchachas de Cajeme rodeando a Félix Rafael, lo atienden, lo miman, le agradecen el tiempo y la atención. Confían que llevará sus solicitudes al Congreso del Estado.
El diputado se deja querer, se siente cómodo y empatiza con la misión de estas personas que saben compadecerse de otros seres vivos; se le notan las contenturas en medio del ir y venir, del vaivén juvenil que ataranta y decide retrasar la llegada al siguiente compromiso. Hay aves que vuelan bajito y alcanzan grandes distancias. De ésas es Félix Rafael.